Los primeros antecedentes de los panqueques se encuentran en la antigua Grecia, donde se preparaban tortas finas llamadas tēganitēs y staititēs, elaboradas con harina, aceite de oliva, miel y leche cuajada. Los romanos freían versiones similares bajo el nombre alia dulcia, “otros dulces”, aunque su textura y preparación diferían de las actuales. Ya en el siglo XV el término pancake apareció en el inglés medio como la combinación de pan (“sartén”) y cake (“torta”), describiendo con precisión el método de cocción y el resultado final.
El término panqueque llega al español rioplatense como adaptación del inglés pancake, según la Real Academia Española. En la Argentina, este producto dulce o salado se popularizó especialmente para el desayuno y la merienda, rellenándose con dulce de leche hasta formar el clásico “panqueque de dulce de leche” que hoy es parte del recetario cotidiano y de innumerables bodegones y restaurantes locales.
En El Corralón, la parrilla de Almagro donde la cocina tradicional se vive como en casa, el panqueque de dulce de leche es uno de los platos más pedidos. Pero hay una versión que se roba todas las miradas: el panqueque de dulce de leche quemado al rhum. Un cierre con personalidad para cualquier comida.
“Creo que lo que los hace únicos es una combinación de cosas: usamos una masa casera que es finita, suave, pero con ese toque justo de dorado, y el relleno de dulce de leche es generoso, del bueno, bien cremoso y en cantidad. Pero, sobre todo, lo que más nos importa es el cariño con el que lo hacemos. Cada panqueque sale con esa intención de que quien lo pruebe se sienta supermimado”, cuenta Carolina Miguel, hija del fundador del lugar, a LA NACION.
Sobre su versión más jugada, agrega: “Es como el encuentro perfecto entre lo clásico y lo atrevido. El dulce de leche lo cocinamos un poco más, hasta que se carameliza y toma ese sabor más intenso, que se mezcla con el toque justo de rhum”.
Si hay algo que nunca falla cuando aparece un antojo dulce, es un buen panqueque de dulce de leche. En Glumy lo saben bien. Por eso no se andan con vueltas: el panqueque llega a la mesa bien cargado, con un relleno que rebalsa y arranca una sonrisa apenas lo ves. El secreto, cuentan, es simple: llenarlo con generosidad y prepararlo pensando en quienes lo van a disfrutar. Como esos gestos que uno guarda en la memoria: las meriendas de la infancia, los caprichos dulces de un domingo a la tarde.
Silvina, camarera de Glumy hace casi 20 años, cuenta que “el panqueque sale igual desde siempre: bien casero y con mucho dulce. Como nos enseñaron las abuelas”.
Cada panqueque es una invitación a viajar a esos momentos felices donde todo se resolvía con algo rico y mucho, pero mucho, dulce de leche.
En Barreto, el restaurante que trae a la ciudad un pedacito de vida de campo, también rinden homenaje al clásico argentino. Pero acá le suman un detalle que marca la diferencia: caramelizan el azúcar en la misma mesa, logrando esa capa crocante que se rompe apenas clavás el tenedor. Es un espectáculo para ver y saborear. Ezequiel, uno de sus clientes, comentó: “El menú de postres es increíble, pero lo que hacen quemando el azúcar en la mesa, de otro nivel”
El contraste entre el caramelo crujiente y el relleno tibio y sedoso conquista a grandes y chicos por igual. Un guiño a las tradiciones de siempre, con un toque especial que hace inevitable volver a pedirlo.
En Lo de Carlitos, el panqueque no es solo un postre: es una marca registrada. No revelan secretos, pero dejan bien claro lo que los hace especiales. “Cocinamos con pasión y con ingredientes caseros, manteniendo siempre”, comentó el equipo de redes sociales a este medio. Con más de 200 variedades entre dulces, salados y naturistas, ofrece un verdadero festival de opciones. Sin embargo, el clásico 182, con dulce de leche, sigue siendo la estrellita del lugar.
El panqueque llega dorado, tibio, con ese aroma que mezcla la masa casera, la manteca y el dulce de leche caliente. Y al probarlo, se entiende por qué tantos clientes vuelven: el sabor remite a lo simple, a lo bien hecho, a esos lugares que no defraudan. En Lo de Carlitos, cada panqueque se cocina pensando en eso: en dar algo rico, generoso y con historia.
En el corazón de Devoto, Il Vero Arturito se convirtió en una parada obligada para los fanáticos del buen comer. Aunque su carta es extensa, hay un postre que siempre brilla entre los favoritos: el panqueque con dulce de leche. No es una opción más: es una forma de rendirle tributo a uno de los postre más populares.
Servido bien dorado, con una masa delgada que abraza un relleno abundante y tibio, este panqueque logra un equilibrio que lo vuelve inolvidable. Desde la primera cucharada, todo se vuelve más simple: el día mejora, el humor cambia, y hasta la sobremesa se alarga. Porque en Arturito entienden que el dulce de leche no solo se come: se disfruta con calma, se comparte y, muchas veces, se convierte en el final perfecto de una comida con historia.
Cada cocinero tiene su truco. Algunos caramelizan el azúcar en la mesa; otros apuestan por un relleno que rebalsa o por una masa tan fina que se funde con el dulce. Pero todos coinciden en lo mismo: cuando un panqueque está bien hecho, no necesita más que eso. Sin vueltas. Solo sabor, calor y una buena dosis de recuerdo.