Si hay algo que siempre caracterizó a Abril Sosa y que aún lo pinta de cuerpo entero, eso es su hiperactividad. Ese espíritu curioso e inquieto que lo lleva a encarar más de un proyecto al mismo tiempo con idénticas dosis de energía e interés. Y este presente no es la excepción.
Tras su sorpresiva e intempestiva desvinculación de Catupecu Machu ocurrida a finales de 2023, el músico decidió permanecer en Madrid, ciudad en donde reside desde hace cuatro años. Sin embargo, ahora se encuentra nuevamente en Buenos Aires por dos importantes y diferentes motivos. Cómodamente instalado en un bar de Palermo, entre otras cosas Sosa le contó a LA NACION que los próximos 30 y 31 de julio se estará presentando en calidad de solista en el Café Berlín como parte de una gira nacional. Aunque primero, este viernes 11 y sábado 12, arribará a Niceto Club en lo que será el reencuentro de Cuentos Borgeanos.
En efecto, y luego de 15 años, la formación original de la banda que completan Diego López Santana (guitarra), Agustín “Búho” Rocino (bajo) y Lucas “Gato” Hernández (batería) se reencontrará durante dos únicas noches con su público para recorrer lo mejor de su discografía –Fantasmas de lo nuevo (2002), Misantropía (2004), Felicidades (2007), Psicomágico (2009) y Postales (2014)- y presentar además dos temas inéditos: “Noche en la ciudad” y “Amigo”, este último dedicado a Gabriel Ruiz Díaz, el bajista y cofundador de Catupecu Machu y excompañero de Sosa fallecido en 2021.
“Esto no es un regreso ni tampoco una despedida ya que, de alguna manera, nosotros nunca dejamos de sentir esa cosa de pertenecer a Cuentos Borgeanos. Para nosotros, esta es una banda con mucha incidencia en nuestras vidas personales. Vivimos muchas situaciones juntos, nos conocemos demasiado, somos muy amigos y aún sin tocar durante muchos años esa cosa que nos une y que no sé cómo explicarla sigue estando ahí. De hecho, esta tarde nos juntamos en la sala de ensayo por primera vez, nos pusimos a tocar y fue como si nos hubiésemos visto ayer. Nuestras vidas cambiaron mucho y nos pasó de todo. Sin embargo, la esencia se mantiene intacta”, explica Abril Sosa.
-¿Ni siquiera el hecho de presentar algunas canciones nuevas les despertó el deseo de una vuelta más formal y prolongada o quizás de completar un álbum?
-La única razón por la cual eso no pasó ni creo que suceda en el corto plazo es la distancia. Diego (López Santana) vive en Bariloche, yo vivo en Madrid, mientras que Agustín (Rocino) y Lucas (Hernández) residen en Buenos Aires. Nos entusiasma mucho tocar y hacer música juntos pero la lejanía es una enorme complicación y no nos permite desarrollarnos como quisiéramos. Si estuviéramos los cuatro viviendo en Caballito como cuando empezamos, las cosas serían muy distintas. De todos modos, y más allá de estos dos shows en Niceto, en breve lanzaremos un tercer tema nuevo y el 3 de agosto vamos a tocar en el C Art Media como parte del festival Música en la nube. Por lo tanto, esa será otra oportunidad para poder vernos.
-¿De qué va la gira nacional que en paralelo estás desarrollando como solista? ¿Con qué se va a encontrar el público?
-En realidad, esta gira en la que estoy yo solo con la guitarra comenzó hace un tiempo atrás en Europa. Pero me pareció algo muy piola aprovechar mi estadía en Argentina para traerla aquí. La gente que venga a los shows se va a topar con alguien que se reencontró con la guitarra, que es mi esencia, y con canciones que hacía mucho no tocaba: temas de Catupecu, de Cuentos Borgeanos, composiciones propias y algunos covers. También me pasó que con el final fatídico de Catupecu me amigué con una parte mía del grupo. Siempre digo que hay pocas personas que tienen lo que yo llamo el “engranaje Catupecu”. Y yo me considero una de ellas junto con Fernando (Ruiz Díaz), Gabriel (Ruiz Díaz), Javier (Herrlein), Macabre y el “Búho” (Rocino). Pero después todo eso comenzó a diluirse. En mi caso, lo recuperé. Por eso, el otro día, por dar un ejemplo, en un show en Mar del Plata terminé tocando “La polca” y fue todo un delirio.
-También estás tocando temas de tu nuevo álbum solista. ¿Qué características musicales tiene Un hombre sentado en un cuadro de Chagall?
-El nombre nació precisamente porque en una de las paredes del lugar donde ensayaba había un cuadro de Marc Chagall, uno de mis pintores favoritos, en el que aparece un chabón sentado. En esa sala surgieron aproximadamente unas cuarenta canciones que atravesaron una etapa acústica, después viraron hacia un costado más electrónico y pasaron por las manos de varios productores. Todo ese proceso devino en el producto final que está próximo a salir.
-¿Qué hay de cierto en que grabaste una serie de podcasts en tu hogar madrileño pero que aún no tienen un destino definido?
-Sí, es verdad. Pero creo que al final no van a salir a la luz porque me desnudé demasiado. Son relatos sobre mi vida personal que grabé con voz de locutor (se ríe). Sin embargo, después sentí que me estaba exponiendo mucho. Algunos son muy felices, otros más dolorosos, pero al final llegué a la conclusión de que son más interesantes para mí que para compartir con los demás. Un amigo me sugirió editarlos como un libro o incluso lanzarlos como podcasts pero en video. Por ahora es un proyecto que está ahí, medio en suspenso.
-Antes mencionaste que sos de las pocas personas que poseen el “engranaje Catupecu”. A propósito de ello, ¿cómo te sentís hoy después de tu sorpresiva salida del grupo?
-Lo único que sé es que yo estaba en Berlín y personas allegadas a la banda me comunicaron que me habían rajado. Entonces, yo sólo pregunté: “OK, ¿y vos cuántos temas de Catupecu compusiste? ¿Por qué me estás echando de mi banda?”. Por eso, quizás lo que más me jode es que nunca más hablé con Fernando (Ruíz Díaz) y que Catupecu jamás haya dicho nada sobre mi salida. Todo fue muy raro y algo que nunca entendí. Pero digamos la verdad: Catupecu Machu como banda no existe más. Ahora es Fernando y sus amigotes de turno. Antes éramos amigos, pero hoy es todo una fantochada.
-¿En alguna instancia de esta nueva etapa junto al grupo hubo algo que te hiciera sospechar de un desenlace semejante?
-Para nada. Uno intenta ser dulce a la hora de congeniar con el proyecto y con el armado de cada uno de los conciertos. Aún con todos mis defectos y errores, que ellos conocían sobremanera, siempre traté de dar vuelta la página, empujar hacia adelante y no quedarme detenido en eso. Además, uno no puede vivir sospechando de los compañeros con los que está tocando. Sería una locura.
-En un plano más personal, casi al mismo tiempo también culminaste tu relación con Celeste Cid y permaneciste en España, como estableciendo una especie de reseteo y un corte casi total con Buenos Aires…
-Sí, puede ser. ¿Qué sé yo? Pero fue un reseteo involuntario. En “Felicidades”, uno de los temas más conocidos de Cuentos Borgeanos, nosotros decimos que uno es parte del dolor, es parte del amor y de la felicidad. En definitiva, la vida es esa suma de cosas y te va llevando por distintos caminos: algunos son placenteros y otros son más raros.
-¿Considerás como algo muy lejano o imposible retomar el diálogo con Fernando Ruiz Díaz, considerando los años de amistad entre ambos?
-No, no lo veo para nada posible. Sinceramente, no me interesa. No me junto con gente rencorosa ni enroscada. Yo no soy así, no es mi mood.