Recuerdos falsos: la ciencia explica cómo y por qué el cerebro los genera

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Los recuerdos personales se reconstruyen cada vez que se evocan, según la psicóloga Shaw (Imagen Ilustrativa Infobae)

Durante un experimento realizado para su doctorado, Julia Shaw logró que un grupo de estudiantes universitarios generara recuerdos completamente falsos sobre haber cometido delitos o haber sido atacados por animales, a pesar de que tales eventos nunca ocurrieron.

La psicóloga del University College de Londres demostró que incluso personas con buena memoria pueden crear y sostener recuerdos falsos con sorprendente facilidad.

Shaw utilizó información proporcionada por los padres de los voluntarios y, tras ganarse su confianza, les sugirió detalles específicos de supuestos incidentes, guiándolos a través de ejercicios de imaginación. Al finalizar el estudio, el 70% de los participantes describió con lujo de detalles hechos que jamás sucedieron.

De acuerdo con BBC Mundo, la memoria autobiográfica —aquella que almacena los recuerdos personales y sensoriales de la vida— resulta especialmente vulnerable a la distorsión. Shaw explicó en el programa Life Scientific que recordar un hecho propio implica activar una compleja red de neuronas responsables de sensaciones, emociones y percepciones, lo que hace que el proceso sea mucho más propenso a errores que la simple evocación de datos objetivos, como fechas históricas.

La psicóloga subrayó que los recuerdos personales no constituyen un registro exacto del pasado, sino que se reconstruyen cada vez que se evocan, lo que los convierte en realidades dinámicas y cambiantes.

El lenguaje sugestivo en interrogatorios puede distorsionar testimonios y afectar juicios (Imagen Ilustrativa Infobae)

Según Shaw, “todo el mundo tiene recuerdos falsos todo el tiempo, incluso si crees que tienes la mejor memoria del mundo”. La especialista comparó los recuerdos con figuras de arcilla sin secar: cada vez que se manipulan, se remodelan y pueden transformarse en algo muy diferente a la versión original.

Además, señaló que las personas suelen tomar prestados fragmentos de recuerdos de otras fuentes, como relatos de terceros o información externa, lo que contribuye a la creación de memorias inexactas.

Asimismo, la especialista sostuvo que, aunque esta fragilidad pueda parecer inquietante, el cerebro humano no está diseñado para registrar el pasado de manera perfecta, sino para adaptarse al presente y planificar el futuro. Según la psicóloga, la capacidad de recombinar información y crear nuevas historias o soluciones es una manifestación de la inteligencia, y los recuerdos falsos son un subproducto inevitable de esa habilidad.

En el experimento de Shaw, los estudiantes no solo aceptaron la posibilidad de haber cometido actos que nunca ocurrieron, sino que llegaron a creer sinceramente en esos recuerdos. La psicóloga explicó que, tras introducir detalles reales y específicos, los voluntarios comenzaron a dudar y a reconstruir mentalmente la escena.

En ese sentido, Shaw los guió en ejercicios de imaginación para “ayudarlos a recordar” lo que en realidad era irrecordable. “Al final, la cantidad de detalles que me dieron superó con creces mis expectativas”, afirmó la investigadora, quien también destacó que el estudio pasó por una exhaustiva revisión ética.

Tras revelar la verdadera naturaleza del experimento, la mayoría de los participantes sintió alivio y ninguno expresó enojo. Shaw consideró que la experiencia sirvió como una valiosa lección sobre la facilidad con la que los recuerdos pueden ser manipulados, incluso sin intención. La psicóloga enfatizó la importancia de que las personas sean conscientes de este fenómeno y comprendan cómo funciona el proceso de formación de recuerdos.

El interés de Shaw por este tema surgió de su deseo de investigar el “pensamiento criminal” y entender cómo personas comunes pueden llegar a confesar crímenes que no cometieron. La psicóloga se preguntó si era posible inducir a alguien a creer sinceramente que había cometido un delito inexistente, y su estudio confirmó que sí.

Esta conclusión coincide con los hallazgos de Elizabeth F. Loftus, una de las psicólogas más influyentes del siglo XX, quien también demostró que la línea entre la imaginación y la memoria es sumamente delgada.

Loftus revolucionó la comprensión científica de la memoria al demostrar que los recuerdos no se almacenan como registros literales, sino que se reconstruyen y modifican constantemente. La autora describió la memoria como “una criatura parecida a una ameba” que cambia de forma, se expande y se contrae.

Su trabajo tuvo un impacto significativo en el ámbito judicial, donde la fiabilidad de los testimonios de testigos y sospechosos puede verse comprometida por la manipulación involuntaria de los recuerdos.

La creación de recuerdos falsos es un subproducto de la inteligencia y la adaptación cerebral (Imagen Ilustrativa Infobae)

El medio explicó que el lenguaje utilizado durante los interrogatorios o en la formulación de preguntas puede alterar la forma en que las personas recuerdan los hechos.

Preguntas capciosas o sugestivas pueden distorsionar los testimonios, lo que llevó a que expertos como Loftus y Shaw sean convocados para analizar pruebas en casos judiciales.

Shaw señaló que suelen ser contratadas por la defensa, ya que su trabajo puede introducir dudas razonables sobre la veracidad de los recuerdos presentados como evidencia.

En los sistemas judiciales acusatorios, la fiscalía debe probar la culpabilidad más allá de toda duda razonable. Si la ciencia de los recuerdos falsos revela posibles manipulaciones o distorsiones en los testimonios, los expertos pueden alertar sobre la fiabilidad de la evidencia. Shaw afirmó que comprender la fragilidad de la memoria ayuda a prevenir errores judiciales, aunque reconoció que esto puede generar preocupación, especialmente en casos de delitos sexuales donde la palabra de la víctima es fundamental.

Varios juicios de alto perfil contaron con la participación de Loftus como testigo de la defensa. Esto incluye los casos de Bill Cosby, los jugadores de lacrosse de Duke acusados de violación en 2006 y Harvey Weinstein. Estas intervenciones generaron debate sobre el equilibrio entre la presunción de inocencia y la necesidad de escuchar a las víctimas, especialmente cuando la memoria es la principal prueba disponible.

En tanto, Shaw advirtió que no se debe asumir que los recuerdos carecen de valor probatorio, ya que el sistema legal depende de ellos para condenar ciertos delitos. La psicóloga recomendó que, ante eventos importantes, las personas registren los hechos fuera de su memoria, por ejemplo, escribiéndolos, para preservar la mayor fidelidad posible. “Necesitas entender cómo puede cambiar tu propia memoria para que puedas preservarla lo mejor posible”, aconsejó la experta.

La investigación sobre los recuerdos falsos no solo transformó la psicología, sino que también influyó en la forma en que la sociedad y la justicia abordan la evidencia testimonial. El trabajo de Shaw y Loftus aún genera preguntas sobre la naturaleza de la memoria y la importancia de educar al público sobre sus limitaciones y vulnerabilidades.

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