“Te desconectás del mundo”: la relajante experiencia de alojarse en vagones de tren en un pueblo de solo 300 habitantes

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ROSAS, provincia de Buenos Aires.− “No sé qué tiene Rosas, pero el que entra no quiere irse más”, cuenta María José Bacas en este pueblo que está a 180 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y donde crearon, junto a su esposo, La Manuelita, un hospedaje en el que se destaca una formación de vagones temáticos con uno ambientado como si fuera un cine en medio de la inmensidad de la pampa bonaerense. Oriundos de Haedo, cambiaron el caos urbano por la tranquilidad de un pueblo de menos de 300 habitantes.

“No queríamos hacer turismo, pero toda esta belleza no puede ser solo para los dos”, dice Roberto Pérez, la otra pata del equipo que le dio a Rosas una segunda oportunidad para convertirse en destino de calma y relax. Bacas es maestra jardinera y él, contador. El proceso fue largo, en junio de 2000 compraron las 20 hectáreas y de a poco fueron reciclando galpones y espacios hasta lograr un complejo con tres casas, una de ellas para doce huéspedes, y dos para seis y cuatro, más los cinco vagones.

Todos con cama matrimonial y el más deseado: el vagón cine que hace viajar con una lista de 2000 películas sin necesidad de moverse de la glamorosa butaca. “Todo lo ferroviario genera romanticismo”, dice Pérez. El efecto es hipnótico, montados en una vía (la compraron en un remate), cinco vagones simulan una formación que ha quedado suspendida en un tiempo feliz, rodeados de una arbolada que contiene el viento y que produce una ilusión visual de inmensa belleza cuando el sol del amanecer se entromete entre las ramas.

María José Bacas y Roberto Pérez, los dueños de La Manuelita

“Hicimos realidad un sueño: el secreto es nunca darse por vencido”, dice Bacas. Tardaron 24 años para culminar aquello que imaginaron en 2000, el año pasado pudieron recibir a sus huéspedes y también a partir de la primavera a los primeros comensales en El Tinglado, su restaurante con entrada independiente donde se ofrece una carta sencilla y muy efectiva: “Vas a recuperar esos aromas que sentías cuando ibas a la casa de tu abuela”, reafirma Bacas.

El menú

Carnes al horno con papas, sorrentinos de osobuco, buñuelos de acelga, pan casero, mousse de chocolate con flores silvestres, y asado de larga cocción a la leña y el rescoldo, alguna de las señales que se convierten en un puente sensorial hasta alcanzar recuerdos atesorados. A un costado de la cocina, en una huerta germinan y se cosechan verduras frescas.

“Nuestro objetivo es que te sientes y puedas ser feliz”, confiesa Bacas. Ambicioso, el plan consagra su consumación cuando se ve la vajilla, cristalería y cubiertos: finos, delicados y de otro tiempo. “Mi abuela me los dio como regalo a mis quince años”, agrega Bacas. Ella es una anfitriona natural, y tiende las mesas, está pendiente de cada detalle. Este sueño lo tuvo en su corazón muchos años y ahora que es realidad, lo presenta con una natural sonrisa que se ensambla con el buen gusto con el que hicieron el emprendimiento.

El interior de uno de los vagones

“Vos venís acá y queremos que te sientas como en tu casa”, agrega. ¿Qué buscan los que llegan a La Manuelita? “Tranquilidad y salir de la ciudad, poder disfrutar el campo bonaerense”, dice Bacas. La experiencia es inmersiva, en las 20 hectáreas las opciones para el disfrute son variadas, desde cancha de fútbol profesional, gimnasio (con camas de pilates), pileta cubierta y al aire libre, sauna, jacuzzis, sala de juego hasta cancha de pádel, entre otras alternativas. Parrillas y fogones para disfrutar de algo simple: la contemplación del fuego bajo las estrellas.

Las razones que justifican los visitantes el viaje hasta este bucólico pueblo a un costado de la ruta 3 son las mismas que tuvieron en 2000 la pareja y que determinaron la decisión de abandonar Haedo para continuar con sus vidas en el campo. En aquel año tuvieron que sufrir hechos de inseguridad y un rematador los condujo hasta el pueblo. “Enseguida nos gustó”, dice Pérez. Aquello que tiene Rosas de encantador los cautivó.

Hay vagones que datan de 1905

Postal inusual

Sin dudas, la formación de vagones es lo que más llama la atención. Es una postal poco usual: cinco vagones, algunos de ellos de 1905, sobre una vía con un cartel que anuncia “Belgrano C” en medio del campo. ¿Cómo llegaron allí y por qué se obsesionaron con ellos? “Cada vagón tiene una historia”, cuenta Pérez.

En las ideas y vueltas entre Haedo y Rosas, en 2003 en un diario zonal del oeste del AMBA vieron que se vendía uno. Indagaron, investigaron y entraron a un mundo con códigos propios: los remates ferroviarios. Comenzaron a buscarlos, pero antes debieron interiorizarse de los códigos de los remates, los primeros vagones se los perdieron porque esperaban que bajaran de precio en los lotes hasta que un martillero les dio una máxima: el valor al que se vende el primero sirve de base para todos los demás.

Una cosa es comprar un vagón y otro es moverlo de dónde está. Se hicieron expertos. Cada uno, entonces, tiene su propia historia, dos de ellas las cuentan con pasión, uno lo fueron a buscar a un centro de jubilados en Caballito. Hacía cuarenta años que estaba en un patio, cuando llegaron y lo buscaron, las maderas comenzaron a quejarse y crujir. “Cómo llora el viejo vagón”, fue lo que dijo uno de los jubilados.

“Si se llevan el vagón van a llevarse puesto también todos los cables de la luz del pueblo”, en otra ocasión eso les dijeron cuando fueron a buscar el que consiguieron en Gálvez, una localidad de Santa Fe distante 560 kilómetros de Rosas. Fueron con un camión especial, con 40 cubiertas. El tamaño del vagón y la maniobra que tenían que hacer ponían en riesgo el sistema eléctrico de ciudad de 22.000 habitantes.

Para lograr sacarlo, las autoridades les dieron un palo con una U de metal para ir levantando lentamente los cables de las calles. Solo de esa manera pudieron sacarlo. El viaje a Rosas duró un día y medio. Y no fue nada fácil, ya que debieron diseñar una ruta que no tuviera puentes carreteros.

Estilo

“Conservamos el estilo ferroviario”, dice Pérez. Los vagones fueron reciclados por trabajadores que encontraron en Las Flores, que tenían la misma curiosidad e interés que el matrimonio: devolverles la vida, el brillo y la elegancia. Lo lograron. Pérez es fanático de las antigüedades y cada uno de ellos está cuidadosamente decorado, incluso con obsesión. Cada elemento antiguo tiene una nueva chance de volver a la vida en un ambiente íntimo donde no faltan lujos modernos. “Queremos que vivas una experiencia inolvidable”, sugiere Pérez.

Rosas es un pueblo calmo con mucha vegetación. Inspira caminar por sus calles que abrazan su plaza y casas que tienen jardines amplios y bien mantenidos, los niños juegan solos, despreocupados. El encanto está en ser un atolón de árboles, plantas, y pocas viviendas camufladas alrededor de una pampa pura, extensa y con un horizonte dilatado, tensado de pastizal, vacas y cereal. El bar El Cachencho es el punto de encuentro, los gauchos llegan a caballo y en motos.

De una eterna F100 baja un paisano y busca pan, vino y tabaco. Don Rosendo es quien atiende, y allí hay una conexión a internet que es usada por los paisanos. Oír algunos audios, contestarlos. La vida sencilla del pueblo. En una distinguida esquina funcionó el almacén de ramos generales. Bacas y Pérez lo compraron y planean reabrirlo.

El vagón que busca recrear una experiencia en el cine

“Es estar en familia”, dice Verónica La Vía, una asidua visitante de La Manuelita, que está con su familia. Sus hijos pueden disfrutar del verde y la libertad. Valora poder ver el cielo estrellado, vive en San Fernando, los contrastes son grandes. “Acá podes ver la Vía Láctea, te desconectás del mundo”, dice. Con tantas alternativas de disfrute, los dispositivos electrónicos pasan a un segundo plano. “Es lo mejor, dejás la tecnología”, agrega La Vía.

“Esto no se hace por dinero”, apunta Pérez. El matrimonio ofrece algo invalorable: su tiempo y su historia, ambos comen al lado de sus visitantes, recorren las mesas, y con muchos tejen relaciones de amistad. El cambio de vida les sienta bien. En poco tiempo, su sueño modificó la realidad de Rosas. “De a poco se está haciendo conocido”, dice Bacas.

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