El kirchnerismo, refugiado en su propio fracaso

admin

Al borde de sus primeros ochenta años, el peronismo, gobernado por el kirchnerismo, está rompiendo uno de los tantos mitos que lo mantuvo a flote.

Sin nuevos dirigentes que insinúen ningún cambio, ni una mínima revisión crítica del cuarto de siglo de gobierno kirchnerista, el peronismo es un barco amarrado con la tripulación dividida y enfrentada

La capacidad de cambiar de ideas y de adaptarse a los distintos momentos del país y del mundo fue siempre presentada como un valor del peronismo. Lo que para otras fuerzas habría resultado imperdonable, para el peronismo, ser camaleónico, fue motivo de autocelebración y aplauso. Sus giros ideológicos como los cambios de herramientas políticas para gobernar se interpretaron como adecuación a los tiempos históricos. Sus ideas, por lo tanto, siempre fueron una circunstancia en tanto la prioridad imperecedera era conseguir o mantener el poder.

Sin nuevos dirigentes que insinúen ningún cambio, ni una mínima revisión crítica del cuarto de siglo de gobierno kirchnerista, el peronismo es un barco amarrado con la tripulación dividida y enfrentada.

Anclado en el recuerdo de supuestas glorias que nunca fueron tales, Cristina Kirchner cada tanto intentó presentar una renovación de sí misma. Ante plateas embelesadas llegó a plantear alguna vez que había que revisar los principios de la democracia liberal establecidos a partir de la Revolución Francesa. Son numerosos esos aportes de dudosa consistencia y nulo impacto; fueron apenas el resultado fallido de un intento de elevarse a la categoría de pensadora política por encima de las miserias de la vida cotidiana.

Fue el peronismo la primera víctima de un relato que no ha dejado lugar para la duda y la tolerancia a la disidencia. A medida que pasaron los años, de Néstor a Cristina Kirchner, el sector que hegemoniza al peronismo fue construyendo un discurso que, en su ejecución ruinosa, convirtió a los hechos en una contradicción con las palabras que los impulsaron.

El abismo que separa el discurso kirchnerista de los resultados de sus cuatro presidencias es lo que lo sacó dos veces del poder y lo encerró en un estado de derrota que empezó a expresarse en el desconocimiento del liderazgo de Cristina de una parte creciente del peronismo.

La condena por corrupción que cumple la expresidenta ocultó apenas en parte los enfrentamientos en la provincia de Buenos Aires con Axel Kicillof.

Aunque la tropa peronista antes unificada aparezca ahora dividida y sometida a nuevos alineamientos, siguen siendo los mismos dirigentes de siempre con la mochila de años de maniobras bajo sospecha y gestiones impresentables

Ni el fuego creciente en la interna peronista produce la insinuación de un cambio. Las fórmulas para solucionar los problemas que habían generado esas mismas fórmulas se repiten al infinito. Kicillof propone seguir haciendo cristinismo sin Cristina.

Y aunque la tropa antes unificada aparezca ahora dividida y sometida a nuevos alineamientos, siguen siendo los mismos dirigentes de siempre con la mochila de años de maniobras bajo sospecha y gestiones impresentables.

El fin de semana pasado, el peronismo usó con impudicia un corte de luz para prolongar por un día y medio sus peleas sin solución para armar sus listas de candidatos. La ostentación de impunidad es otro de sus sellos distintivos desde siempre.

En la férrea oposición al gobierno libertario, en el intento permanente de bloquear todas sus iniciativas y de votarle leyes que lo incomoden, el kirchnerismo busca el reaseguro de la clientela que le quedó. Al fin, una parte de la sociedad se mantiene en las filas del peronismo y siente que el rigor de algunas políticas de Javier Milei le confirman su vieja pertenencia. ¿Un tercio de los votantes en todo el país? Esa pregunta tendrá una primera respuesta el 7 de septiembre, en las elecciones de la provincia de Buenos Aires.

El kirchnerismo es una fuerza conservadora de sus propios errores, enamorada de la fatal decadencia que produjo

Obligados a estar juntos y fingir una unidad que ya no será, Cristina y Kicillof persiguen el objetivo de ganarle al presidente esa pelea de semifondo.

Son los mismos, están divididos y dicen las mismas consignas por las que perdieron el poder. Esto último es quizá lo más llamativo.

La competencia interna que le surgió a Cristina incluye apenas una diferencia de años. Kicillof es parte de la radicalización del peronismo que la expresidenta compró completa.

Hasta Sergio Massa quedó enredado en ese juego cuando detonó un gasto inflacionario monumental para garantizar sus posibilidades de candidato presidencial.

Massa había pretendido ser, en su viaje de menos de 10 años fuera del kirchnerismo, una variante intermedia y pragmática. Cuando forzó su llegada al ministerio de Economía para hacerse de la candidatura presidencial protagonizó otro enorme fracaso de gestión.

Si es complicado esperar que los mismos dirigentes eternizados en la conducción partidaria presenten ideas superadoras, es también difícil que surjan otros en lo inmediato en condiciones de desplazar a Cristina, Kicillof y Massa. Las versiones del peronismo que chocaron con el kirchnerismo en su mayoría se fueron hace tiempo.

Con dificultades que dejó como herencia, solo Perón pudo girar sobre sí mismo y manipular a los sectores enfrentados dentro del peronismo hasta concretar su opción por el sindicalismo y la ortodoxia en desmedro de Montoneros. El general que regresó para ser un presidente efímero había leído el cambio de rumbo del mundo, había mirado de cerca el golpe militar en Chile de 1973 y por eso planteó una propuesta económica que se pretendía moderada para una época de incendios revolucionarios. Ese plan también fracasó.

El giro hacia el orden reaganiano de Carlos Menem sí fue un cambio importante en el peronismo. Y el que le siguió, una década después, con Néstor Kirchner, fue un viraje tan abrupto que obligó a sus protagonistas a esconder su militancia menemista y repudiar ideas y acciones que ellos mismos habían protagonizado.

Estos días oscuros de la jefatura de Cristina y de los inconclusos intentos de Kicillof, no dejan ver si el peronismo tendrá en los próximos años una oferta económica distinta.

Desde el conflicto con el campo, la principal agrupación opositora no tiene qué decirle al sector agropecuario, como no sea persistir en acusaciones que tienen más de un siglo y que han perdido toda credibilidad y hasta sustentabilidad ideológica.

Los gremios del campo han elegido la paciencia y la espera para con Milei, más por el temor a que el justicialismo recupere el poder, con la expectativa de que se erradiquen las retenciones. Tampoco el PJ ha revisado las concesivas políticas de seguridad hacia los delincuentes que el kirchnerismo sacralizó a medida que el crimen ganaba un espacio inédito en todos los barrios del país.

El kirchnerismo es una fuerza conservadora de sus propios errores, enamorada de la fatal decadencia que produjo. Es difícil pensar que pueda cambiar si la jefatura sigue en las mismas manos.

Deja un comentario

Next Post

Venezuela propone vuelos desde Bolivia para repatriar migrantes en Perú y Chile

El Gobierno de Venezuela anunció que retomará la coordinación de vuelos humanitarios para repatriar a ciudadanos venezolanos que se encuentren en Perú y Chile, utilizando a Bolivia como punto de conexión, debido a la falta de relaciones diplomáticas con estos dos países sudamericanos. La propuesta, planteada por primera vez en […]
Venezuela propone vuelos desde Bolivia para repatriar migrantes en Perú y Chile

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!