El 6 de julio de 1944, un incendio durante una función del circo Ringling Brothers and Barnum & Bailey en Hartford, Connecticut, provocó la muerte de al menos 167 personas y dejó cientos de heridos. De acuerdo con Smithsonian Magazine, el desastre marcó un antes y un después en la seguridad de espectáculos públicos en Estados Unidos y dejó una cicatriz imborrable en la historia local.
Una función que prometía alivio en tiempos de guerra
El circo había llegado a Hartford en medio del clima de tensión de la Segunda Guerra Mundial, apenas un mes después del desembarco aliado en Normandía. El Hartford Courant anunció el espectáculo como una oportunidad de distracción para una población golpeada por el conflicto.
La función del 6 de julio a las 14:15 reunió principalmente a mujeres y niños. Entre ellos, Peter R. Bortolan, de seis años, asistió con sus padres. “Fue un caos total, porque la gente estaba en pánico tanto por el fuego como por el temor a que los animales se soltaran”, recordó Bortolan, citado por Smithsonian Magazine.
El fuego comenzó a las 14:40 en el extremo suroeste de la carpa principal, propagándose rápidamente debido a la mezcla de parafina y gasolina con la que había sido impermeabilizada la lona. El pánico se apoderó de la multitud.
Desesperación y actos de valentía
Los espectadores intentaron evacuar, pero las salidas eran escasas y varios pasillos estaban bloqueados por estructuras para animales. Muchos no sabían que podían huir por debajo de la lona lateral y se dirigieron hacia la entrada principal, ya envuelta en llamas. Robert Payne, de cinco años, recordó: “Mi padre pensó que era parte del acto. No se dio cuenta de que era real”.
En medio del caos, algunas personas alzaron a niños por encima de las barreras, empleados ayudaron a guiar al público y los cuerpos de seguridad actuaron con rapidez. En menos de diez minutos, la carpa colapsó, atrapando a decenas de personas, en su mayoría mujeres y niños.
Impacto inmediato y cuestionamientos
Los heridos fueron trasladados a hospitales locales, desbordados por la magnitud de la emergencia. Smithsonian Magazine informó que todos los empleados y animales sobrevivieron, pero la comunidad quedó profundamente afectada. “El mundo ya no era el mismo. Todo lo que el Día D había hecho para levantar el ánimo se desvaneció”, dijo Bortolan.
La tragedia generó preguntas inmediatas sobre la falta de preparación. Se evidenció la ausencia de equipos contra incendios, la escasa coordinación entre autoridades y el uso de materiales altamente inflamables.
Una causa sin respuesta definitiva
Aunque se manejaron hipótesis como una colilla o un fósforo mal apagado, la causa del incendio nunca fue determinada. En 1950, Robert Dale Segee, exempleado del circo, confesó haberlo provocado, pero luego se retractó. Décadas más tarde, una investigación oficial ratificó que la causa permanecía “indeterminada”.
Cinco trabajadores de la empresa fueron condenados por homicidio involuntario. Según Stewart O’Nan, citado por Smithsonian Magazine, los tribunales permitieron que el circo continuara operando para afrontar las indemnizaciones, que alcanzaron los 4 millones de dólares (alrededor de 50 millones actuales). El último pago se realizó en 1950.
La huella emocional: Little Miss 1565
Entre las víctimas, una niña sin identificar, apodada “Little Miss 1565”, se convirtió en símbolo de la tragedia. En los años 90 se propuso que era Eleanor Emily Cook, pero las dudas persisten. En 2019, se realizaron pruebas de ADN sin resultados concluyentes.
El dolor trascendió generaciones. Mike Skidgell, autor e investigador, afirmó que muchas familias nunca hablaron del suceso. Payne sufrió pesadillas durante décadas, y Anita Bryant, hija de una sobreviviente, relató: “Ese día entendí por qué nunca volvimos a un circo”.
Reformas y memoria viva
Tras la tragedia, la empresa adoptó lonas ignífugas y mejoró las salidas de emergencia. No regresó a Hartford hasta 1975, en un recinto cerrado. En su 70º aniversario, el Hartford Courant destacó la “mejora casi inmediata y masiva” de las normativas contra incendios en todo el país.
Las nuevas regulaciones incluyeron mejores rutas de evacuación, carpas resistentes al fuego y capacitación obligatoria para el personal de emergencia.
En el lugar del incendio se construyó una escuela primaria y un memorial que cada año reúne a sobrevivientes y familiares. Para O’Nan, “fue una tragedia comunal, una respuesta comunal, y esperas una sanación comunal, que lleva vidas”.
La historia del incendio del circo de Hartford sigue presente en la memoria colectiva de la ciudad. Más de ocho décadas después, continúa siendo un recordatorio del impacto de la negligencia y de la necesidad permanente de garantizar la seguridad en eventos públicos.