La política en la letrina también hunde al país

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Estabilizar a la Argentina no es solo cuestión de persistir en bajar la inflación, mantener el equilibrio fiscal, reducir el nivel de deuda, propiciar el aumento del consumo, disminuir la presión tributaria y multiplicar las fuentes de trabajo.

También hacen falta mejores modales y mayor educación por parte de las dirigencias políticas, hoy brutalmente entusiasmadas en la chicana y en el insulto barato.

Se equivoca el Gobierno si piensa que escalar en un lenguaje de cloaca será sinónimo de éxito definitivo. Si la oposición quiere ser útil desde el lugar que le toca y desea recuperar el poder, tampoco parece ser el mejor camino la difamación ni los actos vandálicos (desmanes en TN; pintarrajear paredes de medios no K).

Una dictadura, como la de Juan Manuel de Rosas –su segundo gobierno fue derrotado en la batalla de Caseros cuando llevaba 17 años seguidos en el poder–, se podía dar el lujo de maltratar a su principal oposición como los “salvajes inmundos unitarios”. El presidente Javier Milei acaba de recuperar el término para aplicárselo a los “kukas inmundos”, entre otros cuantos epítetos irreproducibles, especialmente dedicados al gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Y, cuándo no, volvió a atacar al periodismo.

Lo peor es que la persistencia presidencial en chapotear en barros tan pestilentes ejerce efectos contagiosos inclusive en su acérrima enemiga Cristina Kirchner, quien antes no era tan afecta a las palabrotas. “La macroeconomía está para el tuje”, afirmó en su último audio, con un giro más propio de una presidiaria (que, en definitiva, es lo que es) que de una expresidenta. No deja de ser una burla insultante que, condenada por defraudación al Estado, pretenda dar cátedra constante de cómo manejarlo y mantenga una pulsión golpista en su permanente letanía de “se cae”, dedicada a la administración libertaria.

Ahora, con más tiempo por su reclusión, en vez de esconderlo sistemáticamente debajo de la alfombra, podría intentar formular una sincera autocrítica pública sobre el gobierno que ella misma pergeñó y tuteló entre 2019 y 2023, y cuyo catastrófico balance llevó a que la mayoría de la sociedad le diera la espalda a toda la dirigencia política y votara por un outsider.

El 678 mileísta, que encarna el programa del Gordo Dan desde el streaming Carajo, no solo refrenda y amplía el vocabulario escatológico de su jefe, sino que incurre en gestos procaces dignos de baños de colegios secundarios de bajo fondo. En sus antípodas, el streaming kirchnerista Gelatina venía haciendo una apertura muy interesante con invitados de otros palos en conversaciones respetuosas y atractivas. Ni que hablar de la fabulosa sección de “jingles”, tan creativa y divertida. Una pena que se hayan ido al pasto al burlarse de Nicolás Wiñazki, con comentarios tan desagradables y de mal gusto ramplón, degradantes hasta para su propia audiencia.

Cuando se hablan encima y se creen geniales y graciosos, mueren las ideologías. Cuando se ejerce la coprofagia virtual, el estiércol lo tapa todo. Y hablando de estiércol, ¿no es una ironía espectacular que una de las personas que atacaron la casa de José Luis Espert con excrementos fuese la directora de “sensibilización y promoción de derechos” en el Ministerio de Mujeres y Diversidad de la provincia de Buenos Aires? Dicho sea de paso, Espert es el mismo que fue abucheado en la UCA al recordar un insulto que le dedicó hace unos años en una red social a Florencia Kirchner.

Guillermo Francos interrumpió su informe ante el Senado porque la legisladora kirchnerista Cristina López lo trató de “mentiroso”.

“Yo no comparto las expresiones de la senadora –dijo el senador radical Pablo Blanco–, pero mucho menos comparto que se haya sentido ofendido. Con ese criterio, no andaríamos ni cerca de cada acto en el Congreso donde participa el Presidente, que no solamente nos trata de mentirosos, sino de cosas irreproducibles”.

Últimamente se viene escuchando, para exculpar las brusquedades verbales de Milei, que los modos no tienen importancia y que son secundarios. No es una buena enseñanza que les estamos dando a los más chicos, además de no ser cierto. ¿A quién se le ocurriría armar una pareja con alguien que viva insultándolo, por muchas otras virtudes que pueda tener? Tampoco nadie cierra un negocio con una contraparte maltratadora.

Las patologías –“retardado”, “parásitos mentales”, “enano”, etc.– son otra fuente de recursos cavernícolas con los que el jefe del Estado alimenta algunas de sus deposiciones públicas.

Más que firmeza, Milei evidencia debilidad y pobreza argumental cuando se le suelta la cadena. Podría ser enfático y vehemente en el atril, pero con exposiciones bien fundamentadas, no con exabruptos de barrabrava.

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