No hay maquillaje que pueda disimular lo que se carece. Y mucho menos cuando enfrente aparece la antítesis de esa imagen. Es imposible pensar en una propuesta diferente si todo se trata de poner apósitos sobre apósitos y se desatienden los síntomas. Y ahí está parado Boca, porque es un equipo anémico de fútbol, de ideas, de identidad… Y cuando Argentinos se le puso delante y le mostró, sin demasiado vuelo es cierto, que es posible otra realidad, todos las urgencias volvieron a aturdir a Miguel Ángel Russo a Juan Román Riquelme, a los hinchas xeneizes…
Los golpes de efecto siempre suponen cambios positivos, al menos desde lo emocional. Por eso el desembarco de Leandro Paredes, un campeón del mundo, busca ser la receta que los miembros del Consejo de Fútbol xeneize pretenden que termine con tantos dolores de cabeza. Aunque a este modelo de Boca nada parece conmoverlo. Porque si bien es cierto que todavía no está disponible para estar dentro del equipo, lo que mostró el conjunto de Russo no ofrece guiño alguno como para leer que Paredes pueda ser la solución a tanto trastorno.
Es verdad que el arranque de este torneo Clausura no le ofreció la mejor oferta a Boca, porque Argentinos, en su casa, es una empresa muy delicada. Más de 23 partidos sin perder en la Paternal y con la claridad de saber a qué pretende jugar, aun sin haber podido imponerse, dejó en claro que cada uno de sus elementos sabe bien qué debe hacer en el campo de juego y que siempre respeta sus formas, incluso, cuando se mide con equipos como el que diseñó Russo, que se plantó en la cancha con la clara intención de oponerse casi sin demasiados argumentos por proponer.
Lo inquietante para Boca es que cambió de conducción, de nombres, para que nada cambie. Y que, en este contexto, Paredes no se advierte como el elemento que cambie la ecuación. Y no porque no tenga el talento el ex volante de Roma, porque le sobra la capacidad para ser líder, lo que sucede es que con este equipo, en el que su entrenador no se caracteriza por ofrecer vuelo futbolístico y prioriza el músculo por encima del juego asociado, las opciones de solución se acortan. Y si a eso se le suma que los compañeros que podrían rodear a Paredes ayer volvieron a mostrar que les cuesta muchísimo romper con la monotonía del juego y quedan atentos a lo que pueda ofrecerle el rival, todo se vuelve más difuso en el horizonte xeneize.
¿QUÉ TE PARECE EL PARTIDO, LEO? Leandro Paredes y su saludo en La Paternal mientras mira a Boca vs. Argentinos.
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— ESPN Argentina (@ESPNArgentina) July 13, 2025
Argentinos hizo su trabajo, buscó porque esa es su naturaleza, con Federico Fattori manejando los hilos del equipo de Nicolás Diez, con la profundidad de Leandro Lozano en cada avance por el lateral, con las intenciones ofensivas de Alan Lescano. No resultó tan lúcido el juego del conjunto de la Paternal como en otras oportunidades, pero porque enfrente tuvo un equipo con la idea de negar el libreto rival, por lo tanto, se volvió más complicado crecer en volumen en el campo.
Y Boca quedó expuesto, incluso, en los detalles. Porque ni bien el árbitro Ariel Penel determinó el final del primer tiempo, se dio una situación incómoda entre dos futbolistas xeneizes que permite comprender qué sucede dentro de la cancha. Porque Alan Velasco, claramente molesto por alguna acción del partido, encaró a Rodrigo Battaglia y con la mano en la boca para que las cámaras no capten sus dichos, le fue a reprochar algo relativo al juego a su compañero.
¿QUÉ PASÓ ACÁ? Velasco le fue a recriminar a Rodrigo Battaglia antes de irse al vestuario en La Paternal.
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Sin reacción, Battaglia sólo miró hacia adelante, casi como ignorando a Velasco, se llevó su manos a la cintura y movió la cabeza como tratando de terminar con la escena. Es que Boca no tuvo funcionamiento, sufrió y estuvo muy lejos de generar acciones ofensivas, tanto que en ese período ni siquiera remató al arco defendido por Diego Rodríguez.
Los nervios de este Boca se reflejaron en los gestos vehementes de Velasco que, incluso, fueron advertidos por otros jugadores del plantel xeneize, por eso tuvo que intervenir Nicolás Figal, que se metió en plena discusión, lo agarró a Velasco y lo sacó del cara a cara con Battaglia. Una imagen elocuente.
Ahora bien: ni los supuestos puntos que les puso Russo en el entretiempo pudieron con la apatía que, por momentos, muestra Boca en la cancha. Todo es un llamado de atención para este equipo, porque ni siquiera físicamente parece estar a la altura. Porque Figal nuevamente tuvo que dejar el campo de juego por una molestia en uno de sus gemelos, Marco Pellegrino estuvo elongando en varios pasajes del encuentro, y hasta Velasco dejó su lugar porque se acalambró el gemelo derecho.
La clara muestra de lo que fue Boca, en este primer paso del torneo doméstico, que junto con la Copa Argentina, son los únicos torneos por los que apuesta, fue la ausencia de situaciones de riesgo en los primeros 45 minutos y que en la segunda etapa tuvo apenas un par, aunque una de ellas fue la acción más clara de todo el partido. Fue gracias a que Carlos Palacios -en su único aporte lúcido- que filtró un buen pase desde su campo para dejar a Miguel Merentiel de frente al arco de Argentinos. El uruguayo corrió casi sin oposición, pero se encontró con el Ruso Rodríguez que resolvió muy bien la acción en la que el delantero intentó pincharle la pelota por encima, cuando el arquero de Argentinos se jugó por cerrar abajo el mano a mano.
Se quedó con demasiado poco Argentinos por lo que intentó, pero mucho menos se llevó Boca de la Paternal, porque el punto le permite no arrancar desde cero en el torneo, es verdad, pero desde el juego los muchachos de Miguel Ángel Russo todavía están en números negativos.