“¿Cómo era la frase que decía Yabrán? ¿Hacerme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente? Bueno, yo no te digo lo mismo, es distinto… pero que me apunten con una cámara me incomoda. Yo prefiero estar del otro lado». El que dice esta frase al fotógrafo de LA NACION que está a punto de retratarlo es Osvaldo Dubini, alguien que sabe, y mucho, sobre el arte de sacar fotos. Es que durante más de 40 años este hombre realizó el trabajo de reportero gráfico y se convirtió en referente de este oficio.
Dubini, de 88 años, volvió en los últimos tiempos al ruedo público por causa de Menem, la serie. Allí se recreó una imagen que fue ícono de los años ‘90: la foto que este reportero gráfico le sacó a María Julia Alsogaray con un tapado de piel para la revista Noticias. Pero la trayectoria de este artista del disparador va mucho más allá de esa portada.
También es conocido por descubrir bellezas como Graciela Alfano o Teté Coustarot para la portada de la revista Siete Días. Sin embargo, lo que él más disfrutaba eran las producciones en las que podía afinar su ojo en el registro de la realidad. “Me daban un tema para desarrollar y yo, cámara al hombro, iba y traía las imágenes”, asevera. Y añade: “Especialmente me gustaba es la época del blanco y negro, porque eso es un poco la esencia, la historia de lo que es la fotografía”.
El experimentado fotógrafo, que se retiró de la actividad a poco de comenzar el siglo XXI y ahora dedica sus horas al tenis, recibe a este medio en su casa de La Lucila. Allí, frente a una enorme cantidad de fotos entremezcladas sobre una mesa, Dubini hace un repaso de su vida y su obra, intensa y ecléctica, pero que en todos los casos buscaba un mismo objetivo: “La que yo quería siempre era que la foto hablara por sí misma”.
Las primeras fotos
-Osvaldo, ¿cuándo empezó a sacar fotos?
-Yo nací en el año 1937, digo siempre que estoy pisando los 90. Las primeras fotos las hice en el año 1955, cuando salí del secundario. Pero todavía no publicaba. Tengo una foto que saqué en esa época, de cuando bombardearon la Plaza de Mayo, antes de la Revolución Libertadora. Yo vivía en Remedios de Escalada, los mismos aviones de la plaza bombardearon la antena de Radio Argentina que estaba por ese barrio. Yo saqué la foto de los techos y la explosión. Todavía no era profesional, ni nada.
-¿Cómo empezó a profesionalizarse?
-Yo me recibí de Técnico Mecánico en un industrial de Lanús, donde vivía. Trabajaba en una fábrica que hacía máquinas y herramientas. Cuando me toca hacer el Servicio Militar, dos años en la Marina, 57 y 58, mis jefes me dijeron: “Te esperamos cuando vuelvas de la conscripción”. Y yo les dije: “No me esperen, porque no vuelvo”. Mi hermano, Rubén Dubini, fue un muy buen diagramador. Empezó en la revista Mundo Argentino, de editorial Haynes, que era la de diario El Mundo. Él fue el que me dijo: “¿por qué no venís acá para hacer fotos?»
-¿Allí fue su primer trabajo?
-No, ahí estuve como aprendiz. Había un fotógrafo buenísimo en esa época, César Álvarez, que me inició en la fotografía periodística. Iba a todas las notas con él, empecé con las primeras fotos, pero mi primer trabajo en relación de dependencia fue cuando entre en editorial Atlántida, en el 60. Empiezo en la revista El Gráfico, que estaba de director Ricardo Alfieri. Empecé a hacer notas, pero no muy importantes. Era principiante.
Comienzo en el deporte
-¿Su comienzo profesional fue en el deporte, entonces?
-Sí. Hacía fotos también en otra revista de Atlántida que era El Golfer Argentino, que era solo de golf. En ese entonces yo usaba la cámara Rolleiflex, era 6 x 6. Me mandaba a mí Alfieri padre con un rollito de 12 cuadros. En blanco y negro. Eso se cortaba en el laboratorio… todo lo que estamos hablando es la historia de la fotografía. Ahí trabajé por un año.
-¿Y después?
-Después El Golfer Argentino se transformó en Sport Ilustrado. Tenía marcas de publicidad muy importantes y ahí hacíamos automovilismo, yachting, regatas, tenis… todos los deportes. Ahí es donde empiezo a tomar fuerza como fotógrafo.
-¿Usted alguna vez estudió formalmente fotografía?
-No, yo de Foto Club no fui nunca. Me salían las fotos por intuición, componía por intuición. Me salía naturalmente. Después, cuando estoy en la profesión, empiezo a ver la importancia de las diagonales en la fotografía, el primer plano, el desenfoque…
Baja la bandera a cuadros
Dubini hilvana anécdotas, imágenes, lugares y nombres con una memoria potente, que se deja ver en los detalles. Toma las páginas de revistas con sus fotos que desperdigó sobre la mesa, las muestra y las va descartando tirándolas al piso. Es imposible dar cuenta de todas. De vez en cuando le dedica más tiempo a alguna para explicar su trabajo. Así, se detiene en una imagen de Sport Ilustrado, del año 1964, en el autódromo de Buenos Aires.
“Yo tenía que cubrir la carrera de Fórmula Junior, pero a mí siempre me gustó algo que sintetice, porque la fotografía periodística es síntesis. Cuando llego al autódromo veo que había una parte de la tribuna donde se veían todas las patas de los espectadores colgando, se veían todos los zapatos y justo estaba por terminar la carrera. Yo tenía adelante al tipo que bajaba la bandera a cuadros. Esperé. Cuando llegaba el primer auto entonces tengo en primer plano al que baja la bandera, el auto que pasa en la línea y tenía todas las patitas colgadas. La composición para mí es linda. Esa imagen me gustó”.
-¿Cuándo deja la editorial Atlántida?
-Me voy de Atlántida junto con mi hermano porque los hermanos Vigil, que eran los dueños en ese momento, le ponen fútbol a la Sport Ilustrado y no tenía sentido, porque para eso tenían El Gráfico. Entonces nos vamos a la editorial Abril. En el ‘65 entramos a Siete Días, que en ese momento salía como suplemento del diario La Razón. Después ya sale como revista.
Rucci, Vietnam y los gloster en pleno vuelo
-¿Ahí qué tipo de trabajos hace?
-Todo esto que ves acá (señala la mesa). Para mí, todas las notas eran importantes. En esa época el jefe de fotografía era Paco Vera, que me quería y respetaba muchísimo a nivel profesional. Venía y me daba un tema, por ejemplo, “el submundo del puerto”. Y yo tenía que crear una historia de eso, fotográficamente. Ahí no me movía con redactor. Andaba cámara al hombro, que ya tenía la Nikon y andaba con una lente normal, un angular y un teleobjetivo. Me daban la libertad de expresarme. Yo estaba siempre persiguiendo el instante preciso.
Las páginas y las fotos siguen desfilando por la mesa y la memoria de Osvaldo Dubini, desordenadas pero siempre visualmente efectivas. La visita de Charles De Gaulle en la Argentina en el año 64, un reportaje a José Rucci en Mar del Plata, manifestaciones contra la guerra de Vietnam en Washington en el 71, que “eran un despelote”. Y la foto de tres aviones de la fuerza aérea argentina tomada en pleno vuelo. Una imagen impactante en la que este artesano de la lente se detuvo para narrar.
“Había que hacer una nota sobre los aviones Gloster y sus pilotos -explica, con la revista desplegada delante de sus ojos-. Me habían pedido una foto de los aviones en el aire y que se vea la ciudad abajo. Cuando me lo pidió el director dije: ”Este me está cargando». Pero me fui a la base, creo que era en Morón, y en un pizarrón les expliqué a los pilotos lo que tenía que hacer la escuadrilla en el aire, las posiciones que tenían tomar para hacer la toma. Yo iba a volar en un Morane-Saulnier, que tenía lugar para dos personas. Cuando me subo a ese avión, el piloto me da un trapo, una estopa y cuando le pregunto para qué es me dice: ‘Tenga esto y olvídese de la foto’. El tipo estaba convencido de que me iba a descomponer, porque eran aviones supersónicos. No me descompuse, y logré esta fotografía. Acá se ve: uno, dos, tres aviones. Y abajo la ciudad“.
“Un juguete llamado vida”
-Acá veo una producción en Japón, Osvaldo, ¿usted estuvo en su profesión en muchos lugares del mundo?
-Sí, acá a Japón me mandaron en el vuelo transpolar. Me dijo el director de entonces, que era Norberto Firpo me dio el vuelo, que era una invitación y me dice: “Vos andá y expresá fotográficamente cómo son los japoneses”. Estuve también en China, en la visita de (Jorge Rafael) Videla. Era trabajo… ¡qué voy a hacer! Y conocí por ejemplo la isla de Pascua, cuando todavía no era nada turística.
En medio del universo de papeles que lo rodean, Dubini recoge uno especial. Es la portada de la revista Siete Días Ilustrados, de 1968. En la imagen, hay un niño sonriente que tiene un colador de fideos en la cabeza y en un costado, una título que dice: “Niños, un juguete llamado vida”. El fotógrafo sonríe y pregunta: “¿Este sabés quién es?“, y de inmediato, responde: ”¡Es mi hijo Marcelo! Tenía dos años acá . A mí me habían largado el tema con ese título y pensé: ‘¿Cómo c… lo voy a ilustrar?’. Entonces llegué a casa, estaba él y tiré todas las cacerolas en el piso. En un momento determinado, él se mete el colador en la cabeza y le saco la foto. Me gustó a mí cómo quedó. Y después empapelaron Buenos Aires con esa foto».
Miss Siete Días
-En Siete días ilustrados también tuvo que ver con la Miss Siete Días, donde te encargabas de buscar chicas para un concurso de belleza, ¿cómo fue eso?
-Eso empezó allá por el año 69, en la temporada de verano que hacíamos en Mar del Plata. Recorríamos las playas y teníamos toda la semana para mandar unas ocho chicas a la editorial. Después allá elegían la que iba a ir a la tapa. Pero ojo, que es jodido el trabajo. Me acuerdo que iba con un compañero que me decía: “Mirá esa chica”. Y yo decía que no, tenía cadera alta o muy baja… no era algo tan simple.
-¿Así fue como descubrió a Graciela Alfano?
-Primero fue a Teté Coustarot. Fue la primera Miss Siete días. La encontré de noche, en un boliche de Constitución, Ye-Ye, y le propuse si quería postularse para Miss Siete Días ahí mismo. Primero no quería, pero después la convencí. Y a Graciela Alfano la vi en vivo y en directo entrar al agua, en Punta Mogotes. Estaba con el novio y la madre. Ella era menor, tenía 17 años, así que tuve que convencer a la madre para que participara.
-En esa tapa también salieron otras modelos y mujeres famosas, como por ejemplo Susana Giménez, ¿qué recuerdo tenés de ella?
–Susana Giménez no era tan conocida todavía. Me acuerdo que venía con Pata Villanueva en una motito para que le haga fotos. Esa es la primera foto que le hago yo (por una tapa de Siete Días) y a partir de ahí empezó todo. Fue en 1969. Me acuerdo que después ella me pidió hacer un libro de fotos con ella semidesnuda, como en esa época había hecho Brigitte Bardot. Yo le dije que no, porque necesitaría mucho tiempo para hacer eso, pero me gustó que me lo propusiera.
Modelos y tiempos difíciles
-Esas producciones de las tapas de Siete Días, donde también aparecieron Mónica Gonzaga, Silvia Pérez, Naanim Timoyko, también quedaron en la historia, ¿cómo es que se realizaban?
-Yo no usaba flash, usaba toda luz rebotada. Siempre con luz ambiente. Los chicos del estudio, sacábamos las fotos en Lowe, me decían “corralito”, porque yo rodeaba a la modelo con placas de telgopor. Y muchas chicas no eran modelos y eso me daba más trabajo. Tenía que decirles cómo ponerse. En realidad esas tapas eran como una máquina de hacer chorizos. No era lo mismo. A mí me gustaba más hacer otro tipo de producciones.
-Y pasaban otras cosas también en el país.
-Había de todo, por eso te digo, esto está muy alegre, muy lindas las chicas, pero también está la parte jodida. Yo estuve también en Ezeiza cuando llegó Perón en 1973, en el enfrentamiento que hubo, cuando vienen los montoneros por la ruta y se agarran a tiros con los más oficialistas. Eso fue muy grave. O en las manifestaciones en tiempos de Onganía, entre la policía montada y los manifestantes, que nosotros estábamos en el medio…
-Eso es fotoperiodismo.
-Sí, tuve el orgullo que en una nota que hablaba de la importancia de ese tipo de fotos, con el título “Fotografía y liberación”, en la revista Primera Plana, en 1972, ponían para ilustrar la nota una foto mía y otra de Herni Cartier-Bresson. Él fue el padre del fotoperiodismo. Sacaba todo en blanco y negro, todo ambiente y todo espontáneo y yo lo tuve siempre como referente.
-En las fotos desparramadas en la mesa se ven las chicas de Siete Días, pero también otras figuras célebres como José Marrone, en otro rubro, Aníbal Troilo, Piazzolla, ¿se hizo amigo de alguna de esas celebridades?
-La palabra amigo es muy fuerte. Con algunos personajes me he encontrado con el tiempo, como por ejemplo Graciela Alfano, o también Naanim Timoyko, que me mandó saludos por medio de mi hijo Marcelo, que es fotógrafo. Pero lo que sí, yo siempre quedaba charlando con los personajes. No era solo ‘tic-tic’, me los ganaba un poco, y al tener tiempo de charla me contaban cosas de ellos y así surgían las fotos.
El tapado de María Julia
-Osvaldo, ¿cuándo comienza usted a trabajar para la editorial Perfil?
-En el 84 paso a Perfil. Era el gobierno de Alfonsín. Yo suelo calcular los momentos de mi carrera por los presidentes. Pero me acuerdo también porque justo ese año había fallecido mi vieja… Pasé a La Semana y después, Noticias.
-¿Qué tipo de producciones hacían en La Semana?
-Ahí trabajábamos junto al periodista Mario Markic. Salíamos con un auto que nos daba la editorial y recorríamos todo el noroeste argentino, por ejemplo. Hacíamos las cosas que surgían, no es que nos encomendaran algo. Fuimos, por ejemplo, a la escuelita de Famaillá, en los montes tucumanos, que fue donde se hizo el Operativo Independencia en 1975. Entrábamos con machetes, lo mismo que en el Impenetrable chaqueño… era el tipo de notas que a mí me gustaban.
Después llega la etapa de la revista Noticias y aquella famosa tapa del 22 de julio de 1990 en la que María Julia Alsogaray, entonces interventora de Entel, aparece en pose sexy, con el tapado de piel de Graciela Borges, aparentemente sin nada debajo. Un retrato realizado en Las Leñas, Mendoza y que revolucionó una década, la del 90, marcada por la frivolidad del menemismo.
-¿Me puede contar algo sobre esa foto que no se haya dicho?
-Esa foto es en un salón. Cuando yo la llevo a María Julia al sillón para retratarla, el ventanal que había daba un rebote de luz bárbaro. Por eso, si vos la mirás la foto me quedó un negro total atrás que parece una foto hecha en estudio. Por eso para mí hay una ventaja de la luz ambiente, solo la tenés que esperar. Yo el flash no lo usaba para nada.
-¿Qué le produce que esa foto haya quedado en la historia argentina?
-Mirá, hablando de eso, la foto de María Julia salió en un libro sobre los 200 años de la Argentina, del año 2010. Ahí hay dos fotos o imágenes de cada año del país desde la primera junta hasta ahora. La imagen de María Julia Alsogaray es una de las dos fotos elegidas para representar el año 1990.
Dubini abre ese libro voluminoso y muestra allí el retrato de la funcionaria menemista con el tapado de piel. Luego, retrocede hasta la primera página, donde se puede leer la dedicatoria que le escribió al fotógrafo el editor de esa publicación, Guido Indij: “Estimado Osvaldo: con orgullo de editor te envío este broli. Vos sentite orgulloso de ser parte de la iconografía de los argentinos”.
“Uno que todavía queda en pie”
-Si hablamos de historia, usted estuvo trabajando en períodos de varios presidentes, ¿cuál recuerda usted como el más cercano?
-(Carlos) Menem. Cuando hacía campaña presidencial, en el 88, yo estaba con él e íbamos en el último vagón de un tren que iba parando en todos los pueblos. Menem daba un discurso desde el vagón y yo bajaba a sacarle fotos. Después el tren se iba. Una vez se me estaba yendo y empecé a correr. Entonces escucho que desde arriba Carlos me dice: “Dale, dale, chango, ¡Subite!”.
-Osvaldo, ¿recuerda cuál fue su úlitma producción?
-No. Yo me retiro a los 63 años. ¿Por qué me retiro? Porque después de la foto de María Julia, me nombraron editor de fotografía de Noticias. Entonces como que lo de la camarita al hombro y todo se me cortó. Yo no aguantaba estar metido ahí, repartir el trabajo de los fotógrafos, después elegir las fotos… entonces decido retirarme. Por eso no me acuerdo cuál fue el último trabajo que hice como fotógrafo.
-¿Ahora no hace más fotos?
-No. Ahora me dedico al tenis. Todas mañanas practico una o dos horas en un frontón que está acá en Vicente López, y estoy esperando que pueda haber una categoría para competir con mayores de 80.
Dubini dice que abandonó el oficio, pero exhibe con orgullo para su colega de LA NACION su carnet de reportero gráfico al día, con el número 152. Este prócer de la fotografía periodística sabe el valor que tiene esa credencial con una cifra tan baja y desafía con una sonrisa: “Soy uno que todavía queda en pie. Averiguá si hay alguno anterior…”.