Desde pequeña aprendió lo que significaba el esfuerzo: su infancia transcurrió entre gallinas, una trilladora y la incertidumbre económica.
Su padre, primero obrero y luego campesino, luchaba por darle a su familia un mejor futuro. Ella, como muchos de sus hermanos, trabajaba de día para estudiar de noche.
Lo que nunca imaginó esa niña que vivía en una casita en Cuernavaca y luego en un corralón en Torreón, es que un día se convertiría en una de las figuras más reconocidas y respetadas del medio artístico mexicano. Su nombre se volvería sinónimo de espectáculos.
La niñez en una casa humilde y con olor a campo
“Mi papá en ese tiempo era obrero de una fábrica de cemento, mi mamá se dedicaba a la casa”, relató Pati Chapoy en una antigua entrevista para el canal de Yordi Rosado.
Así comienza el relato de una vida que estuvo lejos de los reflectores, marcada por el trabajo duro y la unión familiar.
Enrique Chapoy y Aurora Acevedo tuvieron siete hijos. Cuando tenían seis años, el padre decidió que se mudaran de Cuernavaca a Torreón, de donde él era originario.
“Mi papá de obrero en una fábrica de cemento en Cuernavaca se fue a labrar la tierra de campesino, para sembrar algodón. Dos años le fue muy bien y dos muy mal”, explicó.
Vivían en una casita y también rentaron un corralón donde guardaban un tractor y una trilladora.
“Había gallinas, todos los días recogíamos los huevos y mi juego era subirme a la trilladora y al tractor”, contó.
El regreso a la capital y los días difíciles
La bonanza del campo fue efímera. Cuando la cosecha falló y la situación se complicó, la familia regresó a la Ciudad de México y se instaló en casa de la abuela en la colonia Clavería. “Hoy te das cuenta que pasamos una situación bastante apremiante”, confesó.
El padre trabajó como empleado en una fábrica de botones: “Se levantaba a las cinco de la mañana y regresaba a las seis de la tarde”. Mientras tanto, los hijos se repartían entre el trabajo y el estudio. “Trabajábamos en la mañana para estudiar en la tarde-noche. Lo mismo hizo mi hermana, lo mismo hice yo”.
El nacimiento de una vocación y el ascenso en los medios
Ya instalada en la capital, la curiosidad fue su brújula. “Lo que me lleva a mí a estudiar periodismo en la Septién es el interés que yo tenía de conocer muchas cosas. Yo venía de astronomía, a ser dentista, tenía ganas de todo, pero no hay forma”.
Ese impulso por saber y compartir la llevó a ingresar al mundo del periodismo. Con el paso de los años, no solo se convirtió en una comunicadora reconocida, sino en la referente del periodismo de espectáculos en México.
Hoy, después de décadas al aire, lidera el programa Ventaneando, donde ha trabajado junto a figuras como Pedro Sola, Linet Puente y Daniel Bisogno, recientemente fallecido. Su nombre es sinónimo de autoridad y constancia en el medio del espectáculo.