Maxi Salas, aquel repartidor de empanadas y peón albañil que se fue mal de Racing y pasó a ser la nueva esperanza de River

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Y un día Maximiliano Salas se puso la camiseta de River. Este viernes, luego de semanas llenas de declaraciones cruzadas y con debates que involucraron a todo el fútbol argentino, el club de Núñez oficializó la foto con el delantero poniéndose por primera vez la casaca millonaria. Todo indica, además, que será titular este domingo ante Platense, en el Monumental, por la primera fecha del torneo Clausura 2025.

El escándalo de proporciones bíblicas que se desató en Racing condenó a Salas, que pasó de ser socio de Adrián Maravilla Martínez –el profeta del gol– a quedar considerado por los hinchas como el Judas del equipo dirigido por Gustavo Costas, el padre futbolístico al que le dio la espalda tras tentarse por los llamados de Marcelo Gallardo para ir a River.

La historia había comenzado hace varios días, cuando River todavía estaba disputando el Mundial de Clubes en los Estados Unidos. Por entonces, se afirmaba por Avellaneda que Salas había acordado verbalmente el nuevo contrato que lo transformaría en uno de los tres mejor pagos del plantel académico y que el delantero estrechó la mano del presidente Diego Milito, que creía neutralizado el riesgo de perder a un futbolista importante. Sin embargo, el ex jugador y ahora dirigente recibió una dolorosa lección en esta nueva faceta que desarrolla: sin una firma en los papeles (en una negociación que se dilató demasiado), la palabra puede ceder ante cifras millonarias. Y Salas cruzó de vereda en la Copa Libertadores.

River, motorizado por el deseo y la insistencia de su entrenador, convenció a Salas de ejecutar la cláusula de rescisión, fijada en 8.000.000 de euros, y abandonar Racing. La operación, convertida en una de las grandes novelas del mercado de pases de invierno, no sólo representó un revés para Milito, Costas y la hinchada: también quebró el famoso pacto de caballeros planteado por la Asociación del Fútbol Argentino, cuyas autoridades pedían a los dirigentes que no se “sacaran” futbolistas mediante las cláusulas de salida.

Salas se va de Racing repudiado por los hinchas; como jugador de River puede enfrentarse con la Academia en los cuartos de final de la Copa Argentina y en la final de la Copa Libertadores.

“Siempre digo que hay que irse bien de todos lados. Uno nunca sabe las vueltas de la vida”, había sentenciado Salas, el protagonista principal de esta historia, en una entrevista con Olé de junio del año pasado. Por entonces disfrutaba de su estadía en Racing, club al que llegó gracias a la insistencia de Costas, de quien rescataba la frontalidad como un sello: “Gustavo siempre dice la verdad de frente; eso está bueno por más que duela. Hay que ir de frente siempre; a los jugadores nos gusta”. Ahora, en plena pretemporada en Paraguay, Costas sintió que lo impactó un tren de frente cuando Salas, uno de sus preferidos, le comunicó que desecharía el contrato que tenía sobre la mesa con Racing e intentaría marcharse a River.

Comparado por su potencia con Ramón Ismael Medina Bello (atacante que actuó en Racing entre 1986 y 1989), el correntino Salas, de 27 años, también emulará al oriundo de Gualeguay al mudarse futbolísticamente del Cilindro de Avellaneda al Monumental. La diferencia entre ambos radica en que Mencho, criado en la pensión de la Academia, llegó a la primera división en tiempos de contratos bajos y, hasta hoy, es habitué de las tribunas de blanquicelestes. Para Salas, que tuvo un paso por la cantera racinguista en 2014 (se marchó por falta de lugar para alojarse entre los juveniles), el pase al conjunto millonario dejó en cero la cuenta de afecto que tenían por él en la Academia: en sitios no oficiales de venta de indumentaria son rematadas las camisetas que llevan su apellido y el número 7.

El correntino Salas es comparado con el entrerriano Ramón Medina Bello, que se desempeñó en Racing entre 1986 y 1989, antes de pasar a... River.

El refuerzo de River pudo ser de Boca. En 2011, con apenas 13 años, dejó su natal Curuzú Cuatiá para realizar una prueba en el club xeneize, causó una buena impresión y fue seleccionado. “Me dijeron «vení en enero» [de 2012]. Pero un mes antes me avisaron que había un cambio de dirigencia, y que tenía que ir a probarme otra vez, pero les dije que no”, rememorado en su momento en ESPN sobre uno de los tantos momentos negativos que transitó en el camino a ser profesional. “Pasó lo de Boca y fui a Argentinos y también quedé, con pensión y todo. Jugué en la novena y en Liga. Iba al banco en AFA, pero jugaba poco y me dejaron libre. Pensé que se me caía el mundo”, graficó. Sin embargo, aquella adversidad forjó el carácter del jugador con el que Gallardo intentará reanimar el espíritu de su equipo: “Estaba destruido y lloraba, me sentía muy mal, pero tenía en la mente llegar a la primera y estaba convencido de que iba a llegar”.

Mientras sostenía la convicción de que encontraría un lugar en el mundo de la pelota, Salas y su hermano Joaquín trataban junto a su papá de solventar el alquiler en San Martín, en la casa de un amigo de un abuelo.

Destacado por convertirse en el primer defensor del equipo cuando no tiene la pelota, característica históricamente ponderada por Gallardo, el delantero había aprendido el sacrificio antes de ser profesional: además de toda la cancha, su mapa de calor incluía atravesar calles como repartidor de las empanadas que hacía su padre, a quien además acompañaba como peón de albañil. “Vengo de una familia muy humilde; mi papá trabajaba mucho. Trabajó en el Ejército, después se retiró y empezó como albañil. Hacía changas y también empanadas. Siempre tuvimos un plato de comida gracias a ese esfuerzo. A los seis meses de que me vine para jugar, me acompañó e hizo de todo”, remarcó –en Olé– el correntino, cuyo salario en River será aun más oneroso que el que había acordado con Racing.

Marcelo Gallardo insistió mucho para que el pase de Maxi Salas se concrete

“La mentalidad del jugador tiene que ser muy fuerte cuando se gana y cuando se pierde. Siempre hay que mantener la autoestima; es clave en todo momento”, reflexionó a su tiempo el próximo refuerzo del conjunto millonario, que con sus experiencias extradeportivas configuró parte de lo que refleja en el césped.

A Salas le costó la despedida con todos los empleados del club y de sus ahora ex compañeros, que en la pretemporada siguieron las novedades del mercado de pases. Los referentes respaldaron al atacante pese a no coincidir con su decisión, ya que el ex futbolista de Palestino y All Boys era desde el comienzo uno de los más queridos en el plantel. Incluso más de uno le dio “like” a la publicación de Instagram de este jueves, en donde dio su versión y fue crítico de la dirigencia de Racing. “Mirá que en ningún lado te van a tratar tan bien como acá”, le advertían con una sonrisa varios de los integrantes del grupo, que sueñan levantar el trofeo del que tienen imágenes hasta en el vestuario: la Copa Libertadores. Pero no hubo forma de convencerlo.

Salas también mantendrá ese anhelo, pero con la banda roja puesta. Paradójicamente, el propósito de gloria que hasta hace algunas semanas compartía en Racing puede tenerlo contra el propio Racing: el club millonario y la Academia pueden llegar a enfrentarse en la final del certamen más prestigioso del continente, en noviembre.

Más cerca en el calendario, ambos equipos tienen posibilidades de cruzarse por la Copa Argentina, en los cuartos de final. “Pasó lo de Salas, pero nosotros estamos muy bien. No tenemos que dejarnos desunir”, enfatizó este sábado Costas, quien en su momento rescató del ostracismo futbolero al hoy primer refuerzo al que apuntó Gallardo tras perder a Franco Mastantuono.

Los ricos no piden permiso fue la novela del mercado que causó ruido y rompió códigos. Salas, el actor principal de la historia, procurará desfilar en la alfombra roja y blanca de River y ganarse los aplausos. En Racing, mientras tanto, retumba el sonido de una puerta trasera que se cerró estridentemente. Da la impresión de que para siempre.

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