Luego de su paso por Centroamérica, el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, llegará a Buenos Aires en la noche del miércoles. Tendrá el tiempo justo para participar, al día siguiente, de la cumbre de presidentes del Mercosur, pero su agenda no le permitirá, salvo improbables cambios de última hora, llegar a San José 1111 para visitar en su prisión domiciliaria a la expresidenta Cristina Kirchner, tal como auguraban entusiastas miembros de su partido, el PT. Partirá, ni bien culmine el encuentro de mandatarios, de nuevo a su país, donde en los próximos días será anfitrión de una reunión de los Brics, según fuentes argentinas y brasileñas.
Con la casi certeza de que ese encuentro potencialmente problemático no se producirá, el gobierno de Javier Milei espera una cumbre de presidentes “fría” pero “productiva”, con avances sobre todo en lo que más le interesa: la ampliación de la lista de excepciones a los aranceles, vitales para que Argentina pueda lograr su ansiado acuerdo comercial global con Estados Unidos, su principal aliado geopolítico.
A pesar del optimismo oficial, que augura una cumbre sin los chispazos de antaño entre dos presidentes sin feeling personal, Brasil llegará a la reunión con una batería de propuestas que difieren de modo terminante con la cosmovisión y la estrategia internacional libertaria. Medidas como la creación de un “Mercosur verde” o un mayor énfasis en la política de derechos humanos, que Brasil intentará aplicar durante la presidencia del bloque regional, que Lula recibirá de Milei el jueves a mediodía.
En principio, el encuentro del Mercosur servirá para volver a reunir a los presidentes de la región, luego de seis meses de distancia política, aunque sin disidencias fuertes y con silenciosos avances en la política arancelaria, el mayor objetivo que tuvo el país mientras sostenía la presidencia pro-témpore del bloque regional.
Se espera también la delegación del recientemente incorporado Bolivia, aunque los graves conflictos que atraviesa el gobierno de Luis Arce podrían determinar el faltazo del presidente boliviano.
La reunión de presidentes en el Palacio San Martín estará precedida, el miércoles, por las reuniones del Grupo Mercado Común (ministros de Economía y Finanzas) y del Consejo Mercado Común (de cancilleres, que presidirá el canciller argentino Gerardo Werthein). Reuniones que darán una idea de la temperatura de los acercamientos y la magnitud de las distancias entre los cuatro miembros originales del mercado común, todos a la espera de una respuesta de la UE para concretar el definitivo acuerdo entre los bloques.
La reciente confirmación de la condena a la expresidenta Kirchner volvió a dividir aguas en el Mercosur. Mientras Milei se excusaba de opinar por ser “un tema de la Justicia” y cuestionaba repetidamente la “corrupción” kirchnerista, Lula da Silva expresa su solidaridad con la expresidenta e incluso habló por teléfono con ella. El presidente uruguayo Yamandú Orsi, del Frente Progresista, mantuvo un sugestivo silencio y, al igual que el socialdemócrata chileno Gabriel Boric, no deslizó expresiones de apoyo, tal vez a la espera de establecer puntos de contacto con el gobierno libertario, que hasta ahora lo ha tratado con indiferencia.
No se trata de la única disidencia entre Lula y Milei. En el juego de las diferencias aparece el reciente encuentro por el cuidado de los océanos, en Niza, donde ambos presidentes -que sostienen posiciones antagónicas en relación al cambio climático- ni siquiera se cruzaron. En el conflicto de Medio Oriente, las invariables muestras de apoyo de Milei a Donald Trump e Israel la guerra con Irán se contrapone con la postura de Lula, que afirmó no querer “pelear con nadie” y le recomendó al presidente norteamericano estar “menos en Internet y ser más jefe de Estado”. En este punto, el presidente paraguayo Santiago Peña juega en alianza con Milei, mientras Uruguay y Brasil se muestran críticos.
Desde el Gobierno minimizan las disidencias, y aseguran que no se notarán en las reuniones multilaterales. “Se han administrado las diferencias de manera inteligente”, comentan voces de la Cancillería, satisfechos por la inexistencia de roces abiertos, como los que sostenían, por ejemplo, el entonces presidente uruguayo Luis Lacalle Pou y el argentino Alberto Fernández, en el pasado gobierno del Frente de Todos.
En lo relacionado con los aranceles, el Gobierno da por hecho que los presidentes rubricarán el acuerdo de cancilleres de abril, por el que cada país podrá ampliar en hasta 50 rubros las excepciones al Arancel Externo Común, una de las bases del Mercosur. La secretaria para América Latina y Caribe de Brasil, Gisela Padovan, dijo el jueves que esa ampliación “es una concesión de Brasil ante un pedido de Argentina” y afirmó que esa ampliación “temporaria” será efectiva al menos hasta 2028. “Todos estamos moderadamente satisfechos”, dijo Padovan, y definió el acuerdo como “una solución intermedia” entre los pedidos de apertura total del gobierno libertario y las restricciones que solicitaba el de Brasil. “Muy pocos países han podido negociar con Estados Unidos de manera directa”, agregaban desde el Palacio San Martín con satisfacción.
Agenda propia
De todos modos, en la Cancillería saben que la agenda que intentará imponer Lula en los próximos seis meses será bien distinta a la anhelada por el Gobierno. Padovan dio algunas pistas durante el encuentro del jueves con la prensa de su país, al afirmar que el Mercosur debería “mostrarle al mundo su vocación verde”, y convocar a una reunión de ministros de Medio Ambiente (en el caso argentino está Daniel Scioli, que tiene rango de secretario y ostenta además las carteras de Turismo y Deporte).
Otro punto de divergencia seria es el Instituto de Derechos Humanos del Mercosur, que funciona en la ex-Esma y al que el gobierno libertario viene desfinanciando desde hace meses. “Nos gustaría verlo más vigoroso”, dijo Padovan a modo de diplomática advertencia. La agenda 2030 de la ONU, que incluye no sólo la protección del planeta sino las políticas de género que el Gobierno viene rechazando de plano en distintos foros, porque las considera “socialistas”, también son un innegable foco potencial de conflicto. “Puede haber dificultades, pero el diálogo es la mejor solución”, afirmó la embajadora Padovan, en un anticipo de las discusiones que se vienen.