Entre sus playas de arena blanca y aguas cristalinas y su interior repleto de rincones mágicos, Pontevedra es un destino obligatorio para cualquier amante de la naturaleza. Esta región del norte de España cuenta con una riqueza y un patrimonio natural incalculable que hacen de ella un paraíso para los amantes del turismo rural. A esto hay que sumar pequeños pueblos donde todavía se mantiene la esencia y tradiciones gallegas, así como infinidad de caminos que descubren todos sus encantos. De hecho, la provincia cuenta con una amplia red de senderos que permiten conocer todos sus secretos y maravillosos paisajes. Es por ello, que se ha elaborado una selección de cinco de las rutas más bonitas e impresionantes de Pontevedra que dejan con la boca abierta a todo aquel que las recorre.
La ruta de O Alto do Príncipe
En pleno Parque Nacional de las Islas Atlánticas, la ruta de O Alto do Príncipe propone una experiencia visual y sensorial. Se trata de un recorrido de dificultad moderada que atraviesa bosques frondosos y conduce hasta uno de los puntos más altos de las islas Cíes. Desde allí, el mirador regala una panorámica abierta del océano Atlántico que se extiende más allá del horizonte.
Este sendero permite observar una gran variedad de aves marinas y vegetación endémica, características del ecosistema protegido. La ruta es apta para familias y excursionistas poco experimentados, y representa una de las excursiones más valoradas por quienes visitan el archipiélago.
Caminata hasta el monasterio de Armenteira
La Ruta de la Piedra y del Agua, en la comarca de O Salnés, sigue el curso del río Armenteira entre los municipios de Ribadumia y Meis. A lo largo de unos 30 kilómetros, el sendero atraviesa molinos medievales, bosques húmedos y cascadas que crean una atmósfera de paz. Algunos de estos antiguos ingenios hidráulicos han sido restaurados y pueden visitarse durante el trayecto.
El itinerario culmina en el monasterio de Armenteira, del siglo XII, un monumento vinculado al patrimonio espiritual y arquitectónico de Galicia. La ruta combina naturaleza, historia y una topografía suave que permite disfrutarla sin necesidad de preparación física previa.
La Senda del Agua
A pocos kilómetros del centro de Vigo, la Senda del Agua ofrece un recorrido de unos 15 kilómetros que parte de la parroquia de Zamáns y acompaña el curso del río. El sendero serpentea entre antiguos molinos, puentes de madera y pequeñas represas que dan carácter al paisaje.
Es ideal para una excursión de un día, ya que cuenta con zonas de descanso, áreas de picnic y varios tramos cubiertos por el dosel vegetal. A lo largo del camino es posible avistar aves, anfibios y plantas autóctonas, mientras el rumor constante del agua acompaña cada paso. Esta senda destaca por su equilibrio entre lo natural y lo construido, y permite una inmersión completa sin salir del entorno metropolitano.
La ruta del Río da Fraga
Ubicada cerca de Moaña, en la provincia de Pontevedra, la ruta del Río da Fraga se extiende por unos 10 kilómetros de bosque autóctono gallego. El sendero discurre a lo largo del río que le da nombre y está flanqueado por árboles centenarios, helechos y musgo que tapiza el suelo y las rocas.
El camino está salpicado de cascadas y pozas naturales que se convierten en puntos de baño durante los meses más cálidos. Aunque algunos tramos pueden presentar cierta dificultad, el recorrido es mayormente accesible y permite detenerse en varios miradores con vistas al entorno forestal. Es una propuesta especialmente recomendada para quienes buscan un contacto profundo con la vegetación atlántica.
El Paseo Fluvial del río Lagares
El Paseo Fluvial del río Lagares representa una opción urbana para quienes desean caminar en la naturaleza sin salir de la ciudad. Con unos 7 kilómetros de longitud, este trayecto atraviesa Vigo desde el interior hacia la costa, siguiendo el curso del río y ofreciendo tramos de sombra, áreas recreativas y observación de fauna local.
Es habitual encontrar corredores, ciclistas y familias con niños disfrutando de este corredor verde. El paseo incluye puentes peatonales, bancos y zonas de juegos, convirtiéndose en una vía ideal tanto para la actividad física como para la contemplación. Su cercanía al núcleo urbano no le resta valor ecológico: en sus márgenes crecen sauces, alisos y otras especies típicas de ribera.