Una trágica saga familiar. El autor consagrado en el mundo que se mató con un tiro de escopeta

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Un 2 de julio de 1961, a las 7.30 de la mañana, en su casa de Ketchum, en el estado norteamericano de Idaho, Ernest Miller Hemingway se pegó un tiro en la boca con una escopeta doble caño calibre 32. Faltaban tan solo 19 días para su cumpleaños número 62.

Fue uno de los más grandes escritores de los Estados Unidos de todos los tiempos. Ganador del Premio Nobel de literatura de 1954, el hombre se había hecho célebre no solo por su pluma, si no también por su espíritu aventurero, que lo llevó a conocer de cerca los grandes conflictos bélicos del siglo XX. Trotamundos, mujeriego, amante de la caza, la comida y la bebida, todo en él, al menos en su imagen hacia el exterior, parecía exudar vitalidad y fuerza…

Ernest Hemingway recibió un Pullitzer y un Premio Nobel, producto de sus crónicas periodísticas y sus relatos y novelas

¿Accidente o suicidio?

Su cuarta esposa, Mary Welsh, aseguró en su primera declaración, que el escritor y periodista se había disparado accidentalmente. Pero el autor de El viejo y el mar era experto en el manejo de armas de fuego, se había cansado de contar que había recibido su primera escopeta cuando tenía 10 años, por lo que la hipótesis del suicidio fue ganando cada vez más espacio para explicar el final de su vida.

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Pero esta hipótesis llevó a una serie de conjeturas, algunas de las cuales permanecen en pie hasta el día de hoy. Básicamente, se trata de explicar qué puede haber llevado a un artista consagrado, sin problemas económicos, rodeado de admiradores y de afectos, a terminar tan drásticamente con su vida. Un final que, a lo largo de generaciones, también tuvieron varios miembros de su familia.

(Original Caption) Ernest Hemingway y su cuarta esposa, Mary Welsh, que fue la que lo encontró muerto en su casa de Ketchum, Idaho

Una infancia que lo marcó

Hemingway nació el 21 de julio de 1899 en un suburbio de Chicago, en los Estados Unidos. Sus biógrafos aseguran que su infancia fue difícil, trascurrida entre una madre que trataba de vestirlo de niña y un padre que muchas veces era violento con él.

En el libro Ernest Hemingway: a Psychological Autopsy of a Suicide, publicado en 2006 por el psiquiatra de la escuela de medicina Baylor College de Houston Christopher D. Martin, el autor expresa: “Desde su temprana infancia (Hemingway) acumuló resentimiento contra el padre que lo golpeaba cruelmente y contra la madre que le había entregado mensajes confusos sobre su identidad. El resultado pudo haber desembocado en una fachada defensiva de hipermasculinidad y autosuficiencia”.

Ernest Hemingway esquiando en Gstaad, Suiza, una de las tantas postales que lo muestran como un hombre aventurero y trotamundos

Fachada o no, Ernest Hemingway exhibió esa masculinidad a lo largo de su vida y de su obra. Nunca se quedó quieto y vivió con la misma intensidad la bohemia parisina de la belle époque como los sangrientos conflictos bélicos que opacaron el siglo XX.

Así, el escritor fue conductor de ambulancias en Italia durante la Primera Guerra Mundial, experiencia que retrató en su libro Muerte en la tarde. Allí recibió también una ráfaga de metrallas en la pierna. Por eso que acabó internado y conoció una enfermera, Agnes von Kurowsky, de la que se enamoró y la que luego le rompería el corazón. al comprometerse más tarde con un oficial italiano. Esa historia, con un final diferente, inspiraría su obra Adiós a las armas.

Hemingway, en los tiempos en que sirvió como chofer, en Italia, durante la Primera Guerra Mundial

Belle époque parisina y caza en África

A comienzos de los 20, en Canadá, Hemingway comenzó oficialmente con su carrera como periodista y escritor. Poco después se mudó a París, donde convivió en una época mágica con grandes artistas de la llamada Generación Perdida, como Gertrude Stein, Scott Fitzgerald, Joan Miró, Ezra Pound o Pablo Picasso. París era una fiesta, la icónica autobiografía del escritor norteamericano, es un reflejo de aquellos tiempos.

Trotamundos incansable, en 1929 visitó por primera vez España, donde participó, en Pamplona, de la festividad de San Fermín. Más adelante, en 1933, viajó a África, donde tuvo una estadía difícil (enfermó de disentería) que plasmó en el libro Las nieves del Kilimanjaro.

Sylvia Beach, editora y escritora norteamericana  y Ernest Hemingway, cuando París era una fiesta

A propósito de África, entre las actividades preferidas del autor estaba la de la caza, por lo que visitó ese continente para practicar esa disciplina hoy absolutamente controversial pero que entonces parecía un sinónimo de hombría.

De hecho, uno de los cuentos más icónicos del escritor, La breve vida feliz de Francis Macomber retrata una jornada de cacería en aquel continente en la que, según la atmósfera que crea Hemingway, en la caza puede descubrirse el coraje o, por el contrario, la cobardía de un hombre.

Ernest Hemingway y Mary Welsh en un hotel en Uganda, en enero de 1954

Contar la Guerra Civil y la Segunda Guerra

Otro de los hechos destacados en la vida de este autor fue su participación como corresponsal para el North American Newspaper Alliance en la Guerra Civil Española (1936-1939). Allí también vivió esquivando la muerte y de ese conflicto surgió una de sus novelas más populares: Por quién doblan las campanas.

El autor, a quien amistosamente le decían también Papá, fue corresponsal de la Segunda Guerra Mundial donde fue testigo, entre otras cosas, del Día D -montado en una lancha que no participó del desembarco- y de la liberación de París, en agosto de 1944.

Mientras tanto, en su vida privada, en todo este tiempo Hemingway había tenido tres esposas, Hadley Richardson, Pauline Pfeiffer y Martha Gellhorn y tres hijos, John, Patrick y Gregory, que más tarde se definiría como Gloria.

martini

Otros casos en la familia

En torno a su familia, un dato que es significativo es que el padre del autor, el doctor Clarence Hemingway, se suicidó en 1928 de un tiro a la edad de 57 años. La trágica determinación fue llevada a cabo con un revólver utilizado en la Guerra de Secesión que había pertenecido al abuelo de Ernest.

De acuerdo con el citado libro del psiquiatra Martin, este no fue el único caso de familiares del autor que se quitaron la vida y así lo explica: “La familia de Hemingway tenía una larga historia de trastornos afectivos y otros desórdenes relativos al suicidio que precedieron el nacimiento de Ernest. Se suicidaron tres hermanos de su generación (Ursula, Leicester y Marceline) y se presentaron suicidios en las dos generaciones siguientes”.

En cuanto a las siguientes generaciones, el caso más resonante fue el de la nieta de Ernest, Margaux, famosa modelo top que se mató con una sobredosis de fármacos el 1 de julio de 1996, a los 42 años. Ella, al igual que su abuelo, padecía una depresión clínica que también habrían compartido otros miembros de la familia.

Margaux Hemingway se suicidó en 1996; padecía depresión Getty Images)

La gloria literaria

La figura literaria de Ernest Hemingway crecía a la par de sus crónicas, relatos y novelas. Los analistas literarios lo consideran el precursor del género policial negro con su cuento “Los asesinos” y su prosa seca y directa, sin aditamentos innecesarios, deslumbró a críticos y público a través de toda su obra. La novela El viejo y el mar, en el año 1952, fue la que lo terminó de catapultar hacia su galardón más rutilante.

Ernest Hemingway pesca en la costa de Uganda; esta era una de sus actividades predilectas

Así, en 1953 recibió el Premio Pullitzer. Y en 1954, el Nobel de Literatura. Su arte había llegado a ser mundialmente reconocido. Casado con su cuarta esposa, Mary Walsh, ciudadano del mundo y con varios proyectos para continuar con su gran carrera de escritor, Papá Hemingway parecía estar en la cima del mundo. Pero era una imagen equivocada.

Luego del suicidio del escritor, su amigo y biógrafo A. E. Hotcher se preguntaba por qué se suicidaría una persona como Hemingway, “a quien muchos críticos consideraban el mejor escritor del siglo, un hombre con un entusiasmo por la vida y la aventura tan grande como su genio, ganador del Nobel y del Pullitzer, con una casa en las montañas Sawtooth, de Idaho, un departamento en Nueva York, un yate equipado para pescar en la corriente del Golfo, un departamento en el Ritz de París y el Gritti de Venecia, un matrimonio sólido, buenos amigos en todas partes”.

Ernest Hemingway recibió el Nobel de Literatura en 1954

La salud mental de Hemingway

La respuesta, que en realidad nadie tiene, podría estar en los problemas de salud mental que arrastraba el genial escritor. Y de los que en aquel tiempo no se hablaba. De acuerdo con un informe de la cadena pública estadounidense PBS, Papá Hemingway sufría depresión severa, delirios paranoides y trastorno bipolar.

Todo ello agravado por antecedentes de alcoholismo, traumatismos craneocefálicos graves y un trastorno genético para metabolizar el hierro en la sangre llamada hemocromatosis, que puede producir fatiga intensa y pérdida de memoria.

Un concurso de dobles de

De hecho, antes de su muerte, el autor había sido internado en la Clínica Mayo de Rochester, en Minnesota, un par de veces. Primero en el mes de diciembre de 1960. Se dijo que era para tratar su hipertensión, pero en verdad llegó allí para el tratamiento de una depresión clínica grave. De acuerdo con PBS, allí se sometió a Papá a una terapia de electroshock que consistió, al menos, en 15 sesiones de golpes eléctricos. Howard Rome, su psiquiatra, le dio el alta en diciembre de 1961.

Pero el escritor no levantaba. Su esposa lo encontró con una escopeta, que sostenía con aire amenazador. Entonces decidieron volver a internarlo. En una de las paradas que el avión hizo en Dakota del Sur, parece que Hemingway aprovechó un momento de distracción de su entorno para dirigirse hacia las hélices prendidas de la aeronave, pero el piloto lo retuvo justo a tiempo para que no se matara.

Hemingway en Pamplona, España, en 1925

El último regreso a casa

El 30 de junio de 1961, Ernest Hemingway retornó a su casa de Ketchum, una gran mansión construida con hormigón y grandes ventanales en la ladera de la montaña, frente al río Wood. De acuerdo con un amigo del escritor de esa localidad, Chuck Atkinson, el autor de El jardín del Edén “Parecía estar de buen humor”.

El comisario del lugar y también amigo de Hemingway, sin embargo, aseveró que encontró a su vecino “más delgado” y con un actuar “deprimido”.

EH1697N          1935Ernest Hemingway posa con sus tres hijos y los peces marlin, que eran su obsesión

El domingo 2 de julio, según registran las crónicas de entonces, el autor se despertó bien temprano en la mañana. Salió de su dormitorio ataviado por la bata que él llamaba “túnica del emperador” y bajó al sótano de su casa. Abrió el gabinete donde guardaba sus armas y escogió su escopeta favorita. La cargó, subió las escaleras y se dirigió hacia el vestíbulo revestido de roble de la mansión.

La detonación despertó a Mary, quien aún dormía en su habitación. Cuando bajó a ver qué sucedía, se encontró con el cuerpo sin vida de su marido. Las palabras de la mujer que llegaron al New York Times para explicar el deceso del gran hombre de letras fueron las siguientes: : “El señor Hemingway se mató accidentalmente mientras limpiaba un arma esta mañana a las 7:30. No se ha fijado la hora del funeral, que será privado”.

Ernest Hemingway descansa

Sentencias premonitorias

Más adelante, distintos indicios que ya han sido descriptos pusieron en duda la versión del accidente.

De acuerdo nuevamente con el libro Ernest Hemingway: una autopsia psicológica de su suicidio, el destino del escritor parecía escrito, ya que tenía una “conducta autodestructiva, bipolaridad” y un “irreparable daño cerebral causado por años de alcoholismo y una personalidad tremendamente narcisista”.

Oa  tumba de Hemingway en Ketchum, Idaho

Dos frases, entre tantas, del propio Hemingway podrían tomarse como un vaticinio de su trágico desenlace. “A mí me gusta mucho la vida, tanto que será un gran disgusto cuando tenga que dispararme a mí mismo”, le escribió al poeta Archibald MacLeish en 1935. Y en 1954, dirigió estas líneas a la actriz Ava Gardner: “Aunque no soy un creyente de los análisis, creo que gasto todo este infierno de tiempo matando animales y pescando ‘marlins’ para de ese modo no matarme a mí mismo”.

La casa de Ketchum, Idaho, donde Ernest Hemingway pasó sus últimos días

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