“Un día, hace muchos años, me acuerdo de un picnic de exalumnos. Estuvimos ahí enfrente, en ese pedacito. Aquel. Y yo miré a la residencia, miré este edificio y lo soñé. Antes de Maradona compré este departamento. Salvo que me saquen otra vez, de acá no me voy más”. Guillermo Coppola hace memoria parado junto al ventanal del piso 10 de su departamento de siempre, ubicado sobre la Avenida del Libertador a poca distancia del Monumento a los Españoles, con una vista privilegiada de los bosques de Palermo y más, allá, del Río de la Plata.
En ese momento, la mirada del histórico representante de Diego Maradona se concentra en un punto fijo de los bosques de Palermo que aparecen del otro lado de la calzada, que a esa hora temprana de la mañana empieza a llenarse de vehículos.
Con el bailoteo característico de sus manos, Coppola señala a LA NACION el lugar del que surgieron los recuerdos. Una puerta cerrada que divide en dos el amplio living del departamento no deja ver lo que pasa del otro lado. Todavía no salió el sol y el lugar ya registra un intenso movimiento de objetos y personas: cámaras instaladas en pesados soportes de hierro, atriles, reflectores, lámparas y cajas de las que salen y entran con delicadeza los elementos de precisión usados en las filmaciones.
Hay cables por todas partes, desplazamientos sincronizados (nadie improvisa) y en la mayor parte del tiempo reina un silencio que a cualquier extraño le resultaría llamativo considerando la cantidad de gente que ocupa ese espacio tan pequeño. Todos saben de sobra que si no hay silencio es imposible grabar una toma.
En el amanecer del lunes 30 de junio, con su ambientación íntegra (incluyendo un jarrón lleno de historias y leyendas) como marco, el elegante piso en donde Coppola vive con su familia se transforma por un rato en un set de rodaje completo. Todos se apuran porque hay que trabajar (y filmar) contrarreloj. Son las 7.30 del día más frío del año en Buenos Aires y una hora después el lugar tiene que quedar como estaba antes de la invasión.
Aquí comienza la jornada 36 del calendario previsto para la filmación de la segunda temporada de la serie Coppola, el representante, que verá la luz en la plataforma Disney+ en una fecha todavía incierta. Falta poco para completar los 45 días del plan original de producción, que arrancaron con una larga etapa de siete semanas en Uruguay, continuó en Buenos Aires desde el lunes pasado y se completará la semana que viene en Nápoles (Italia), donde viajarán el director Ariel Winograd, el actor Juan Minujín y parte del equipo técnico y artístico.
Después llegarán unos diez meses por lo menos de edición y postproducción para dejar en manos de Disney la decisión final del momento del estreno de una continuación que se espera con ansiedad después de la muy buena recepción de la temporada inicial. “Lo que me pasa hasta ahora con esta segunda temporada es algo que me pasa siempre, que nadie espera nada”, dice a LA NACION Winograd, showrunner y director de la serie. En su cabeza luce una gorra con el apellido Coppola impreso en destacadas letras doradas. “Es una edición limitada de 20 ejemplares que se hizo para la primera temporada”, destaca.
En La Boca
Veinticuatro horas después todo el equipo se muda a la Bombonera para registrar nuevas imágenes. El escenario cambió por completo, pero lo que permaneció intacto fue el frío. El lunes, por exigencias del guión, Minujín tuvo que salir en remera al balcón del departamento con la temperatura mínima del día (2 grados) para grabar varias tomas de una breve conversación telefónica. Para lograr de nuevo una minuciosa (y muy elogiada) caracterización de Coppola, el actor se somete cada día a cuatro horas de preparación en la sala de maquillaje. Y la jornada arranca muy temprano: el martes 1° llega a la Bombonera ya listo para grabar con la perfecta cabellera blanca que luce un Coppola cincuentón en su cabeza, a las 7.45 de la mañana.
“La temporada 1 nos dio una libertad de juego absoluto. Yo me divierto mucho haciendo esta serie y convoco desde mi lugar a todos los que participan del proyecto a proponer, dar lo mejor y potenciarse. Hay 10 millones de ideas que se pensaron antes y se descartaron, pero la libertad de recursos visuales y de guión que tuvimos en la temporada inicial se potencian en la segunda”, explica Winograd.
Sin revelar los detalles más llamativos, que seguirán ocultos hasta el estreno, el director solo adelanta que la nueva temporada se concentra mucho más en Coppola como personaje y en todas las decisiones que deberá tomar en un arco temporal muy amplio. “Esta temporada para mí va a ser más fellinesca. Nos pusimos mucho más italianos. Va a haber homenajes a miles de cosas, pero sobre todo algo de la narrativa de lo que representa Coppola como tano-argentino. Vamos a jugar mucho con la estética del neorrealismo y de la comedia a la italiana”, agrega el director, sentado al sol en la platea baja de la cancha de Boca, el club de sus amores, luciendo por segundo día consecutivo la gorra con la inscripción del apellido del personaje principal. Casi casi una cábala.
El verdadero Coppola no acompaña al equipo en la jornada que se filma en la Bombonera desde la mañana del martes. Pero es el anfitrión perfecto de todo el trabajo que se hizo en la víspera, un lunes de temperaturas bajísimas.
Para todo el equipo es una presencia cercana y afectuosa, y también casi una leyenda. En los albores del lunes, cuando todavía es de noche, baja con una sonrisa plena a saludar a Minujín, que graba una escena sobre la vereda sentado en el interior de un Twingo, un auto minúsculo desde el que muestra (en el comienzo de la segunda temporada) la estrechez económica a la que se enfrenta.
Recordemos. Este momento del rodaje transcurre en el mismo lugar en el que culmina la primera temporada, disponible en Disney+. Como garante de Maradona, Coppola debe afrontar las consecuencias del desastre derivado de la destrucción de la casona de Barrio Parque. Se queda en Buenos Aires y declina la invitación del jugador para viajar a Cuba, lo que abre un impasse y distancia a ambos.
“Al verlo a Juan empecé a entender la diferencia entre una imitación y una interpretación. Juan interpreta, no imita. Me di cuenta porque cuando se junta conmigo un minuto, aunque sea para saludarnos, cuando me está mirando: gestos, actitud, ¡el ojo! Me sorprendió gratamente, por supuesto, y empecé mucho más a respetar la actuación”, dice Coppola sobre Minujín. Detrás del representante, expansivo y sonriente como siempre, aparece su mascota, un pequeño, inquieto y encantador maltés blanco llamado Teo, que se cuela en todas partes y no tarda en hacerse querer por todo el equipo “invasor”.
“Un fenómeno”
Dice el verdadero Coppola que nada lo impresionó más que el “histrionismo superlativo en todos los órdenes” de Minujín al personificarlo. “Interiormente Juan tiene mucho de mí –explica con su inconfundible verborragia-. Me dí cuenta de que es un fenómeno ya en algunos abrazos con murmullos. Aprendí a quererlo, a respetarlo. Es un fenómeno como todo el equipo”.
Ajeno a la conversación y a lo que Coppola dice de él a muy poca distancia, Minujín sale al balcón varias veces para registrar tomas de la escena prevista en el guión (firmado como en la primera temporada por Gastón Duprat, Mariano Cohn y Emanuel Diez). Al termino de cada una un asistente le acerca un abrigo. El frío es inclemente.
Al día siguiente, las temperaturas bajas seguirán hostigando al equipo en la Bombonera. Minujín empieza la jornada grabando en uno de los palcos un tenso diálogo con el tesorero de Boca, personificado por Roly Serrano. La escena está ambientada en 1999, cuando el palco que pertenece a Maradona está a punto de rematarse por una deuda millonaria. Entre toma y toma, el actor recupera la temperatura de sus pies colocándolos sobre una bolsa térmica. “También tengo prendas térmicas debajo de toda esta ropa”, dice antes de volver a la escena de una segunda temporada que recorre cuatro décadas en la vida de su personaje.
“Es un desafío enorme –comenta a LA NACION-. Pero a la vez es muy lindo como actor armar el viaje de cómo se irá transformando esa persona a lo largo de tantos años. Coppola es inagotable. Podría ser un personaje que aparece como viajero en el tiempo y estar en la Luna o en la Revolución Rusa como una especie de fixer que recorre distintas épocas arreglando cosas”.
De parte del verdadero Coppola, lo que más reconoce y agradece Minujín es la libertad que le concedió para reinterpretar su vida desde esta historia de ficción. “Hay cosas de él que exageramos y a las que le subimos mucho el volumen. No tiene ninguna preocupación con respecto a eso. Ahora lo conozco mucho más, tenemos una relación mucho más grande y puedo definirlo como un disfrutador, alguien que vive con alegría y agradecimiento”, agrega.
Poco después, cerca del mediodía y con la ayuda de un espléndido sol invernal que cae a pleno sobre el césped de la cancha de Boca, Minujín aparece en la boca del túnel saludando con los brazos en alto a una multitud imaginaria, porque la Bombonera está vacía. Solo se ve al costado a un puñado de participantes de una visita guiada recorriendo la bandeja inferior de una de las cabeceras, indiferentes a las imágenes que registra el pequeño equipo técnico y artístico comandado por Winograd.
Vestido con un traje color crema y camisa blanca, el Coppola de Minujín no entra solo al campo de juego. Lo acompaña un misterioso joven de acento extranjero (James Snyder, joven actor californiano radicado en Uruguay) interpretando a un personaje sobre el cual nadie del equipo técnico y artístico dice una sola palabra. Su lugar en la trama todavía no puede revelarse. Los dos caminan por el borde de la cancha y luego aparecen en el mismo palco donde un rato antes Minujín conversaba con Serrano. La misma cámara que los acompañó en el paseo por el césped, ubicada en las primeras filas de la platea baja, ahora registra a la distancia el diálogo que el Coppola de ficción y su interlocutor extranjero mantienen en el balcón del palco, del otro lado de la cancha.
A Winograd le gusta mezclar en la misma escena planos cercanos y otros registrados desde mucho más lejos. De hecho, ese diálogo madrugador que Coppola mantiene por teléfono en el balcón del departamento de la Avenida del Libertador se graba con dos cámaras. Una está a un par de metros del actor y la otra aparece ubicada en la vereda de la Avenida del Libertador que está sobre el parque, próxima al cruce con Sarmiento.
Cada día, un piletazo
La multiplicidad de estilos, géneros y modos visuales utilizados por Winograd en la primera temporada seguirá en la segunda. Al director, según cuentan en su equipo, le encanta jugar y experimentar con distintos lentes, filtros y formatos en materia de imagen para contar la historia de un personaje que se escapa de cualquier tipo de molde.
“Cada día es un nuevo piletazo”. -dice Minujín sobre el trabajo cotidiano con el director-. Es llegar a la locación, juntarse con los otros actores y empezar a reinventar un montón de cosas ahí, sobre la marcha. Improvisamos mucho, porque hay poca especulación acerca de cómo vemos al personaje. Nos llevamos muy bien artísticamente. Yo lo leo muy rápido y a él le pasa lo mismo conmigo. Es como estar un poco de novio con el director porque terminamos de grabar a las 7 de la tarde y nos seguimos mandando mensajes hasta la medianoche con cosas que nos parecieron divertidas durante el día. Así llegamos a la próxima grabación con un montón de cosas que queremos probar”.
Entre la primera y la segunda temporada de Coppola, el representante, Winograd y Minujín se reencontraron para llevar adelante el rodaje de Menem, otra serie enfocada en la vida de los protagonistas de la década del 90 en la Argentina que desde la próxima semana (se estrena el jueves 9 de julio) estará disponible en Amazon Prime Video. Ambas producciones en un punto funcionan desde el diseño casi en espejo, porque sus respectivas temporadas tienen seis episodios, cada uno con algo más de media hora de duración.
¿Se cierra la historia de Coppola, el representante, con esta segunda temporada que todavía no terminó de grabarse? “Nunca se sabe. Nunca se sabe”, responde Winograd en medio de la Bombonera vacía. En su cabeza siempre hay otra vuelta para un personaje que siempre deja a la vista alguna nueva capa digna de mostrar y de contar.
Pero no se queda con la duda. “Yo quiero hacer una película de Coppola –dice con seguridad-. Me encantaría hacer una película para plataformas, no para cine, sobre Coppola como agente internacional. Directamente en un género tipo La pistola desnuda. El personaje lo permite porque tiene algo muy gracioso. Se la pasa todo el tiempo primero mandándose c…. y después arreglándolas”.