Boca estuvo a punto de llevar la fiesta de la playa al estadio, pero Benfica lo frustró sobre el final

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MIAMI (Enviado especial).- La fiesta estuvo a punto de ser completa. Boca convirtió Miami en su propia casa y casi se regala una tarde inolvidable ante más de 45.000 hinchas que tiñeron de azul y oro el Hard Rock Stadium. Desde temprano, la energía se sentía en el aire: en la playa, los bombos marcaban el ritmo de una jornada que ya olía a victoria, mientras familias y amigos compartían la previa al borde del mar, entre banderas, camisetas y abrazos que cruzaban generaciones. Las tribunas retumbaban con cada grito, con cada salto, y esa marea humana no solo alentaba, sino que impulsaba al equipo a luchar cada pelota como si fuera la última.

Lo que comenzó en la playa continuó con un estallido que pareció sacudir el estadio. Boca se puso arriba con el gol de Miguel Merentiel y rápidamente amplió la ventaja con el cabezazo de Rodrigo Battaglia. El descuento de Ángel Di María, al final del primer tiempo, no fue suficiente para mover los cimientos. Pero cuando parecía que el trámite estaba controlado, y después de que Benfica se quedara con diez hombres, llegó el empate de Nicolás Otamendi -silbado por su simpatía por River-, la expulsión de Nicolás Figal y un cierre de partido imprevisible, donde todo podía suceder. Los dos equipos sentían la presión de la victoria. El empate no los conformó.

El gol de cabeza de Rodrigo Battaglia: fue el 2-0 parcial de Boca ante Benfica, en el debut xeneize en el Mundial de Clubes

Boca jugó con determinación y alma, y aunque estuvo arriba durante buena parte del partido, igualó 2 a 2 ante Benfica en su debut en el Mundial de Clubes. Los hinchas aplaudieron el juego y la entrega del equipo, pero se fueron cabizbajos, conscientes de la oportunidad desperdiciada. Era la chance ideal para sacar ventaja en la tabla y acercarse al objetivo de clasificar. El triunfo hubiese puesto a Boca muy cerca de ese objetivo. Bayern Munich goleó en la primera jornada y parece que liderará el grupo, mientras que Boca y Benfica deberán pelear por la segunda plaza. Ahora, la esperanza sigue intacta, pero Boca deberá superar el resultado que Benfica obtenga contra los alemanes para mantener viva la ilusión de avanzar de fase.

Miguel Russo encontró la fórmula para darle orden y solidez al equipo, y el resto lo puso un grupo de jugadores que, pese a algunos altibajos y un final que dejó dudas, entendió perfectamente lo que se estaba jugando.

Lo mejor del partido

Con orden, disciplina y entrega en cada pelota, Boca respondió al gran interrogante que se planteaba en la previa: compitió de igual a igual frente a uno de los europeos del grupo. Porque aunque hoy no figure entre las grandes potencias del continente, Benfica sigue siendo un peso pesado: un club con historia, con mística, con títulos, con un plantel plagado de jugadores de selección -diez de los 35 que compiten en el torneo-. Un equipo que pelea cada año por todo en Portugal y que no hace mucho estuvo entre los 16 mejores de la Champions. Y sin embargo, Boca lo sorprendió con mucho más de lo que se esperaba: con un técnico que recién empieza, un equipo inédito y futbolistas que dieron un plus, empujados por el calor de una hinchada que transformó cada rincón del estadio en territorio xeneize. En la cancha fue un duelo parejo, sí. En las tribunas, la diferencia fue escandalosa. De las más de 50.000 entradas vendidas, el 80% fueron hinchas de Boca, que coparon todo salvo un pequeño sector reservado para Benfica.

Boca mostró en la cancha la impronta de su entrenador: un equipo equilibrado, solidario, sin luces pero sin sombras. Russo vino a construir eso: un conjunto capaz de plantarse frente a cualquiera, respetando una forma, una manera. Una identidad. El arranque fue áspero, con un susto temprano -un centro atrás que casi termina en gol tras una definición desviada de Renato-, pero el equipo se asentó rápido. Mostró un despliegue físico que Boca no mostraba desde hacía tiempo. Poco a poco, encontró espacios y ritmo para lastimar. No fue un vendaval ni se dejó llevar por la presión de la gente. Se movió con inteligencia y temple, y en esos cinco minutos entre el 21 y el 26, cuando llegaron los dos goles, mostró su mejor versión. Después, el trámite siguió equilibrado.

Alarcon ingresó en el segundo tiempo en Boca

Sin Cavani, lesionado, y con la baja temprana de Ander Herrera antes de la media hora, Boca se sostuvo. Claro que Benfica también apretó, y cuando su mediocampo se encendió, cuando Di María empezó a encadenar rivales y Pavlidis impuso su fuerza física, las Águilas generaron por arriba y por abajo, pero siempre apareció un cruce, una pierna, un anticipo salvador para proteger el arco de Marchesin.

Juegan bien los portugueses, pero también cometen errores. Y Boca los aprovechó. Russo detectó que la banda izquierda era el camino: por ahí defendía el sueco Dahl, a pierna cambiada. No fue casualidad que Lautaro Blanco haya sido el jugador que más pelotas tocó en la primera mitad, ni que Dahl haya salido reemplazado en el entretiempo. El lateral armó una jugada brillante y asistió a Merentiel para el 1 a 0. El uruguayo, que llevó la cinta de capitán ante las ausencias de Cavani y Marcos Rojo -quien fue al banco en una de las decisiones fuertes del DT-, lideró a un equipo que jugó con los dientes apretados. Boca empezó a ganar las divididas, se impuso por actitud y carácter, y aprovechó su momento en el partido, en medio del desconcierto de Benfica, para sacar una ventaja que parecía definitiva.

Miguel Merentiel encabeza el festejo del 1-0 de Boca ante Benfica, por el Mundial de Clubes

Pero en este tipo de torneos, y ante rivales así, nunca conviene celebrar antes de tiempo. Y Boca, que tenía todo para ganar, se desordenó en el cierre y pagó muy caro una desatención defensiva. Benfica jugaba con diez tras la expulsión de Belotti, y Boca intentaba hacer correr el reloj, esperando el pitazo final. Tal vez quiso cerrar el partido demasiado rápido, preocupándose más por frenar el avance portugués que por mantener el control que había tenido en el inicio. Fue de una pelota parada que llegó la igualdad: una cortina sobre Costa y un cabezazo impecable de Nicolás Otamendi, quien tuvo un rol decisivo en el partido. A él le cometieron el penal que permitió el empate y luego convirtió el 2 a 2.

Si se cumple la lógica, Boca podría llegar a la última jornada fuera de los dos clasificados, dependiendo de un triunfo de Bayern Munich sobre Benfica para que valga una hipotética victoria ante Auckland City. Por eso, el punto que se valora, pero no se festeja. Los hinchas y el equipo estuvieron a la altura. Y esperan una revancha pronto, para que la fiesta pueda tener el cierre que todos esperan.

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