“En un abrir y cerrar de ojos, todo cambió. Las aguas llegaron rápido, demasiado rápido. Las casas se inundaron, los caminos desaparecieron y la gente fue arrastrada”, relató el reverendo Jasiel Hernandez Garcia ante los feligreses de la First Presbyterian Church of Kerrville.
La mañana del domingo, la luz atravesaba los vitrales mientras unas 200 personas intentaban asimilar la magnitud de la tragedia que azotó a su comunidad. El mensaje del pastor, dirigido a los niños, fue directo: “Está bien estar enojado por lo que ha pasado. Está bien tener mucho miedo. Está bien estar terriblemente triste”.
La noticia principal es que al menos 82 personas murieron en las inundaciones que arrasaron el centro de Texas el viernes, entre ellas 28 niños, y decenas siguen desaparecidas, en lo que las autoridades describen como una de las peores inundaciones de agua dulce en décadas.
El desastre golpeó con especial dureza al Camp Mystic, un campamento cristiano a orillas del río Guadalupe, donde 10 niñas continúan desaparecidas. El gobernador de Texas, Greg Abbott, visitó el lugar y calificó la escena como “nada menos que horrenda — ver por lo que pasaron estos niños”.
La catástrofe se desencadenó en la madrugada del 4 de julio, cuando 750 campistas dormían en literas, esperando un día de celebraciones con fuegos artificiales y golosinas junto al río. En vez de eso, muchos despertaron sobresaltados por truenos y relámpagos, mientras otros fueron sacados de la cama por los gritos y el estrépito de vidrios rotos: los consejeros adolescentes rompían las ventanas de las cabañas con piedras para rescatar a los niños de las aguas que subían a toda velocidad.
En las cabañas Twins y Bubble Inn, donde dormían los más pequeños, el agua entró desde dos frentes: el ramal sur del Guadalupe y un arroyo cercano. “Se arremolinó alrededor de esas cabañas como un inodoro”, describió Craig Althaus, quien trabajó 25 años en el campamento.
La National Weather Service emitió la primera alerta de inundación a las 13:18 del jueves, advirtiendo de 1 a 2 pulgadas (25 a 50 mm) de lluvia generalizada y la posibilidad de un evento de impacto mucho mayor durante la noche. Sin embargo, las condiciones atmosféricas jugaron en contra: masas de humedad del Golfo de México se adentraron en Texas, en la zona conocida como “Flash Flood Alley”, y el sistema se estancó, descargando lluvias catastróficas en pocas horas. Las alertas más graves llegaron a la 1:14 del viernes, pero muchos residentes aseguran que nunca las recibieron.
A esa hora, la región estaba repleta: 18 campamentos de verano y miles de personas celebraban el feriado en tiendas y cabañas, muchas de ellas propiedad de familias texanas desde hace generaciones. El gerente municipal de Kerrville, Dalton Rice, salió a correr junto al río entre las 3:30 y las 4:00 y solo notó una lluvia ligera. Al regresar a las 5:20, el río había subido de 2,1 a 8,8 metros (7 a 29 pies) en cuestión de horas.
El relato de los sobrevivientes ilustra la rapidez del desastre. Thomas Rux, de 65 años, fue despertado por truenos y por bomberos que golpeaban su puerta con un megáfono a las 4:30. Tomó sus llaves y su cartera y huyó a un negocio en terreno elevado, desde donde vio cómo su casa rodante de 13,4 metros (44 pies) era arrastrada por la corriente y quedaba atrapada entre dos árboles. Su compañía de alarmas lo llamó para preguntar si alguien había entrado a robar. “No, el río se llevó mi casa”, respondió.
En Camp Mystic, las niñas en pijama, muchas descalzas, fueron guiadas por sus consejeros colina arriba hasta el pabellón, bajo el famoso letrero iluminado que dice “Mystic”, visible a kilómetros.
Finalmente, un helicóptero las rescató desde un campamento vecino. Serena Aldrich, abogada de San Antonio, contó que sus hijas de 12 y 9 años dormían en el campamento: la mayor, en una zona elevada llamada “Senior Hill”, despertó por los truenos; la menor, en otra cabaña, se sobresaltó cuando el agua comenzó a entrar. Aldrich calificó de heroico el actuar de los jóvenes consejeros y dijo que la familia quedó “con el corazón roto”.
En medio del caos, el director del campamento, Richard “Dick” Eastland, intentó evacuar a las niñas más pequeñas de la cabaña Bubble Inn. Eastland, quien dirigía el campamento junto a su esposa Tweety desde 1974 y ahora con sus hijos, era recordado por enseñar a pescar y por acudir velozmente en su carrito de golf ante cualquier emergencia. Paige W. Sumner, directora de filantropía del centro de mayores local y exalumna del campamento, lo describió como “un padre para todos”. Eastland fue hallado en una SUV negra junto a tres niñas a las que intentó salvar; murió camino al hospital, según las autoridades.
La devastación se extendió por kilómetros: pecanes, cipreses y robles derribados, casas arrancadas de sus cimientos, catres volcados, toallas cubiertas de lodo y peluches abandonados en Camp Mystic. Más de 850 personas fueron rescatadas en las siguientes 36 horas, según las autoridades. El representante Chip Roy relató que una niña sobrevivió aferrada a un colchón durante horas mientras flotaba río abajo.
En la comunidad, la tragedia también alcanzó a la First Presbyterian Church of Kerrville, que perdió a una de sus miembros más queridas: Jane Ragsdale, directora y copropietaria del campamento Heart O’ the Hills, falleció en la inundación. Aunque el campamento, situado junto al Guadalupe, no estaba en sesión, Ragsdale era considerada el “corazón y alma” del lugar, donde trabajaba desde los años 70, según el sitio web del campamento.
El domingo, los helicópteros seguían sobrevolando los cielos nublados de Kerrville, mientras las autoridades prometían continuar la búsqueda hasta encontrar a todos los desaparecidos. La amenaza de una nueva “pared de agua” se cernía sobre la región, y la comunidad, aún conmocionada, enfrentaba la incertidumbre de lo que vendría.