Tiburón, la historia de un clásico, un apasionante documental sobre la filmación de una obra maestra

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Tiburón: la historia de un clásico (Jaws @ 50: The Definitive Inside Story, Estados Unidos/2025). Dirección: Laurent Bouzereau. Música: Blake Neely. Edición: Ben Kaplan y Jason Summers. Duración: 88 minutos. Disponible en Disney+. Nuestra opinión: muy buena.

Es imposible seguir un largometraje documental como Tiburón: la historia de un clásico sin imaginar qué podría pasar con algunas otras producciones de similar impacto en la industria del entretenimiento y en la cultura popular hechas con posterioridad cuando se celebre un aniversario tan redondo de su aparición como el de su cincuentenario.

Imaginemos, por ejemplo, la futura celebración de las bodas de oro de Avengers: Endgame (2019) convertida en una memoria audiovisual. ¿Quiénes podrían recordarla? A la cabeza, sin duda alguna, los responsables de la portentosa artillería digital que se puso al servicio de la historia. Algunos de sus protagonistas agregarían sus recuerdos, así como historiadores del cine y especialistas en memorabilia pop.

Pero en ese caso faltaría lo que esta evocación de Tiburón tiene de sobra. En la reconstrucción completa del acontecimiento que alumbró un nuevo paradigma en la historia de Hollywood hay mística, relatos personales fascinantes, una conexión directa con el escenario artístico y humano de esa experiencia única, vínculos literarios y hasta políticos (representado este último factor a través de la figura de un alcalde de conducta bastante venal). Y, como estamos ante una producción integral de National Geographic, también un valioso anclaje en el mundo de la naturaleza, en este caso submarina.

El resultado de toda esta suma de admirables estímulos es un largometraje documental que en la superficie sigue todas las convenciones del género, sobre todo en términos narrativos. Pero a partir de una construcción tradicional (con la cuota esperable de entrevistas y material de archivo), Tiburón: la historia de un clásico recorre, una por una, las apasionantes dimensiones de un rodaje que hace 50 años dio vuelta absolutamente todo. Y todavía hoy deja marcas indelebles en la piel de sus protagonistas y de quienes quedaron marcados de por vida por esa película. Entre ellos, varios ilustres colegas de Steven Spielberg, responsable de esta verdadera obra maestra. Y no solo eso.

Dos ejemplos que aparecen apenas iniciado el documental alcanzan. Steven Soderbergh confiesa que vio Tiburón en el cine 31 veces. Y Brian Skerry, especialista en exploraciones y filmaciones oceanográficas para National Geographic, reconoce que luego de verla quiso dedicarse a estudiar desde la ciencia a los tiburones.

Steven Spielberg en 1975, cuando filmó la película que lo consagraría para siempre

Este doble abordaje es la columna vertebral de este notable largometraje documental. Por un lado, la mirada del aniversario y de todo lo que significó Tiburón a partir de ese momento para el cine. Por el otro, el tiburón como atracción principal, observada primero, a partir de la trama, como un letal depredador, y luego como una especie que se convirtió gracias a la película en el enemigo público número uno de cualquier comunidad, a punto de ver amenazada su conservación en el ecosistema marino.

Hay un perfecto equilibrio entre las múltiples capas de observación que propone el cincuentenario de Tiburón. Por allí se afirma, con razón, que la película fue “el primer blockbuster” de la historia del cine. En otras palabras, el primer tanque generado por la industria de Hollywood no solo porque ninguna otra película había superado hasta allí la marca histórica y simbólica de los 1000 millones de dólares de recaudación en la taquilla, sino porque a partir de allí, sin necesidad de estrellas, apoyándose sobre todo en una historia bien contada y de alto impacto global, el cine estaba en condiciones de convocar a una audiencia multitudinaria en todas partes.

Spielberg, hincado junto a la cámara, rueda un plano del gigantesco tiburón mecánico

Spielberg, que empezaba en aquel 1975 su brillante carrera como cineasta, llevó adelante el proyecto sin imaginar, por supuesto, lo que terminó logrando. El documental reconstruye la primera experiencia concreta de lo que veríamos cientos de veces más tarde: poderosos productores y ejecutivos con un material de alto potencial entre sus manos, un cineasta intuitivo e iluminado que en pos de lograr sus propósitos creativos supera los cálculos previstos y corre riesgo de perder el control, técnicos y artistas resueltos a experimentar e innovar, un elenco cuyas figuras no siempre se llevan bien.

A todo esto se suma, rescatado y recreado con fascinantes detalles, todo lo que rodeó a una producción de la era pre-digital cuyo eje es la aparición amenazante de un gigantesco escualo durante la temporada veraniega en un tranquilo pueblo costero de Nueva Inglaterra. Artefactos mecánicos, animatronics y efectos visuales propios de un tiempo artesanal se reconstruyen a partir de testimonios claves y extraordinarias imágenes de archivo.

Robert Shaw, Roy Scheider y Richard Dreyfuss, los protagonistas de la película, en una escena clave

También se nos revela el compromiso de la población local de Martha’s Vineyard, la isla elegida para esta producción, con el rodaje (que incluyó la participación de muchos residentes en algunas escenas importantes como extras) y algunas tensiones en el interior del equipo artístico.

En un momento, Spielberg recuerda las consecuencias que el agobiante rodaje dejó en su organismo (estrés mayúsculo, temblores, pesadillas y hasta problemas para respirar), y en otro la imagen nos lleva a las diferencias que tuvieron dentro del set algunos de los protagonistas, particularmente entre Richard Dreyfuss (el oceanógrafo Matt Hooper) y Robert Shaw (Quint, el legendario cazador de tiburones).

Spielberg (al centro) y parte de su equipo en pleno rodaje de Tiburón, medio siglo atrás

No hay un solo testimonio que no carezca de interés, desde el recuerdo de especialistas, pobladores y admiradores de la obra de Spielberg hasta una breve historia de cómo se hicieron a través del tiempo los documentales sobre la vida de los tiburones en alta mar, incluyendo en el medio una pequeña gran semblanza de Peter Benchley, el autor de la novela original.

Hacer la película que lanzó definitivamente la carrera de Spielberg fue una epopeya y esta producción se pone a la altura de esa grandiosa realidad sin otro propósito que el de contar, entre el nostálgico recuerdo de sus artífices y la admiración de quienes luego pudieron disfrutarla, una experiencia inolvidable.

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