¿“Sumisión” a Trump o el mejor acuerdo posible?: El intenso debate que se instaló en la Unión Europea

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PARÍS.– Para algunos fue “una humillante capitulación”, para otros “era lo mejor que se podía conseguir”. Como era de esperar, el acuerdo alcanzado el lunes en Escocia por la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, agitó las aguas de la división entre los 27 miembros de la Unión Europea (UE).

“Es un día oscuro aquel en que una alianza de pueblos libres, reunidos para afirmar sus valores y defender sus intereses, se resuelve a la sumisión”, escribió el primer ministro francés, François Bayrou, en X, este lunes resumiendo la posición de Francia sobre ese acuerdo.

Bayrou no es el único que recibió fríamente el acuerdo en París.

Ursula von der Leyen y Donald Trump en Turnberry (Escocia)

“Es un acuerdo que permite aportar estabilidad, pero que sigue siendo desequilibrado”, dijo este lunes Marc Ferracci, ministro encargado de Industria y Energía.

Estados Unidos decidió imponer por la fuerza una nueva ley de la selva”, añadió su colega delegado al Comercio Exterior, Laurent Saint-Martin.

“La situación no es satisfactoria y no puede ser duradera. El libre comercio que ha hecho la prosperidad compartida de ambas orillas del Atlántico desde el final de la Segunda Guerra Mundial es hoy rechazado por los Estados Unidos, que optan por la coerción económica y el desprecio total de las reglas de la OMC. Es un cambio estructural», advirtió, por su parte, el ministro delegado para Europa, Benjamin Haddad.

Y, aunque Francia en voz baja considera lo pactado como “un mal menor”, no es la única que manifestó su descontento. Dentro de la Unión Europea (UE) —y más particularmente en la zona euro— aun aquellos que se congratulan, considerando que al menos el acuerdo tiene la virtud de aportar “estabilidad”, concuerdan en que se trata de un convenio “desequilibrado” y, en cierto sentido, una claudicación ante el “patotero de la clase”.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estrecha la mano de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tras su reunión en Turnberry, suroeste de Escocia, el 27 de julio de 2025, en el tercer día de su visita al país desde el inicio de su segundo mandato presidencial

Según lo pactado, a partir de ahora, los productos europeos que ingresen al territorio estadounidense estarán sujetos a aranceles del 15%.

Desde principios de abril, Estados Unidos ya grababan los productos europeos con un 10%. Por lo tanto, ese porcentaje se elevará al 15%, sin que la Unión Europea desencadene represalias contra los productos estadounidenses que lleguen a Europa.

Ursula von der Leyen insiste en que se trata de “un buen acuerdo, que aportará estabilidad”. Y tampoco es la única. Su conciudadano alemán, el canciller Friedrich Merz, se congratuló afirmando que evitará “un conflicto comercial que habría afectado duramente a la economía alemana”, aunque lamentó que no se hubiera reducido más el arancel básico. Un argumento también utilizado por la jefa del gobierno italiano, Giorgia Meloni.

Este acuerdo “evita una guerra comercial en Occidente de consecuencias imprevisibles” y garantiza “la estabilidad”, afirmó.

Por su parte, el principal negociador de la UE, el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, dijo estar “100% seguro de que este acuerdo es mejor que una guerra comercial con Estados Unidos”. Menos entusiasta fue el primer ministro español, Pedro Sánchez, quien afirmó valorar el esfuerzo constructivo de la Comisión Europea para cerrar el acuerdo, que apoyaba, aunque “sin entusiasmo”. Para el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, el acuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea “no fue tal” pues Donald Trump “se comió” a Von der Leyen “en el desayuno”.

¿Cómo explicar entonces que la Comisión Europea, responsable de las negociaciones comerciales del bloque, haya decidido aceptar las condiciones del acuerdo? Ante la intransigencia de la Casa Blanca, ¿la Comisión podría haber jugado de otra forma en esta negociación?

“No creo que los 27 estuvieran en condiciones de jugar de otro modo. La voluntad de Donald Trump de llegar a acuerdos con geometría variable según las potencias y los sectores hacía que la negociación fuera muy complicada para Bruselas. De hecho, la Comisión Europea no podía confiar en los acuerdos ya concluidos”, opina Gilles Moëc, economista jefe del grupo Axa.

Otros se lamentan de que la fuerza pague, al menos a corto plazo. Y que, ante Trump, casi todos se rindan. Solo China, que se ve a sí misma como una superpotencia, resistió. Aunque eso no le impidió ver sus productos exportados a Estados Unidos gravados con impuestos de más del 50%. Por lo demás, el Reino Unido, Vietnam, Japón, Indonesia, Filipinas y ahora los europeos, cada uno por su lado, intentaron negociar pero terminaron cediendo ante la aplanadora de la Casa Blanca.

El presidente estadounidense, Donald Trump, anunció el 27 de julio de 2025 que había alcanzado un acuerdo comercial con la jefa de la Unión Europea, Ursula von der Leyen.

Es un “acuerdo totalmente desigual entre Estados Unidos y la UE. […] Los aranceles asimétricos del 15% son una derrota para la UE. Cuando prevalece la ley de la selva, los débiles no tienen otra opción que aceptar su destino. Pero Europa podría haber sido fuerte”, estimó el domingo por la noche el exjefe economista del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard, en la red social X.

Esta decisión es “dramática, menos por los efectos económicos inmediatos que probablemente serán limitados, que por lo que dice de Europa”. Es una postura de “gran debilidad, la liquidación de nuestra soberanía comercial en beneficio de algunos intereses industriales limitados a corto plazo”, Denis Ferrand, director del instituto Rexecode.

Hay que decir que con 532.000 millones de euros en bienes exportados el año pasado a Estados Unidos, es decir, el 20% de las ventas totales de productos europeos al extranjero, con una economía estancada durante tres años y que depende en gran medida de la demanda extranjera, era difícil no ceder.

Según Moëc, teniendo en cuenta la personalidad de Donald Trump, el problema reside en que, en estas negociaciones, entran en juego otros asuntos además de los intereses económicos. “Nada garantizaba que no cambiara de posición en la recta final, como lo hizo con México, cuya presidenta, Claudia Sheinbaum, había mostrado gran creatividad en las negociaciones. Pero Trump considera que México no hace lo suficiente para luchar contra el tráfico de fentanilo. Y ahí está toda la dificultad”, explica.

Como muchos analistas, Gilles Moëc considera que un acuerdo con aranceles del 15%, sin medidas de represalia por parte de los europeos, es “una victoria para la Casa Blanca en el plano político pero una derrota económica”.

“Si nos atenemos al efecto macroeconómico, Estados Unidos será penalizado. Nunca hay que olvidar que el primer pagador del arancel aduanero es el país que lo instaura. Estos aranceles tendrán un costo para los europeos, que son más dependientes de las exportaciones que los estadounidenses, pero el choque también será significativo para Estados Unidos, que verá su poder adquisitivo deteriorarse frente al resto del mundo”, analiza.

Ursula von der Leyen lo calificó de

Según las primeras indicaciones, desde el inicio de la “guerra comercial” el choque casi no es absorbido por los exportadores hacia Estados Unidos. Por lo tanto, esto se repercutirá en el territorio estadounidense, y en diferentes niveles: en los consumidores, los minoristas o en los márgenes de las empresas que importan productos europeos para luego transformarlos.

Si bien algunos detalles deben ser afinados en el acuerdo —como el tratamiento de los productos farmacéuticos— y la validación por el Consejo Europeo, integrado por los presidente y primeros ministros del bloque, más allá de la humillación política, este lunes parecía soplar un suave viento de alivio en el bloque, por haber evitado terribles aranceles del 30%.

No obstante, el 15% sigue siendo considerable. Solo basta con decir que, durante la campaña estadounidense, los analistas pensaban que la guerra comercial terminaría con aranceles entre el 5 y el 10%.

“Sin embargo, unos aranceles del 15% no reducirán necesariamente la competitividad de las empresas europeas en comparación con otros exportadores. Siempre que la mayoría de los Estados, a excepción de China —que de todas formas se mantendrá muy por encima—, enfrenten aranceles a un nivel similar una vez que la situación esté realmente estabilizada”, precisa Moëc.

En todo caso, muchos se preguntaban este lunes por qué la Comisión decidió someterse a la voluntad de Donald Trump, sin adoptar las medidas de represalias que había preparado. Teniendo en cuenta que, dado el poder del mercado europeo —más amplio que el mercado estadounidense en número de consumidores—, teóricamente era más fácil hacer frente y crear una relación de fuerza favorable frente a las pretensiones estadounidenses.

Para Maxime Lefevre, profesor de geopolítica en la ESCP Business School, “la UE está limitada en sus posibles represalias porque buena parte de las exportaciones estadounidenses son productos primarios que necesita (por ejemplo la energía), y es difícil tratar con una administración que hace mucha comunicación, pero tiene dificultades para organizarse y negociar profesionalmente. Los europeos, en todo caso, han evitado aumentar los aranceles estadounidenses, manteniendo sus herramientas de represalia a nivel de amenazas, como su instrumento anti-coersión, impuesto sobre los servicios digitales.

El economista Philippe Dessertine, por su parte, recuerda que Europa acaba de salir de un periodo inflacionario, desde que comenzó la guerra en Ucrania en 2022: “Aumentar las tasas de los productos estadounidenses provocaría un encarecimiento de los bienes que entran en la Unión Europea. Y un regreso de la inflación”, concluye.

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