Martín Caparrós, Doctor Honoris Causa de la UBA: “Fracasamos la Argentina y yo, en ese orden”

admin

Ovacionado, el escritor y periodista Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) ingresó este martes en el Aula 108 de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en su silla de ruedas para protagonizar la ceremonia de entrega del diploma de Doctor Honoris Causa. El acto estuvo encabezado por el rector Ricardo Gelpi, el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Ricardo Manetti; la vicedecana Graciela Morgade y el escritor Daniel Guebel, amigo de Caparrós, que estuvo a cargo de la laudatio. “Martín es nuestro Balzac”, dijo Guebel sobre el autor de Ñamérica.

“Esta noche por fin voy a poder sentarme en una cena de doctores con mi abuelo y con mi padre, que siempre fueron ‘el doctor Caparrós’, dijo el homenajeado

Esta noche por fin voy a poder sentarme en una cena de doctores con mi abuelo y con mi padre, que siempre fueron ‘el doctor Caparrós’”, dijo el flamante Doctor Honoris Causa de la UBA. Apuntó que, “con coherencia”, el diploma estaba fechado el 12 de junio, día de una de las grandes derrotas de la Argentina en la guerra de Malvinas. “Me impresiona y me emociona esta distinción dentro de uno de los pocos lugares a los que creo pertenecer”, dijo.

“Hoy es un día de mucha emoción para nuestra facultad y para nuestra universidad”, dijo Manetti ante el doctor Caparrós. En las primeras filas, escuchaban con atención y emoción la madre del escritor, Martha Rosenberg; su pareja, Marta Nebot; los escritores Cristian Alarcón, Josefina Delgado, Martín Sivak y Paula Pérez Alonso; el jurista Roberto Gargarella, el periodista Maximiliano Tomas, el editor Ignacio Iraola y el dibujante Rep, todos amigos del narrador que en los últimos años se le animó al verso y la payada. Los periodistas Ernesto Tenembaum y María O’Donnell, igual que Lalo Mir, siguieron de pie el evento.

A sala llena, Caparrós fue ovacionado por colegas, editores y amigos; entre ellos, Juan Boido, Ignacio Iraola, Miguel Rep y Cristian Alarcón

Después de las palabras de Manetti -que recordó las dificultades que atraviesa la universidad pública en la actualidad y agradeció a la directora de la carrera de Historia de la UBA, Alejandra Pasino (que tuvo la idea de reconocer a Caparrós)-, Guebel leyó su discurso, que suscitó risas público y del homenajeado. “Había preparado un texto de treinta páginas, pero solo voy a leer cinco”, bromeó Guebel, que reveló que había publicado su primera novela por iniciativa de Caparrós y de Jorge Dorio.

Guebel celebró “la gloria de Martín Caparrós y no sus infortunios” (en referencia al subtítulo de la novela Ansay o los infortunios de la gloria, de 1984). “Martín es nuestro Balzac; nadie, nadie como él ha hecho tanto, tantas cosas ni ha llegado tan lejos”, afirmó. Comparó algunas páginas de Antes que nada, “mi favorito”, dijo, con las del cuento “El Aleph”, de Borges. “Son páginas tremendas, tremendamente sensibles, no sentimentales; las mejores de nuestra literatura”, dijo. También habló sobre otros clásicos caparrosianos, como La Historia, Dios Mío y La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro), con ilustraciones de Rep.

“Martín supo, desde muy temprano, que la ambición y la voracidad por tenerlo todo, probarlo todo y pensarlo todo determinaba una ética de escritor”, afirmó Guebel que recordó además las virtudes culinarias de Caparrós. “En todos sus libros y en toda su obra, […] se escucha siempre un murmullo, el murmullo de una voz que se abre y se escucha y sabe cómo seguir hablando, que se enamora de sí misma y lucha contra esa fascinación; como Ulises, sirena de sí mismo”, concluyó Guebel sobre la voz de Caparrós.

“Soy un cobarde; hui de mi fracaso, de nuestro fracaso; llevo más de doce años sin vivir en mi supuesto país, la Argentina, y en mi innegable ciudad, Buenos Aires”, comenzaba el taciturno texto que Caparrós había preparado para la ocasión y que será publicado en Revista Anfibia. Recordó que en otras ocasiones había agradecido diversos premios (algunos recientes) con “poemas, canciones y otras panderetas”. Esta vez el humor no fue el recurso dominante.

Evocó sus años como estudiante del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde ingresó a finales de la década de 1960. “En el Colegio aprendí que intentar era mejor que no intentar; pensar, mejor que no pensar; querer, mejor que no querer y coger, mejor que no coger”, sostuvo. En 1974, inició sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA que, debido al exilio forzoso a partir de 1976, retomó en la Universidad de París, donde se licenció en Historia. De regreso al país en la década de 1980, comenzó a publicar novelas y a dar clases en la UBA en una cátedra a cargo de Nicolás Casullo. “Renuncié una tarde en que entendí que mi salario de ese mes ya no llegaba a los cuatro dólares y no quería ser cómplice de esa ficción menemista según la cual el Estado argentino pagaba la educación de sus jóvenes; ni siquiera me compraba una camisa”, puntualizó.

“Mi hijo Juan estudió Ciencia Política en la UBA y la universidad sigue siendo mi casa”, reconoció.

Luego, a la manera de una diatriba melancólica, Caparrós se refirió al presente y al Presidente, al que en parte responsabilizó del clima de violencia que se vive en el país. “En el mundo hay lugares donde las personas en la calle se sonríen, se tratan como si fuesen educadas”, señaló. “En el medio de todo eso o en el pináculo de todo esto, hay un señor que parece que entendió este clima social y decidió aprovecharlo -dijo sobre Javier Milei, sin mencionarlo-. Decidió que el odio y el rencor y el desprecio y el maltrato eran las herramientas que le ganaría el apoyo de millones y millones de personas; por desgracia no se equivocó”.

Fracasamos la Argentina y yo; en ese orden, nunca nos separamos la Argentina y yo -dijo-. Por supuesto, no son fracasos comparables. Yo he fracasado con la discreción con que puede hacerlo una persona; la Argentina fracasó con ese estrépito que solo un país puede hacer”.

A continuación, dio una serie de datos comparativos de pobreza e inflación, educación y salud públicas de la Argentina de hace cincuenta años y la actual. “Si lo privado siempre fue una característica de las sociedades latinoamericanas, la Argentina era el país de lo público; ya no; hace cincuenta solo uno de cada diez chicos iba a la escuela privada; ahora, tres de cada diez; hace cincuenta años un 10% de inflación era un peligro; ahora sería un logro extraordinario”, ejemplificó. “Qué bárbaro”, reflexionó al escucharlo una asistente.

“Sin ideas, sin debate, sin futuros, la Argentina en estos años se volvió un país reaccionario -sentenció-. Uno donde que cada gobierno hace tantos desastres que el siguiente asume para reaccionar contra ellos”. Un país de esa clase, dijo, es “un país sin proyectos, hecho a manotazos, deshecho a manotazos, un país calesita”.

Al final, elogió el desempeño de la UBA, “pese a todos los esfuerzos del régimen del odio”. “Sigue siendo un recordatorio de lo que tratamos de ser y, quizás, alguna vez seremos”, confió.

Deja un comentario

Next Post

Tamara Falcó, carta abierta a Íñigo Onieva en su segundo aniversario de boda

Tamara Falcó e Íñigo Onieva están de celebración, ya que este martes cumplen dos años como marido y mujer. El Palacio El Rincón -heredado por la marquesa de Griñón y sus hermanos tras el fallecimiento de su padre, Carlos Falcó, en plena pandemia del Covid en 2020- se convertía en […]

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!