Al hombre lo vamos a llamar Ariel. Llevaba tres años alternando entre la calle y un parador porteño, tratando de encarar, en sus intervalos de lucidez, una carrera universitaria. Cada desequilibrio derivaba en una hospitalización y el diagnóstico de siempre: esquizofrenia. Al estar en situación de calle, cada intento de tratamiento terminaba en fracaso.
Todo eso cambió cuando el Gobierno porteño inauguró, en mayo del año último, el Centro de Inclusión Social (CIS) Julieta Lanteri, el primero focalizado en varones en situación de calle con trastornos psiquiátricos. Enseguida, Ariel fue derivado a ese espacio y comenzó un tratamiento. Ahora no solo puede sostener sus estudios, sino que hace tres meses fue derivado a otro parador, donde a la par de otros varones trabaja la posibilidad de irse a vivir solo.
El de Ariel es uno de los casos de externación positiva que primero se le viene a la mente a Pablo Carrillo, que es psicólogo social y coordina el equipo terapéutico del parador. “Lo que buscamos es la mejor reinserción social posible para cada uno de los residentes, teniendo en cuenta que todos están atravesados por patologías psiquiátricas”, explica durante una recorrida de LA NACION por el espacio.
Según los datos oficiales más recientes -y mientras se espera los del nuevo relevamiento realizado en mayo de este año-, en noviembre del año pasado el Gobierno porteño había contabilizado 4049 personas en situación de calle: 2813 estaban alojados en paradores y 1236 estaban en la calle en forma permanente. Ese dato significó un aumentó del 23% en relación al registro de noviembre de 2023.
Se trata de una población fuertemente masculinizada: los varones representaron el 73% de la última muestra. También, como sostienen tanto desde el Gobierno porteño como desde las diferentes organizaciones sociales que asisten a estas personas, los trastornos de la salud mental así como los consumos problemáticos están muy presentes.
El CIS Julieta Lanteri es una de las estrategias estatales para acercarse a esta población, que suele ser reacia a alojarse en paradores. En ese sentido, este centro resume un cambio sustancial en la política de paradores de la gestión actual: pasar de los espacios multitudinarios, segmentados apenas por género, a lugares más pequeños y enfocados por temáticas (familias, personas con problemas de salud mental, personas con consumos problemáticos), para que el abordaje sea más enfocado también y, por ende, tenga mayores chances de éxito.
Este parador está ubicado en el barrio de Barracas, a pocas cuadras de la estación Constitución. Es una amplia casona de techos altos, con personal de seguridad privada en la puerta. Las más de 10 habitaciones que posee convergen en un pasillo y las puertas vidriadas permiten ver que la distribución en cada una de ellas oscila entre tres y cuatro camas. El espacio cuenta con 32 vacantes de las cuales 30 se encuentran ocupadas.
“Si bien todavía contamos con espacios grandes, sabemos que los de menor tamaño facilitan la convivencia y también el trabajo de los equipos que los conducen. Es muy difícil seguir cada caso cuando albergás a 100 personas en un mismo lugar”, explica Gabriel Mraida, ministro de Desarrollo Humano y Hábitat, organismo responsable de la red de 47 centros de inclusión social para personas en situación de calle. Hay espacios gestionados directamente por el organismo, otros gestionados por ONG y otros de gestión conjunta.
El Julieta Lanteri es un claro ejemplo. En el equipo a cargo de la gestión confluye tanto personal que depende del Gobierno porteño como miembros de la Fundación Camino de Vida, que trabaja sobre patologías de salud mental con fuerte foco en los consumos problemáticos.
Desde el Gobierno porteño informan que este espacio es el primero en su tipo en toda América Latina. “No solo cuenta con un equipo especializado en abordar los padecimientos mentales de las personas en situación de calle sino que dispone de un espacio acorde para sostener el tratamiento”, explica Débora La Boccetta, coordinadora tanto del espacio como del área de Situación de Calle y Salud Mental del ministerio.
Son tres los caminos posibles que llevan a este parador. En algunos casos, los residentes fueron derivados desde otro parador de varones porque se encuentran atravesando algún padecimiento de salud mental y necesitan un seguimiento pormenorizado. En otros, llegan después de pasar un tiempo hospitalizados, con indicación de continuar un tratamiento psiquiátrico ambulatorio y, al estar en situación de calle, no tienen manera de sostenerlo.
“También puede pasar que los encontremos en situación de calle con claros indicios de una patología. En ese caso, le damos intervención al hospital de la zona y de ahí, si se confirma el cuadro, son derivados a este lugar”, explica Mraida.
En todos los casos, explican los referentes del espacio, la permanencia es voluntaria. “Hemos tenido casos de personas que prefirieron no hacer el tratamiento y volver a la calle, pero por suerte la proporción es mínima”, dice Carrillo, quien agrega que, desde su inauguración, ya pasaron unas 90 personas por el parador.
El lugar se ve limpio y ordenado. Los mismos residentes están a cargo de la limpieza de las habitaciones y del lugar. “Los martes y los viernes son los días de limpieza”, suma Carrillo.
Es la hora de la siesta y algunos residentes duermen. El resto se congrega en los dos espacios de usos múltiples que cuentan, cada uno, con un televisor. Mientras que en uno se suceden videos de cantantes latinos, el otro pasa una película. La convivencia entre todos parece darse en armonía. “Se sostienen entre ellos mismos. Si ven que alguno está mal, vienen y te avisan”, cuenta La Boccetta.
La cocina es blanca y está iluminada por la luz que llega de una ventana que da al jardín. Desde allí se organizan las cuatro comidas. El almuerzo y la cena llegan en viandas preparadas.
El jardín es amplio y está bien cuidado. “Cuando el clima lo permite, realizamos actividades acá”, explica Carrillo. Por la galería que conecta el interior con el exterior, un residente suelta el andador y se ejercita con una breve caminata. Llegó al dispositivo después de la intervención de un equipo del 108, que lo había encontrado arrastrándose en una plaza.
“Da mucha impotencia”
Jesüs Aizaga hace una pausa entre video y video y se acerca a hablar con LA NACION. Tiene 42 años y una cicatriz importante en el costado izquierdo de su cabeza. Arranca contando que nació en Entre Ríos. “Yo consumía sustancias hasta que un día la cabeza no me dio más”, dice. No recuerda cómo terminó en situación de calle pero sí que pasó por varios paradores hasta llegar a donde ahora está. “Acá todo es en comunidad, eso está bueno”, afirma.
Jesús dice que en el CIS todos arrancan el día con una resolución, como ser más tolerantes o más comunicativos. Después, entre comida y comida, alternan entre los tratamientos de cada uno y talleres. “Mi favorito es el de música. El profe es re copado”, asegura.
Mraida explica que todas las noches se encuentran con personas en situación de calle con signos de tener algún padecimiento de salud mental. “Da mucha impotencia cuando no quieren que los ayudemos. Pero según la ley de salud mental, si no acceden en forma voluntaria, no podemos hacer nada, a no ser que se encuentren en riesgo cierto e inminente. ¿Qué mayor riesgo que estar a la intemperie con este frío?”, se pregunta el funcionario.
Buena parte de los residentes, cuenta Débora La Boccetta, llega sin documentación que acredite quiénes son y si alguna vez estuvieron en tratamiento. “Les tomamos las huellas para identificarlos y después rastreamos en todas las jurisdicciones para tratar de reconstruir su historia clínica”, explica. La pregunta que se impone es una: ¿qué vino primero: la calle o el trastorno de salud mental? “Con mis 15 años de experiencia en el tema, puedo decirte que en la gran mayoría de los casos fue un brote psicótico lo que los dejó en la calle”, asegura.
Un parador para casos de adicciones
Desde hace dos semanas, la Fundación Camino de Vida gestiona otro CIS igual de necesario que el Julieta Lanteri. Está ubicado en el barrio de Monserrat y hace foco en varones con consumos problemáticos que están alojados en otros paradores. Tiene 40 vacantes.
“Para llegar a este lugar es clave tener ganas de iniciar un proceso de recuperación. Nuestro lema es que se puede salir adelante”, dice Mariano Serantes, director de la Fundación. Su oficina está en la planta baja de una casa antigua que tiene dos pisos y varios entrepisos.
El acceso principal está en el primer piso. En el recibidor, dos empleados de seguridad revisan a todos los que ingresan. Allí también se encuentran los lockers con las pertenencias de los residentes.
El SUM está contiguo al recibidor. Es la hora de la merienda y algo más de una decena de residentes toma una infusión con galletitas de agua. Algunos conversan con personal del espacio. Otros hablan entre sí o miran la televisión. En una de las paredes se anuncia que habrá noche de película: “Intensa Mente”, de Disney.
Unas 25 personas entre psicólogos, psiquiatras, psicólogos sociales y talleristas trabajan para que los residentes realicen su tratamiento durante el día y, en paralelo, asistan a diferentes talleres, como yoga, educación física, arte.
“Siempre hay gente para escucharlos o para proponer alguna actividad. Lo importante es que tengan la cabeza ocupada y no piensen en consumir”, explica en un salón contiguo al SUM, vía de acceso al balcón, el único lugar en donde está permitido fumar.
Serantes explica que algunos de los alojados trabajan durante el día. “Son bacheros o lavan autos. Lo que necesitan cortar es el impulso que los lleva a consumir no bien cobran su sueldo, eso es lo que trabajamos con ellos”, dice.
Tal es el caso de Ezequiel Vargas, un joven de 28 años. “Empecé a consumir cocaína a los 15 y fui perdiendo todo, hasta terminar en la calle”, dice. En los intervalos que pasó limpio, tuvo diferentes trabajos: ayudante de cocina, bachero, encargado de un kiosco. “Una vez cobré una plata grande y me la gasté en consumir”, recuerda.
A su lado está Nicolás Aquino, de 34 años. Arrancó consumiendo cocaína a los 16 y, con el tiempo, saltó a la pasta base. “Todo se volvió incontrolable”, dice con los ojos vidriosos. “Llegué a temer por mi vida”, baja la mirada. “Ahora que estoy limpio, siento que volví a ser un ciudadano”, agrega mientras se ceba un mate.
“Sobre las personas en situación de calle que están en consumo pesan todos los estereotipos juntos. Son los fisuras, lo que no sirve. La gente los evita, se cruzan de vereda y ellos lo ven”, dice Serantes. “Son personas con mucho dolor, que portan un trauma irresuelto. Acá les ofrecemos los recursos para que puedan rearmarse y reconectar con la vida”, agrega.
El espacio no solo apunta a la recuperación sino también a la reinserción social y laboral de los alojados. “Para subsistir en la calle, tuvieron que echar mano a sus habilidades, a su inteligencia. Cuando les preguntás qué saben hacer, te encontrás con que uno fue albañil, otro camionero, otro sabe de herrería. Reconectan con su vida anterior”, agrega.
Serantes trata de ser cauto cuando dice lo que dice porque, remarca, el espacio tiene menos de un mes de vida. “Pero confiamos en que todos los que están y los que vayan pasando logren estar en condiciones de capacitarse, de reforzar algún oficio, de conectar con el mundo del trabajo”, dice confiado. “Si están acá es porque quieren tratarse. Eso, ya de por sí, es un éxito”.
Más información:
- Si notás que la salud de una persona en situación de calle está en peligro, tenés que llamar a los números de emergencia de tu distrito para que la asistan de manera inmediata.
- Si estás de paso, advertí sobre la situación a los comercios de la zona.
A dónde llamar
- Ciudad de Buenos Aires: 108
- Provincia Buenos Aires: 911
- Mar del Plata 147
- La Plata WhatsApp 221 672 3338
- Bariloche 103
- Ciudad de Córdoba: WhatsApp 351-595-0589, 103 y 108 (Defensa Civil)
- Corrientes 147
- Formosa 102
- La Pampa 911
- La Rioja 108
- Mendoza 261 559 2975
- Neuquén WhatsApp 299 520 38 80
- Rosario WhatsApp 341 544 01 47
- Salta 911 o 105
- San Juan 102
- San Luis 0800 333 0800
- Santa Fe 0800 777 5000
- Santiago del Estero 103
- Tucumán 103
Guía LA NACION
- Cuál es la mejor forma de ayudar a quienes están en situación de calle. LA NACIÓN armó una guía con 50 maneras de solidarizarse con las personas que duermen a la intemperie. Podés entrar haciendo click aquí.