Mientras otros se dedican a trucos visuales, él juega en otra liga: la de quienes te hacen dudar de tu propia mente. Y aunque en la Argentina sigue siendo un tesoro relativamente oculto, Adrián Lacroix fue el único mago argentino que logró impactar a reconocidos colegas como David Copperfield, David Blaine y al dúo Penn & Teller en Las Vegas, y dejó perplejos al comediante estadounidense Dave Chappelle y al director Darren Aronofsky. Pero Lacroix también ostenta otro hito: el de llevar de nuevo la magia al mainstream en grandes salas como el mítico Teatro Ópera, con funciones que desafían la lógica y la percepción.
Cómo hackeó el streaming
Durante la pandemia, cuando el mundo entero se paralizó, Adrián Lacroix hizo exactamente lo contrario. En lugar de esperar a que el telón se levante, llevó la ilusión al living de miles de personas en todo el mundo. Creó un show completamente virtual, pensado para plataformas como Zoom, como un lenguaje nuevo para la magia.
“Era un terreno muy virgen, apto para desarrollar ideas nuevas“, le contaba hace algunos años a LA NACION. “Diseñé efectos que puedan suceder en la casa de los espectadores cuando el performer no está físicamente ahí. Sacás al ilusionista del lugar donde sucede la magia y tenés entonces un imposible absoluto, es la magia pura: el tipo no estuvo acá, no tocó nada, no manipuló ningún objeto. Y de golpe la magia funciona, pasan cosas inexplicables.“
Así fue como terminó actuando para celebridades de Hollywood hasta CEOs de Silicon Valley. Con un simple enlace y una conexión estable, logró que gente desde Japón hasta Nueva York terminara con la boca abierta frente a la pantalla.
Lo que para muchos fue un salvavidas, para él fue un trampolín: el streaming lo convirtió en un referente global de la magia virtual. Fue elegido y reconocido por sus pares como uno de los magos más innovadores del mundo, y su nombre comenzó a sonar en espacios impensados para un artista argentino.
En 2024, Lacroix cumplió uno de sus grandes sueños: visitar el museo privado de David Copperfield, en una visita guiada por el propio mago, quien lo invitó personalmente.
“Cuando tenía 8 años vi a David Copperfield realizar una ilusión con un lápiz y un billete. Esa noche cambió mi vida“, escribió recientemente en su cuenta de Instagram, al compartir un truco que generó ciento de comentarios.
Un perfil atípico en la escena local
En una Argentina donde el humor y la magia suelen ir de la mano, Adrián Lacroix se destaca por su estilo elegante, sobrio y psicológico. Su magia no es para entretener a chicos, sino para dejar pensando a adultos. Para incomodar y deslumbrar al mismo tiempo.
A diferencia de otros magos locales, su propuesta no tiene explosiones ni chistes. Tiene pausas, preguntas, miradas y finales que invitan a revisar la memoria: “¿Realmente eso pasó así? ¿O me lo imaginé?“.
Hoy, además de realizar shows en eventos privados y llenar salas como La Trastienda, también suele aparecer en los ciclos de streaming con Migue Granados, Mario Pergolini, Toto Kirzner, Matías Martin o Lizy Tagliani, donde ya se volvió viral por lograr que algunos conductores se olvidaran de sus propios nombres en vivo.
La magia de Lacroix no se explica con una carta marcada ni con un hilo invisible. Tiene más que ver con la comunicación, la psicología y la lectura fina de los espacios que lo rodean. En un mundo saturado de pantallas, él logra que lo más poderoso sea lo que sucede entre dos personas cara a cara, incluso a través de una pantalla. Por eso, verlo en escena es más que asistir a un show: es una experiencia.
Tras agotar las localidades en La Trastienda, Adrián Lacroix se presenta el viernes 18 de julio en el ND Teatro, con un espectáculo que promete lo mismo de siempre: poner en duda de todo aquello que uno cree saber.