PSG barrió al Inter Miami, asfixió a Messi y abrió interrogantes: ¿puede pasar algo así con el 10 en 2026?

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A medida que va avanzando, el Mundial de Clubes empieza a descubrir las distancias siderales que existen entre equipos de diferentes confederaciones, distinto fondo económico, enormes capacidades físico-técnicas y hasta de variables tácticas y conocimientos conceptuales.

El Inter Miami, por supuesto, no es el Auckland City. Jamás puede serlo mientras cuente en su plantel con jugadores de la clase y experiencia de Leo Messi, Luis Suárez, Sergio Busquets o Jordi Alba, cracks que acumulan todos esos saberes que hoy ponen en la cancha los Vitinha, Hakimi, Joao Neves, Doué y compañía, pero que en su mayoría han vivido su apogeo hace más de una década, en aquel Barcelona que ganó todos los títulos posibles con Luis Enrique sentado en el banco. Ese dato temporal resulta clave para comprender la superioridad aplastante y la goleada.

La impotencia de Messi en el duelo entre Inter Miami y PSG

El partido careció de cualquier tipo de equivalencia. Todo dependió de las intenciones y el ritmo que quiso marcar el equipo parisino. Abrumador en la presión para recuperar la pelota, dinámico y preciso para hacerla circular de pie a pie y generar una ocasión de peligro tras otra, dueño de infinitas variantes para plantar un jugador de camiseta azul dentro del área rival y de cara al arco, algo displicente a veces para definir la multitud de ocasiones favorables que es capaz de fabricar, indulgente en los 45 finales.

El campeón de Europa demoró apenas 5 minutos en ponerse en ventaja y hasta los 38 dibujó el espejismo de un marcador apretado. Apenas un ratito más tarde el final de la primera parte marcaba un 4-0 irremontable.

Lo mejor del partido

Con la incertidumbre del ganador resuelta sin remedio, la mirada desvió su objetivo para posarse en Lionel Messi, quien muy posiblemente haya disputado el partido más desparejo en su contra de toda su carrera. Recién a 24 minutos del comienzo consiguió correr 10 metros con la pelota sin un adversario que lo agobiara y poner un buen pase en profundidad. Debió esperar a los 3 del segundo tiempo para filtrar una insistencia que Luis Suárez desaprovechó con un mal control; a los 17 para encontrar un hueco y rematar al arco, un zurdazo algo mordido que fue a las manos de Donnarumma; y a los 35 para generar una auténtica situación de riesgo, un frentazo abajo que el arquero italiano desvió lanzándose hacia su derecha. Ni siquiera le permitieron lucirse en un tiro libre ideal para su zurda cuando quedaban un par de minutos para el adiós: saltó la barrera y rechazó el lanzamiento del 10.

¿En qué medida puede tomarse lo sucedido en Atlanta como una señal para lo que pueda pasar el año próximo en el Mundial de selecciones? Con muchas pinzas. Es cierto que su voluntad inquebrantable y su afán competitivo lideraron la mínima mejoría del Inter en el segundo tiempo, pero a nadie puede escapar que la misma fue producto de la bajada de revoluciones de su rival. Pero también es justo tomar ese lapso con espíritu positivo y apreciar que, con otros compañeros alrededor, mucho de lo que intentó pudo haber tenido un final más feliz, al menos para decorar el resultado.

Lionel Messi del Inter Miami avanza con el balón ante el Paris Saint-Germain en los octavos de final del Mundial de Clubes, el domingo 29 de junio de 2025, en Atlanta. (AP Foto/Mike Stewart)

Parece un deber tener en cuenta que frente a Messi se movieron futbolistas que integran algunos de los equipos que le discutirán a Argentina el título en 2026: los portugueses Vitinha, Joao Neves y Nuno Mendes; los franceses Barcola, Doué y más tarde Dembelé; el español Fabián Ruiz y que eso es un llamado de atención. Sería un error cerrar los ojos y no apreciar que, cuando esos jugadores movieron la pelota a toda marcha, al 10 le costó una enormidad encontrarla, y en las pocas veces que logró capturarla, la velocidad para recuperar la situación defensiva hizo casi imposible que pudiera dar rienda suelta a su magia. Una acción en la medialuna del PSG fue un ejemplo en ese sentido. El rosarino fue juntando gente y buscando un resquicio para el remate o el pase filtrado a fuerza de amagues, frenos y aceleraciones hasta verse rodeado por cuatro defensores. El lógico final que uno de ellos le quitó el balón.

Ahora bien, al mismo tiempo resulta indispensable comparar la compañía que tiene el capitán argentino en el Inter Miami y la que lo rodea en la selección. En ese primer tiempo absolutamente desbalanceado, se vio al Messi más desprotegido que se pueda recordar. Ninguno de los otros hombres de camiseta rosa -tampoco los más reconocidos como Busquets o Suárez- conseguían escapar de la marabunta azul que les comía los talones cada vez que querían dominar la pelota y, en consecuencia, acercársela con alguna opción de control favorable al que más sabe qué hacer con ella.

Y por otro lado, por mejores individualidades que tengan, ni España, ni Portugal, ni Francia, alcanzan el nivel casi perfecto de funcionamiento colectivo -en defensa y ataque- de esta orquesta diseñada por Luis Enrique hasta en los más nimios detalles. Entonces cabe pensar que las fuerzas pueden tender a igualarse y que un Messi vestido de celeste y blanco podrá mostrar una imagen mucho más cercana a la que el mundo conoce que a la vista durante la primera mitad del partido disputado en Atlanta.

El gol de cabeza de Joao Neves, volante de Paris Saint-Germain, el que abrió la goleada ante Inter Miami por 4-0

Lo comprendió la gente en el estadio, que agradeció su esfuerzo evidente por levantar el nivel competitivo del Inter con gritos de apoyo permanentes, y que sin duda hubiese ovacionado al ídolo si el tiro libre sobre la hora acababa en el fondo del arco de Donnarumma.

El PSG no permitió ni esa sonrisa. Fue la misma máquina implacable que arrolló al otro Inter, el de Milán, en la definición de la Champions, la que vuelve a candidatearse como favorita para levantar la copa, porque más allá de su tropezón ante el Botafogo en la fase de grupos, su manera de dominar y desarrollar el fútbol no parece estar al alcance de nadie. Por lo pronto, ya está en cuartos de final.

El Mundial de Clubes mostró una vez más esas diferencias gigantescas que, de algún modo, lo desacreditan como competencia entre los mejores. Esta vez le tocó sufrir nada menos que al mejor de todos, a Lionel Messi, y será difícil quitarse el mal sabor de la boca.

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