“Hice una casa donde me gusta estar y donde viví la mayor parte de mi vida. La compré en el 93 y en 2018 le sumé el taller”, nos cuenta Jessica Scarpati, dueña del catering y el café Jacinto y, desde hace poco, del emprendimiento de productos artesanales y deco, 7&diez.
“En un mundo loco y acelerado, con humildad y del todo convencidas, insistimos en el toque humano, auténtico y reflexivo”, comparte Jessica sobre lo que guía a 7&diez, cuyos diseños nacen muchas veces en este taller donde confiesa pasar la mayor parte del tiempo y dejar ser su costado más creativo.
Entre el 2010 y el 2014, Jessica tuvo un restaurante en su casa. En aquella época intensa de su vida, recuerda que las mesas llegaban hasta su cuarto, que tuvo que mudarse a otro lugar y que su cocina fue también el set de filmación del programa de cocina de Narda Lepes.
“Al principio, amaba ser anfitriona. Pero, de a poco, dejé de disfrutarlo. Y yo todo lo que hago lo tengo que disfrutar. Desde que cerré, siempre tuve en mente abrir mi propio local”.
La llegada de Ayelén Gómez Kort, su socia, fue clave. “Fue la primera en ‘casarse’ con Jacinto y 7&diez, tomó esos proyectos como propios. Ella se dedica a la parte más operativa, de gestión, y yo a la creativa. Hace cuatro años trabajamos en equipo y hace uno que somos socias”.
El arte de crear
“7&diez es una forma de decir te quiero, es un devenir hacia la naturaleza, es dejar andar las líneas que me atraviesan, es seguir desde mis manos”, define.
Con el pasar del tiempo, fue incorporando nuevos productos tales como delantales, repasadores, individuales, vajilla, bolsas de tela, canastos, tablas y pequeños animalitos en madera hechos con sus propias manos y algunos de artesanos del Chaco.
“Cada vez quiero estar más acá y menos en la cocina. Estoy en un proceso en el que me estoy permitiendo más el juego. Antes no lo hacía, porque vengo de una familia estructurada, alemana. Hoy estoy en un buen momento. Al taller vengo a jugar y a probar, sin saber bien qué voy a hacer. Quizás, en esa búsqueda, sale algo bueno. La idea es hacer cada vez más productos”.
Jessica se considera cocinera, pero también una persona muy manual y creativa. “Aprendí primero serigrafía, después cianotipia, que me encantó, y ahora estoy incursionando en la cerámica“.
“Es como si quisiera ser una suerte de traductor; encontrar, en la naturaleza, un lenguaje“.
Los que conocen personalmente a Jessica, destacan “la confianza en el hacer” como su mayor virtud. Cuando empezó con Jacinto, confiesa que no hizo ningún curso en el que le enseñaran cómo ser empresaria. Fue aprendiendo sobre la marcha (además de defender su proyecto “a capa y espada” ante la mirada de su padre).
Inspiración norteña
En 2022, tuvo la oportunidad de hacer un viaje por el norte del país con una gran amiga, la artista plástica y florista Cecilia De La Fournière. Recorrieron Chaco, Formosa, cruzaron a Paraguay y volvieron por Misiones. “Recuerdo bajar por el Río Bermejo y ver la naturaleza más virgen. Era como estar en aquellos cuentos de la selva que eran mis favoritos de chica. Me acuerdo que la gente nos decía ‘las biólogas’ a Ceci y a mí, porque íbamos anotando, oyendo, juntando y mirando”.
Fue en ese viaje que conoció a Mónica Silberio, de quien aprendió el arte de la cestería. “¡Volví fanatizada!“, se ríe. También, a Nancy Benito Coronel, experta en trabajar la madera. «La línea de productos que estoy haciendo ahora tiene mucho del Chaco, de su flora y su fauna”.
Pero, antes de Chaco, vino Jujuy. “Viajaba ahí porque me hacía acordar mucho a Guatemala, donde viví seis años con mi familia. Mi madre era de ahí y solía llevarnos a recorrer mercados y pueblos de la zona. Jujuy es mi segundo amor. Mi papá siempre me cuestiona que me guste más el norte que el sur, porque mi familia es de Bariloche, y yo le respondo que me emociona su parte humana, su cultura, sus artesanos y la pureza de su tierra. Ves la montaña y sus entrañas, el color de la tierra. Todo es una belleza”.
En las creaciones de Jessica, también hay una gran influencia de Guatemala. El año pasado pudo ir y recordar viejas épocas. Próximamente, lanzará remeras y delantales con un diseño inspirado en el país.
De sus hermanas, Jessica es la del medio y “la más disruptiva”. Sandra y Martina Scarpati, hacen arreglos florales en De Verdes y Flores y también cerámica. Para 7&diez, pintan tazas que están a la venta en el local. “Por mi papá viene la parte italiana, la de la comida; por mi madre paisajista, el amor por las plantas y los pájaros; por mi abuela, la parte artística… ¡Aunque no le gustaba mi costado rebelde!“.
Jacinto Almacén
Hace un año, Jessica y Ayelén, abrieron el primer local a la calle de Jacinto, en pleno centro de San Isidro, diseñado por la arquitecta Julia Canevaro, sobrina de Jessica.
Lo definen como “un almacén gourmet” donde no solo hay diferentes platos, pastelería y conservas hechas especialmente por ellos, sino también textiles, cuadernos en cianotipia, vajilla de cerámica artesanal y objetos de decoración hechos artesanalmente por Jessica y por diferentes emprendedores del interior del país.
Si bien la gastronomía y la cafetería es su fuerte, de a poco la gente que lo visita sabe que “tiene cosas diferentes” como un set de platos enlozados de animales hechos artesanalmente y traídos especialmente del Galpón del Edén, en General Acha, La Pampa. “En nuestros viajes al sur con mi hermana, reservamos un hotel a la vuelta y nos encanta ir al galpón a las ocho de la mañana y conseguir objetos únicos”.
“Me encantaría dedicarme más a Siete y Diez y tener libertad de viajar. Son muchos años de estar dedicada al mundo gastronómico”.
Jessica Scarpati, dueña de Jacinto y Siete y Diez
El otro día, una señora visitó el local y le dijo a Jessica que había ido a su casa, en el momento en el que funcionaba su restaurante a puertas cerradas. “Me pasa también con chicas jóvenes, que ahora deben tener como veintipico. Me cuentan que venían de chiquitas, que se acuerdan de cuando su mamá las traía a comer a casa. Es muy lindo que suceda eso”.