Lo recibió el arquero Jan Oblak en la selección de Eslovenia y le habló en español, pero apenas duró unos minutos esa charla. ‘No, mejor vamos a conversar en esloveno porque estamos en la selección’, le advirtió el emblema. Claro, había una familiaridad, ese argentino nacido en el fin del mundo era uno de ellos. Y no solo por el idioma, también se percibía pertenencia e identidad. Andrés Vombergar no era un extraño. “En casa soy Andrei”, avisa el goleador de San Lorenzo. En Eslovenia, Andrés es Andrej… pero se pronuncia Andrei porque la j suena i. “Para mis padres, mis hermanos, mis abuelas… soy Andrei, nadie me dice Andrés. Con mis viejos hablo directamente en esloveno, siempre, y del tema que sea. Quizás se nos mezcla alguna palabra en español, pero como una rareza. Yo aprendí a hablar en esloveno antes que en español, mi primer contacto con el español fue recién en el jardín de infantes”. Vombergar, a los 30 años, está orgulloso de su pasado y se ilusiona con el futuro.
Vaya historia. Los que iban a ser los cuatro abuelos de Andrés, con edades de entre 5 y 10 años, viajaron a la Argentina huyendo de las ruinas que había dejado la Segunda Guerra Mundial. Una colectividad eslovena con lazos muy fuertes se encargó de crear vínculos y armar familias. Los Vombergar, entre tantos. Cambió el mundo y el tiempo invirtió el viaje. “Hoy ya tengo cinco tíos y 15 primos, que nacieron en la Argentina, radicados en Eslovenia. La familia está prácticamente dividida entre allá y acá, pero muy unidos y con un contacto fluido, hablamos siempre por Zoom. Es más, mis dos abuelas, Meta Debeljak, de 84 años, y Marija Mehle, de 82 –los abuelos Jure y Andrej murieron durante la pandemia– ahora están allá, pasando el verano europeo, y luego regresarán”.
–¿Y vos creés que te radicarás en Eslovenia en el futuro?
–Hoy te diría que no, pero no lo descarto. Es más, cuando estuve jugando en Eslovenia [en Olimpija Ljubljana, de 2017 a 2019, y 20/21] lo pensé, me podía haber quedado. Incluso, no tenía pensado volver a la Argentina… tenía trabajo, familia, manejaba el idioma, me gusta la cultura… Y me acostumbré a ese estilo de vida. Peroooooo… volví a la Argentina, me reencontré con mis amigos, con nuestro estilo de vida que es completamente opuesto, y están mis viejos, están mis abuelas… Hoy no me iría, pero mañana no lo descarto.
–Hablás de un estilo de vida completamente opuesto. ¿Ejemplos?
–Solo se trata de 2 millones de habitantes y eso te da una referencia del tamaño. Eslovenia es más chico que La Matanza. Nosotros somos caóticos, nuestro tránsito… somos casi incomprensible para ellos. Las salidas nocturnas son muy limitadas, se cierra todo temprano y los inviernos son crudos; a las 16.30 ya es de noche. Es un ritmo de vida muy diferente para nuestras costumbres.
–¿Vombergar es un apellido común en Eslovenia?
–No tanto, hay pocos… No es un Fernández y o un González, no. Quizás hay algunos Vomberguer o Vombergard… pero no somos muchos.
–Pero existe el ‘día Vombergar’…
–… Jajaja, es cierto. Fue un gol importante, en el clásico contra Maribor y quedó, la gente lo bautizó así [NdelaR: el 19 de mayo de 2018 Andrés marcó el 3-2 definitivo en el minuto 89]. Faltaban dos fechas para el final del torneo y con esa victoria prácticamente nos aseguramos el título, que se concretó en la fecha siguiente.
–Si caminás por Liubliana, la capital, ¿te reconocen?
–La última vez me reconocieron dos ‘cuervos’, dos argentinos que estaban paseando. Con los eslovenos, quizás te das cuenta que alguno te reconoce, pero jamás se van a acercar a pedirte una foto. Tienen una personalidad más retraída, o incluso por respeto, pero no te van a invadir. Bueno, si aparece Luka Dončić [el basquetbolista de los Lakers] calculo que algún alboroto se armará, pero te estoy hablando de la máxima figura deportiva del momento. Y, ni aun así, habría desbordes.
–¿Dončić ya es el máximo referente deportivo en los 25 años de historia de la nación?
–A Eslovenia lo conocen en el mundo por Dončić. El básquetbol es el deporte más popular, y luego vienen los deportes de invierno, como los saltos de esquí, y también interesa mucho el ciclismo, más ahora que la está rompiendo Tadej Pogačar. Ellos son los Messi de Eslovenia, Dončić y Pogačar, sin discusión.
–¿Y el fútbol qué lugar ocupa?
–El fútbol tuvo su auge cuando Eslovenia participó en el Mundial 2022 de Corea-Japón, que para ellos fue como su generación dorada, la época de Zlatko Zahovic en Valencia, porque por entonces Eslovenia también se había clasificado a la Eurocopa. Después se fue perdiendo porque la gente no es tan fanática del fútbol, y ahora, que el año pasado volvió a clasificarse a la Eurocopa después de dos décadas, es como que reaparecieron esas ganas de ir a la cancha. En junio, cuando jugamos contra Bosnia, estaba llena la cancha.
–¿Qué saben de la Argentina?
–Messi. Messi y Maradona, la primera referencia es exclusivamente futbolística. Bueno, ahora están con el tema de Milei… Mi familia me manda capturas de informes en la TV de Eslovenia sobre Milei; me cuentan que les llama mucho la atención el personaje, su estilo, incluso lo imitan o hacen alguna parodia.
–¿Te preguntan en el vestuario de Eslovenia sobre el fútbol de los campeones del mundo?
–Sí, sí, me preguntan mucho, especialmente por River y Boca. Me preguntan si jugué en la Bombonera, si jugué en el Monumental, qué se siente jugar ante tanta gente… Y aunque hay jugadores importantes, como Oblak y otros chicos que están en la Serie A italiana y saben bien de qué se tratan las canchas grandes y llenas, igual me preguntan por la Bombonera y el Monumental porque son estadios icónicos en el mundo… Y yo les hablo del Gasómetro también, ven mis videos que posteo desde San Lorenzo y me dicen: ‘Noooooooooooo, ¿tanta gente? ¿Y de día va tanta gente a la cancha?’ No terminan de comprenderlo. Les gusta mucho. Un día Oblak me contaba que en una concentración de la selección, como acá jugaba San Lorenzo a la tarde, ellos miraron nuestro partido durante la cena. Y eso, te digo, a mí me sorprendió…
–¿Cómo es Oblak, símbolo del Atlético de Madrid de Simeone?
–Un tipo muy tranquilo, parece un robot, pero es cercano. Es la figura de la selección, el capitán, todos lo respetan, es muy importante en el vestuario por la manera en la que dice las cosas antes de salir a la cancha. Tiene mucha presencia. Él y Benjamin Šeško, el delantero del Leipzig, que tiene 22 años y ahora lo quieren Arsenal y Manchester United, son las dos figuras más importantes.
–¿Y vos le preguntás por el Cholo, por Julián Álvarez…?
–No, no, no… tampoco tengo tanta confianza. Los conozco, me llevo muy bien, pero no es como con tus compañeros del club, con los que estás todos los días. A ellos los veo cada seis o tres meses, entonces hay una distancia, por lo menos por ahora, que me parece natural. Igual, me integraron y me hacen sentir muy cómodo. Entiendo los chistes que hacen y a mí no me parecen tan graciosos, jaja, en comparación con nuestras bromas… El balcano, es decir el serbio y el croata, es muy parecido al sudamericano, me refiero a lo descontracturado, y muchos eslovenos han tomado esos rasgos. Y eso es muy bueno para mi integración.
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— NZS | FA Slovenia (@nzs_si) March 21, 2023
La carrera de Vombergar en la selección de Eslovenia comenzó en enero de 2019, con un 2-2 contra un Sub 23 de China. Pero el debut oficial llegó en noviembre de 2022 ante Rumania. Se sucedieron amistosos con San Marino, con los Estados Unidos y los más recientes, en junio, frente a Luxemburgo y Bosnia, a quien le convirtió su primer gol. La escala previa a las eliminatorias para el Mundial 2026, que para Eslovenia comenzarán en menos de dos meses, en septiembre. “Estoy muy ilusionado, claro, y dependerá de cómo esté con San Lorenzo… El técnico de Eslovenia [Matjaž Kek] tiene mucho en cuenta que sus dirigidos jueguen, que tengan minutos… y conmigo, al ser delantero, también observará que convierta, que esté afilado, lógico. Me quedaron muy buenas sensaciones en los amistosos de junio y a finales de agosto estaré esperando la lista”.
–El Mundial tendrá 48 países, y Europa repartirá más plazas, serán 16. En el grupo de Eslovenia están Suiza, Suecia y Kosovo… cómo no ilusionarse.
–El primero pasará directamente y el segundo irá a un repechaje… Nada es sencillo, pero en los papeles podría haber chances. Y más por lo que los chicos hicieron el año pasado en la Eurocopa, donde empataron los tres partidos del grupo, incluida Inglaterra, pasaron a octavos, y ahí quedaron eliminados con Portugal, pero por penales, después de un 0 a 0. El equipo está en crecimiento.
–Bueno, no tuviste que aprender el himno…
–No, no, lo sé desde que era muy chiquito, jaja. Y te juro que fue la mejor sensación que me tocó vivir en mi carrera. Uffff, es muy emocionante… Cada vez lo tomo como si estuviera cantando el himno argentino. Es como… ‘¿a quién querés más, a mamá o a papá?’ ¡A los dos! Yo me siento tan argentino como esloveno.
–Te emocionás con el himno de Eslovenia, ¿y qué te pasó con el título de Argentina en Qatar?
–¡Lo mismo!!! ¡Lo mismo!! En noviembre del 2022 jugué contra Rumania y después me quedé de vacaciones en Eslovenia. Enseguida empezó el Mundial y vi los partidos con mi familia y mis amigos de allá. Todos… menos la final, que la vi acá. Sufrí, sufrí muchísimo… ¿Y si había sido una cábala y se cortaba? Cuando empató Francia me quería morir. Vi seis partidos en Liubliana, y la final la vi con amigos en la casa de uno de ellos en Morón. Salimos campeones y nos fuimos al centro, en cuero, a festejar por las calles. ¡Tengo fotos! Y no fui hasta el Obelisco… porque estábamos lejos.
–Vos naciste en 1994, y Eslovenia nació en junio de 1991 al independizarse de Yugoslavia tras la guerra de los ‘Diez Días’. ¿Qué historias sobre el tema escuchaste mientras crecías?
–Cuando mis abuelos se fueron eran chiquitos, y todavía se trataba de Yugoslavia. Mi familia se fue escapando del comunismo, mis bisabuelos eran perseguidos por el comunismo. Mi abuela vino con su mamá, que estuvo 10 años separada de su marido, digamos mi bisabuelo, porque no vinieron juntos, él se escapó hacia Austria y otros países de Europa central. Mi bisabuela le mandaba cartas escritas de tal manera que pareciera que se trataba de un varón, un amigo pongamos, para no dar pistas del paradero de la familia en caso de que la correspondencia fuese violada o invadida. Se reencontraron después de muchos años. Mi viejo hace unos 15 años recolectó todas esas cartas y armó con ellas un libro.
–En junio pasado jugaron contra Bosnia. ¿En la cancha o en las tribunas hay resabios de la Guerra de los Balcanes que derivó en la desintegración de Yugoslavia?
–No, no… lo que sí te puedo contar es que estábamos jugando en Liubliana, es decir que éramos locales, y en las tribunas había tantos eslovenos como bosnios, o hasta había más bosnios te diría. En Eslovenia hay muchos balcanos, gente de Bosnia, de Serbia, de Croacia, es decir que la integración es total. Ya pasó, no hay cicatrices. Quizás entre Kosovo y Serbia, sí, y ahí puede haber pica. Visto desde acá puede parecer todo lo mismo, pero no lo es… A mí abuelo le decían que era yugoslavo y se enojaba, él siempre aclaraba que era esloveno.
Andrés –a esta altura de la charla ya es Andrei, perdón– cuenta que los eslovenos que llegaron a la Argentina después de la Segunda Guerra Mundial se agruparon principalmente en San Justo y en Ramos Mejía y armaron una colectividad muy fuerte, presente hasta nuestros días. “De lunes a viernes iba a la escuela, y los sábados a la mañana, concurría a una escuela eslovena. Me crié así. Y como la colectividad eslovena es muy religiosa, muy católica, los domingos a la mañana íbamos a misa, en esloveno, en San Justo o en Ramos. Y luego compartíamos el desayuno con la gente de la colectividad”, relata Vombergar, que en ocasiones se suma a las actividades, artísticas y deportivas, las que le recuerdan su niñez cuando bailaba folklore. “Calculo que serán entre 5000 y 10.000 los eslovenos activos en la colectividad”, detalla, y enumera las escuelas de la comunidad que hay en Ramos Mejía, San Justo, Morón, Carapachay y Lanús. Y desde luego, ya visitó.
–¿Cómo llegó a tu vida el fútbol?
–Desde muy chiquito. Mi viejo me mandaba al Club Tiro Libre, cerca de casa en Villa Luzuriaga, y al principio el profe estaba extrañado, porque parecía que yo no lo entendía… y era cierto, pasaba eso porque yo todavía no manejaba bien el español, jajaja. A los 12/13 años empecé a jugar de volante, de 8, y ya a los 15 pasé a ser delantero. Pero no de 9 de área porque era flaquito, entonces iba por afuera, por las puntas.
–Jugaste en Ituzaingó, Fénix y Los Andes y conociste todas las categorías del ascenso argentino. Qué te ibas a imaginar que después andarías por el mundo…
–Realmente, no. Y cada país, cada liga, tiene sus intensidades, sus cualidades y sus defectos, y en cada una tuve que hacer ajustes y adaptaciones. El fútbol europeo, si bien es físico, no es tan intenso como el argentino. Acá no tenés espacio para girar, tenés todo el tiempo a los centrales encima. El ruso también es físico, pero hay jugadores importantes, de calidad… En el Ufá FC todo era muy soviético, digamos, una ciudad que había estado de aquel lado de la cortina, a dos horas de vuelo de Moscú hacia Siberia, y debo decir que fue el lugar donde más incómodo me sentí. Y volví a Eslovenia. Y de ahí a San Luis, en México, donde parece que el partido está siempre roto, es de ida y vuelta. Hasta que apareció San Lorenzo. Y después la ida a Emiratos, a la ciudad de Kalba, a 100 km de Dubai, donde la pasé bien, pero extrañaba la adrenalina de todo lo que pasa acá fin de semana tras fin de semana…
–Qué raro, extrañabas el caos…
–Es cierto… A veces te sobrepasan las exigencias, las presiones de un club tan grande como San Lorenzo, pero por eso, también, uno quiere estar en el fútbol. Para sentir esa adrenalina… es algo medio adictivo y a la vez inexplicable. El fútbol argentino, por sus presiones e intensidad, es el más difícil que me ha tocado jugar. En Europa fluye la pelota, tac, tac, tac, va todo rápido. Es cierto que el estado de las canchas ayuda, claro, y se fallan pocos pases. Pero la gran diferencia que noto con la Argentina es en la toma de decisiones; deciden rápido, y deciden generalmente bien.
–¿Y la conducta? ¿Acá no hay más deslealtades?
–Bueno, me pasó en el último partido contra Bosnia… Y mirá que los bosnios son físicamente duros, pero yo los iba a chocar a los centrales antes de que llegara la pelota, les metía el cuerpo, y me empezaron a putear, me miraban mal… Como diciéndome, ‘calmate un poco, ¿qué hacés, a qué estás jugando?’ Sorprendidos, como ofendidos, y yo no estaba haciendo más que lo hago acá en todos los partidos.
–Dijiste que extrañabas la adrenalina… Bueno, San Lorenzo te asegura altísimas dosis.
–El año pasado nos fue muy mal, pero el último semestre ya fue otra cosa. Nos quedamos con la espina, fue una oportunidad muy linda que no se nos dio. Felicitamos a Platense, claro, pero teníamos mucha ilusión. El club tiene problemas institucionales, son innegables, pero cada uno de los futbolistas tratamos de aislarnos porque el grupo es fenomenal. Nos propusimos dar lo mejor con la vista puesta en el partido siguiente; a mí se me termina el contrato en diciembre, pero yo solo pienso en San Lorenzo. Después, hay muchos factores que se meten, y tratamos de que nos invadan lo menos posible. Nosotros nos dijimos: ‘Las cosas son así. No hay otra, vamos a dar la cara’. La realidad es esta, y lo que depende de nosotros es dar lo mejor para tratar que la gente se vuelva a su casa con un buen resultado deportivo. Los buenos resultados son los que tapan muchas cosas.
–¿Qué le pasa a un goleador en tiempos del VAR? ¿Gritos contenidos, festejos en suspenso?
–Tengo sensaciones encontradas con el VAR, porque a veces me salvó y otra me castigó. Para mí está bien el VAR, pero está mal implementado. Además de ser más veloces las decisiones, tiene que haber un único criterio, porque vemos jugadas iguales con interpretaciones diferentes todo el tiempo. Acá no llegó el offside semiautomático todavía, por un tema de tecnología, entonces hay varios tipos de fútbol: el del ascenso o el de la Copa Argentina, digamos sin VAR, donde por eso mismo hay muchas más fricciones que en el fútbol de Primera con VAR, y el fútbol de elite con el semiautomático. El VAR es una herramienta relativamente nueva, es cierto, pero debe seguir evolucionado.
–Hoy se analiza todo. ¿Estudiar a los defensores rivales te permite sacar alguna ventaja?
–Ayuda un montón. Ahora, dicho esto, también digo que hubo partidos en los que justo no miré todo ese análisis y me fue muy bien. Pero nunca desacreditaría ese trabajo; el saber no ocupa lugar, ¿no? Mejor, conocer todo lo posible.
–¿Seguís tus estadísticas? ¿Volvés a ver tus partidos?
–A los goles que convertí los conté hasta hace poquito, y después dejé… creo que andaré cerca de los 100 [N. de la R.: 97]… Me gusta volver a verme, solo, tranquilo, y soy muy muy exigente conmigo… Es más, lo trabajo en terapia también.
–¿Llevás el fútbol a terapia?
–No, directamente voy a terapia por el fútbol… ¡Con las presiones que se manejan hoy! Empecé hace tres años, primero con un coaching y luego directamente con un psicólogo deportivo. Y me vino muy bien. Descargo, hablo del partido y a veces aparecen cosas personales porque, en definitiva, un campo y el otro se tocan. Hoy, en un fútbol que está tan estudiado desde tantas áreas, contar con la psicología es tener una herramienta más. Entre tantas presiones, hay mucho miedo al error. Todos estamos advertidos de que si perdés dos o tres partidos, ya se acaba todo, entonces eso te cohíbe para arriesgar. Y ni hablar ahora con el peso de las redes sociales. ¿Cómo me llevo con ellas? Ahora mejor… porque casi ni entro. Son crueles, te pueden pegar mal. Y así se vive el fútbol hoy. El fútbol está en el adn del argentino, es algo más que para los demás… Ya de chiquito te preguntan: ‘¿De qué club sos?’ Y si no sos hincha del mismo club del que te preguntó, aunque sea como una broma, seguro que te dice: ‘¡Ahhhh, no entendés nada!’ Nos criamos así. Eso en Eslovenia nunca lo podrían comprender.