Todos los días, desde muy temprano, Don Rogelio González Aguilar cruza la frontera entre Panamá y Costa Rica para llegar a su trabajo en la estación de Tica Bus, en Paso Canoas. Aunque es panameño, pasa la mayor parte del día en suelo costarricense, ayudando con trámites migratorios y aduaneros a los viajeros que se desplazan entre ambos países.
En medio de ese ir y venir diario, conoció a un perro callejero que siempre rondaba la estación. El animal se acercaba a los turistas moviendo la cola y buscando algo para comer. Con el tiempo, se convirtió en parte del entorno y también en alguien especial para el señor González.
De acuerdo con lo relatado por Don Rogelio para el medio costarricense La Teja, desde niño soñaba con tener una mascota, pero nunca pudo porque en su casa no había espacio. Ese deseo permaneció intacto durante más de 40 años, hasta que, al ver a este pequeño can sin dueño ni cuidados, sintió que era momento de hacerlo realidad.
Esta es la historia
El lomito, que en ese entonces no tenía un nombre fijo, era conocido por varios apodos como “chuleta” o “carne frita”, según recordó Don Rogelio. “El perrito era indigente porque, digamos, acompañaba a un señor que vivía en la calle, pero él casi nunca lo alimentaba. A mí me encantó desde la primera vez que lo vi porque a pesar de ser un perrito de la calle siempre andaba muy feliz, así se estuviera muriendo de hambre”, relató a La Teja.
Motivado por su cariño hacia los animales, comenzó a darle de comer. “Me di cuenta de que el perrito necesitaba agua y comida, por eso cada vez que podía le ponía su tarrito de agua y le daba alimento o algo de comer. La cosa era que no pasara 24 horas sin comer. Yo amo a los animales”, contó el hombre.
Finalmente, decidió adoptarlo y le puso nombre: Abelito González. Desde entonces, el adorable compañero no solo tiene hogar, sino también una rutina diaria junto a su nuevo dueño.
Abelito y su labor como “agente aduanal”
El gerente comercial y operativo de Tica Bus, Mario Pérez, explicó que el perro fue “contratado” como un segundo agente aduanero, y ahora acompaña a Don Rogelio en sus labores.
La principal función del fiel compañero, según su dueño, es subir a los buses para recibir caricias de los pasajeros y brindarles un momento de alegría en medio del trajín del viaje. “También se encarga junto conmigo de ayudar en cuanto trámite migratorio se necesite”, añadió para el medio costarricense.
Abelito se ha convertido en una figura conocida por quienes frecuentan la estación fronteriza. Algunos pasajeros que viajan seguido ya lo buscan apenas llegan. “La gente lo alza, lo abraza y hasta algunos me dicen que se lo quieren llevar”, dijo Don Rogelio entre risas.
Ahora el peludo de cuatro patas tiene un techo, comida asegurada y compañía. “Abelito pasó a ser un González más. En la casa lo amamos, tiene su comida segura y su techo para que duerma calentito. Es muy querido y así será para siempre, además, como tiene trabajo, se gana su comida”, agregó el hombre.