ROSARIO.- Con casi 120 mil visitantes desde su inauguración el 28 de marzo, la exposición Berni Infinito ya es récord de asistencia para el museo Castagnino y la sensación es que Antonio Berni ha vuelto, al fin, a Rosario, a 120 años de su nacimiento en una casa de pasillos de la zona obrera de la ciudad que crecería hasta convertirse en la segunda más poblada y urbanizada de toda la Argentina. O más bien, desde que el Jockey Club y el gobierno de Santa Fe lo becaron para el viaje europeo, tour de force de la generación del 80, con apenas 20 años y la secreta esperanza de recibir a la vuelta al sucedáneo de Fader.
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Vanguardias, lecturas de Freud, Marx y Paule Cazenave, la francesa que le dio una hija y lo arrimó al cenáculo parisino del surrealismo y el socialismo, el joven Berni nunca regresó del todo. Con el correr de las décadas su obra se internacionalizó y fue mutando en sintonía con los cambios drásticos del siglo XX para plasmar lo que ningún otro artista visual pudo: un ADN estético de la Argentina equidistante de Latinoamérica y Europa.
Las subastas de los años 90, donde Amalita y Eduardo Costantini se sacaban chispas, lo posicionaron entre los maestros latinoamericanos mejor cotizados y las exposiciones post mortem (desde la urgente retrospectiva de Martha Nanni en Bellas Artes) lo convirtieron en un smash hit en el calendario de exposiciones.
El número que hizo saltar todos los decorados fue la mega organizada por Jorge Glusberg en 1997 con 300 mil personas en su Bellas Artes. Malba, con “Manifestación” (1932) como obra-ícono, celebraría su centenario con Berni y sus contemporáneos (110.681 visitantes) y, luego, en colaboración con el Museo de Houston, el despliegue más completo de las sagas de Juanito Laguna y Ramona Montiel (148.000).
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Berni infinito es, en esta serie, una apuesta de Rosario por repatriar a su hijo pródigo y, a la vez, posicionar al museo Juan B. Castagnino en el mapa de las instituciones del arte en todo el país. Si se tiene en cuenta que la exposición visitada también por colegios de todas las provincias (sobre todo en la semana del Día de la Bandera) sigue hasta agosto no sería aventurado especular con que el recorrido diseñado por Cecilia Rabossi (una de las curadoras de extrema confianza de la familia) quede en la pole position de las exposiciones sobre el pintor total y, sí, infinito.
Es que la obra de este vanguardista popular (categoría que lo pone en el mismo plano que Astor Piazzolla y Leonardo Favio) parece, de veras, inagotable, como si siguiera produciendo desde un atelier cósmico. Por eso el recorrido basado en la colección de su hijo menor José Antonio Berni y obras de patrimonio público y privado es transversal con estaciones antes poco exploradas.
Si bien el Castagnino no consiguió arrancarle “Manifestación” a Malba, la obra ícono de Berni (pensar que su capilaridad alcanza la portada de Oktubre de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, de 1986) está representada por el remix que hizo Mondongo en 2024 y un nuevo remix rosarino que va todavía más allá. Nicolás Panasiuk imaginó un dispositivo para la obra-selfie con la que todos los museos buscan entretener a los visitantes en su cotidianeidad de legitimación e interacción digital.
Así, junto al majestuoso “Moisés” de Rogelio Yrurtia de 4 metros de altura, parecen fugarse del Castagnino cinco de los manifestantes pintados por Berni a partir de sus registros con una cámara Leica traída de Europa en el puerto de Rosario en los meses inmediatos al crack financiero del 30. Son seis figuras a escala humana realizadas en fibra de vidrio que Panasiuk pintó, siguiendo la paleta de la obra, con el sistema bicapa usado por la industria automotriz. “Bases de color esmalte resina poliéster y terminación en barniz poliuretánico mate con filtro uv”, precisa.
Pero los manifestantes de ropas raídas y cutis curtido no son la Mafalda de San Telmo con su incesante fila de turistas que acaso nunca captaron su lucidez proto Lisa Simpson. Posar junto a los manifestantes convierte al usuario de IG en uno más o quizás en alguien que está por caerse de la cornisa social para pasar a formar parte de ese grupo que, ay, nunca perdió vigencia. En fin, es una trampa sutil a la que Berni le hubiera dado like. Se sabe, con el pintor total no hay adorno ni souvenir posible que no duela un poco (ya lo dijo el rubio Klemm: “Un buen Berni es el que te rompe el living”).
Entre las historias que se cuentan sobre esta Manifesta-acción, está aquella que dice que un visitante dejó un papel enrollado en el brazo de la mujer que, en la arpillera original, sostiene al bebé. Al quitarlo, Panasiuk encontró escrito “Pan y trabajo”, la leyenda que se lee en la pancarta que esta manifestación lleva en la pintura mural. Berni infinito ya tiene así un folclore propio. Historias de una exposición. El destino final de esta instalación debería ser la locación donde se ubica, de forma aproximada, la manifestación original. Solo así el casting del pobrerío daría la vuelta completa. Panasiuk escucha ofertas.
Dentro de las salas, la joya es, a todas luces, “Desocupados” (1934), torre gemela de “Manifestación”, que vuelve a exhibirse en público tras diez años (cuando Bellas Artes la mostró para el Bicentenario en Narrativas Argentinas). Traer a Rosario esta mole que fue récord para una venta privada (un millón de dólares) de arte argentino hasta que lo desplazó un De la Vega en 2019 (1,2 millones de dólares) no fue sencillo. La intervención del intendente Pablo Javkin fue decisiva para destrabar la negociación entre el Castagnino y el empresario farmacéutico Hugo Sigman, quien había adquirido la obra a la galería Ruth Benzacar. El traslado y los seguros de esta pieza histórica de la Argentina moderna resultaban inalcanzables para este museo municipal, un edificio construido en 1937 que cuenta con un acervo de casi cinco mil obras y en el que ya no cabe una salpicadura de óleo (por los pasillos se oye el grito de Munch: ampliación). Frente a la pintura mural que conmueve como la primera vez (2002, en la sala de directorio de un laboratorio en Floresta), se distingue un autorretrato en el estilo del muralismo mexicano de 1938 que pertenece al Museo Municipal de Bellas Artes de Pergamino, una rara exquisitez regional.
Entre los highlights de Berni infinito hay que destacar el poco visto autorretrato oval de 1976 (no fue Rembrandt ni Frida, pero Berni se pintó y dibujó mucho a sí mismo a lo largo de su vida); el “Juanito Laguna” de 1956 con el que Rabossi cierra cualquier duda sobre la fecha de nacimiento del personaje de resonancias dickensianas; la documentación fotográfica de José Antonio Berni de la exposición La masacre de los inocentes (París, 1970) que incluye una revelación. En una de las instantáneas puede adivinarse a la muñeca que Berni utilizó después en el tremendo assemblage “La Torturada/Confesión lograda” (1976), que se vio por primera vez en el Bellas Artes de Neuquén en 2006 (Sucesos Argentinos) y en 2024 en la galería Cosmocosa.
Rabossi avanza también en darle mayor visibilidad a una serie perdida conocida como “La obsesión de la belleza”, donde Berni se las arregló para fundir su comentario social (el auge de los tratamientos para la belleza, el consultorio de la esteticista Vilma Nievas y la “guerra a la celulitis” paralela a la lucha contra la “subversión”) con esmeradas piezas de erotismo que lo acercaban más al dibujante italiano Milo Manara que a sus viejos camaradas del PC.
La presencia ampliada de Berni en el Castagnino hace orbitar el patrimonio también. El increíble “Muchacho del Paraná” (1946) de Lucio Fontana se resignifica como un proto Juanito; el enorme óleo “Coro de labradores”, de Alfredo Guido (1927), es una manifestación antes de “Manifestación” y hasta el nombre de la imperdible exposición dedicada a Juan Pablo Renzi (vanguardia rosarina de los 60) podría hablar de Berni: “Que la visión dure”.
En Berni infinito las paredes hablan también. Los textos de sala dejan lugar a sus máximas dispuestas casi como grafitis urbanos. Como siempre, su fibra se activa con el presente. “(…) la crueldad no está en mí; la crueldad está en las cosas que yo pinto; yo no hago más que registrarla. Pero ciertamente, hago señalamientos (…)”, Antonio Berni, 1976. Cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia. O no.
Para agendar
Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, Av. Pellegrini 2202, Rosario, Santa Fe. Visitas: de miércoles a viernes de 13 a 19. Recorrido para público general: a las 17. Sábados, domingos y feriados de 10 a 19. Recorridos para público general: a las 11, 16 y 17. No requiere inscripción previa. Entrada gratuita. Hasta el 3 de agosto.