Rachel Simon creció en las afueras de Nueva York y pasó los fines de semana de su adolescencia entre funciones de Broadway y cenas en Manhattan. Cuando se mudó a Boston para estudiar, tenía claro que su futuro estaba en la Gran Manzana, pero todo cambió con el tiempo. En noviembre de 2020, su esposo y ella dejaron la gran ciudad y se instalaron en Raleigh. “Nos encanta”, contó sobre su nueva vida en Carolina del Norte.
La gastronomía de Carolina del Norte: calidad y acceso
Una de las sorpresas más grandes para Rachel fue la gastronomía local. “Como neoyorquina, tengo estándares altos para la comida y los restaurantes, pero me impresionó la oferta de Raleigh”, contó en una entrevista con Business Insider.
Si bien llegó con dudas sobre la calidad y variedad gastronómica que encontraría en el sur, pronto se dio cuenta de que sus temores no tenían asidero. “Los restaurantes aquí son muy variados, hay de todo, desde etíopes hasta letones, en mi zona”.
“He probado omakase en Durham que es mejor que cualquier otro lugar del norte, y por la mitad de precio”, destacó. Incluso mencionó que los platos típicos como la pizza o la comida china mantienen un nivel excelente. Sin embargo, reconoció que hay un punto flojo: “Si en algo no puede competir Raleigh, es con los bagels neoyorquinos”.
Cuatro ciudades a pocos minutos: la ventaja de poder cambiar de ambiente
Rachel también valoró la cercanía de la localidad con distintas ciudades de la región. “Siempre que necesito un cambio de aire, puedo visitar una ciudad cercana como Chapel Hill”, explicó y agregó que en pocos minutos en auto puede visitar localidades como Durham, Cary o Apex.
Cada metrópolis ofrece una identidad distinta. “Chapel Hill, por ejemplo, es tranquilo y relajado. Durham tiene una cultura vibrante con muchísimos bares y música en vivo”, sostuvo.
“Siento como si realmente tuviera cuatro ciudades únicas en una sola, lo que me recuerda mucho a explorar los diferentes distritos de Nueva York”, señaló.
Una ciudad amigable con las mascotas
La presencia de su mascota fue central en su adaptación. “Era bastante fácil llevar a mi perra por Nueva York y disfrutar de la vida con ella a mi lado. Así que me sorprendió descubrir que Raleigh es aún más amigable con las mascotas”, dijo.
Rachel comentó que la ciudad está repleta de espacios para perros y que la mayoría de los comercios permiten el ingreso de mascotas. “Incluso las tiendas de comida y bebida organizan regularmente días para perros”, comentó.
Disfrutar de la nieve como un evento único
Para alguien que creció en el noreste, los inviernos duros eran parte de la rutina. Por eso, tuvo una sorpresa con una inesperada nevada. “Me encanta que en Raleigh nadie dé por sentado un día de nieve”, afirmó.
A diferencia de Nueva York, donde las nevadas se consideran normales, en Carolina del Norte cualquier pequeña capa blanca paraliza la ciudad. “Tanto niños como adultos pueden aprovecharlo para pasar el día disfrutando, ya sea deslizándose en trineo por el jardín delantero o invitando a sus amigos a tomar ponches calientes”, comentó.
La calidez de los habitantes: “Hospitalidad sureña”
Rachel también habló sobre la calidez de la gente. “Era escéptica con el estereotipo de la ‘hospitalidad sureña’, pero en mi experiencia, ha sido cierto”. Al mudarse, sus vecinos se presentaron y algunos llevaron flores.
Con el tiempo, descubrió que no se trataba de un gesto aislado. “Siempre que estamos enfermos o en una situación difícil, nuestros vecinos se apresuran a ayudarnos con lo que necesitamos” y entendió que se trata de un código no escrito. “No hay ningún favor demasiado grande que pedir, siempre y cuando estés dispuesto a hacer lo mismo a cambio”, cerró.