Cuál fue la receta de Eduardo Costantini para pasar de vendedor de bufandas a un empresario líder de la Argentina

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De La Vega, Botero y Kuitca asoman sin ninguna timidez en el luminoso living de la casa de Eduardo Costantini. A pasos del Malba y con la combinación de colores y elegancia justas, se da el marco ideal para una entrevista en la que describe momentos jamás contados de su vida. La luz entra por todos los grandes ventanales y el silencio solo se interrumpe cuando asoma Kahlo Milagro, su hija más pequeña que tuvo junto a su mujer, Elina. No le escapa a ninguna pregunta, se toma el tiempo para responder y recordar y hasta se emociona cuando se le pregunta por el lienzo en blanco que supuso su propia historia.

Las finanzas, la especulación, su primer millón, las épocas de pupilo, los éxitos y fracasos, su paso por Tower Records y cómo vivió la idea y realidad de Nordelta y Puertos, son sólo algunas escalas de un mano a mano del capítulo dos, de la temporada cuatro de Hacedores, de LA NACION + EY.

-Hay muchos chicos que van al colegio y dicen: “A mí me está yendo mal en el colegio y entonces creen no tener destino”, ¿Cómo fue tu experiencia?

-En realidad, repetí cuarto grado. O sea, mi padre fundó un colegio llamado San Juan El Precursor con otros padres. Ingresé en segundo grado y la verdad es que era muy mal alumno. En la parte de disciplina era terrible y entonces no aprendía. Incluso a la tarde había inglés y yo nunca aprobaba. Y bueno, lamentablemente repetí.

-Y, ¿qué fue lo que sucedió?

-En primer año me echaron del San Juan porque ya eran inviables las cosas que hacía. Y ahí me mandaron pupilo y tuve un verdadero punto de inflexión.

-Pupilo en un colegio de paredes altas, casi de clausura que fue tu colegio por entonces…

-Exacto. Aparte yo me iba los domingos tipo tres de la tarde. Todos mis hermanos se quedaban jugando al fútbol, al tocado en la calle y me tenía que ir. Ya me sentía totalmente marginado. Y venía para Capital, en Plaza Once, un colegio que no tenía una baldosa de pasto y que no podías hablar. Ibas del dormitorio, que éramos 50 chicos y no se podía hablar. Había camas altas y los curas caminaban por debajo de la cama para eliminar murmullos. Y después te ibas del a tomar el desayuno en fila india y había un cura cada 20 metros con los brazos cruzados. Y había uno que me pegaba cuando hacía algo malo.

-¿Qué aprendiste de esas dos etapas?

-Bueno, ahí aprendí por las malas, si se quiere. Empecé a estudiar y empecé a disciplinarme más en el colegio. Me disciplinó completamente. Fue un shock. Entonces empecé a estudiar. En segundo año mis padres me mandaron de nuevo pupilo porque había recuperado como seis materias pero no aguantaba más. Un mono me había mordido un dedo y entonces me hacían el tratamiento antirrábico. Entonces extendí los días de la inyección y cuando yo volvía a casa el fin de semana, no regresaba al colegio al punto que di libre segundo año y repetí nuevamente. Pero ya en esa etapa estudiaba y entonces cuando empezó el año yo tenía todas notas altas hasta que me recibí en quinto y fui casi abanderado. Hice el ingreso a la UCA con promedio ocho en Economía e hice toda mi carrera trabajando y estudiando. Ya tenía foco.

-Ustedes son una familia de doce hermanos…

-Trece. Más María Celina, que es como mi hermana, mi madrina, que quedó huérfana siendo muy chica y mi madre la adoptó cuando fallece su hermana. Entonces éramos 14 más mis padres y mis abuelos.

-¿Y qué te da esa infancia que te da una familia?

-Si bien mi madre no era tan contenedora, por eso yo fui tan rebelde. Era una persona dedicada totalmente a nosotros y al prójimo. Hacía mucha asistencia social, yendo a la CABA, llevaba una persona cardíaca al hospital, realmente muy inmanente, con mucha fuerza, gente muy honesta. Ahí aprendí los valores.

-De chico ya tenías un camino de emprendedor…

-Vos te referís a cuando yo tenía más o menos 21 años y lo que hacíamos era bufandas, comprábamos la lana, elegí los colores. Siempre me gustó la parte de creatividad, la estética ya de chico y con un tejido morley comenzó ese primer proyecto. Teníamos las bufandas y yo las iba a corretear a la calle Santa Fe en ese momento que estaban todas las boutiques. Recogía los pedidos, producía y la verdad que me fue muy bien. Así me compré mi primer auto que fue un Citröen 2CV usado.

-Luego rompiste un paradigma familiar cuando decidiste irte a estudiar al exterior…

-Yo trabajaba con mi hermano Rodolfo que es un empresario destacado y tuve un bonus con él y también especulando un poquito en los mercados, junté US$ 25.000, apliqué a las universidades en Inglaterra. Y si bien amo la economía y la amaba, no tenía tiempo de estudiar para tener nueve promedio.

Trabajaba ocho horas y viajaba dos e iba a la facultad de la mañana. Entonces mi promedio estaba bien, pero no era outstanding como se dice. Apliqué a las universidades en Inglaterra y me eligió una universidad que no es de las más conocidas, que se llama University of East Anglia, que ahora sí es conocida y es la mejor en literatura. Y bueno, hice un máster ahí y yo fui uno de los dos que nos permitieron hacerlo en un año. Yo ya había estudiado cinco años de economía acá. Me recibí y regresé el ideal de trabajar para el gobierno. Soñaba con el Ministerio de Economía o el Banco Central. Pero ya a esa altura era padre de tres y no pagaban nada…así que tuve que recalcular.

-¿Qué pasó después?

-Entonces regresé a trabajar con mi hermano, que lloré todo un día porque yo no quería su camino y quería hacer el propio. Le había prestado el auto a mi hermano Enrique que me lo devolvió y tuve que cambiarlo. Llegué con US$ 8000, gasté US$ 4000 en el coche y al año siguiente tenía un millón de dólares.

-¿Cómo?

-Trabajé con mi hermano y me di cuenta en esa época después de Isabelita, que había una inflación elevada, ponele del 75% y las tasas de interés estaban al 30 más o menos. Mi hermano había comprado un frigorífico rioplatense con una deuda que estaba indexada al Índice de Precios del Consumidor. Ellos estaban en la planta y la deuda le comía todas las ganancias operativas. Como no teníamos pasivos bancarios, digo por qué no hacemos un pool de créditos bancarios para pagar la deuda. Entonces yo quedé a cargo de tener los flujos de la compañía con una holding para pagar el crédito. Pero la deuda se licuó.

-Muy de Argentina…

-La inflación subió el 350%, las tasas estaban bajísimas y entonces ahí él me dio una recompensa grande, como US$ 60.000 que era mucho dinero. Yo especulé en la Bolsa con bonos y acciones. Y con US$ 200.000 compré un terreno en el que asocié a mi hermano en un 20%. Pagamos US$ 240.000. En noviembre nos pagaron US$ 1 millón y ahí fue el despegue. Entonces ahí cuando vendí el terreno me fui de vacaciones y al regreso me independicé.

-¿En qué universidad se aprende el olfato de los negocios?

-En la calle. En ninguna. En la universidad aprendes la técnica, te da las herramientas, te da el oficio, es como como el artista. Un artista puede tener toda la técnica, pero tal vez no tenga la magia, no vibre. Como el cantante. Pasa en todos los órdenes de la vida. Yo me entrené, me entrené de chico, me entrené con mi padre, con Rodolfo y tuve logros muy importantes. El más importante en términos monetarios es el del Banco Francés.

-Usás mucho la palabra especular que a veces tiene una connotación…

-Peyorativa.

-¿Qué es especular?

-Bueno, para mí especular es comprar un activo para hacer una ganancia rápida que aumente de valor y venderlo y aumentar tu capital.

-Entonces tiene una connotación negativa para algunos, ¿por qué para vos?

-Porque en realidad uno habla de la cultura del trabajo, del hacer, de transformar, de tener sensibilidad social, de tener una mirada holística. Vos al especular, en realidad lo que buscas, como te estoy diciendo, es obtener un beneficio propio a través del aumento de algo que vos compraste que crees que va a subir. Yo me dedicaba en realidad a eso. También era empresario, en el sentido que yo empecé como agente de bolsa y agente de extrabursátil y tenía unas 30 personas. La gente confiaba mucho en nosotros. Yo ya tenía capital. Cuando yo digo especular es con capital propio. Entonces la gente confiaba mucho en nosotros. Nosotros nunca hicimos locuras y teníamos muy buena rentabilidad. Entonces yo iba aumentando mi patrimonio y en el año 1985 todo el mundo estaba con el dólar y las empresas no valían nada. Ese año, el Banco Francés valía US$ 4 millones por Bolsa y en el año 87 valía US$ 10. Yo compré dos veces. Toda la bolsa cae, y yo invierto el 15% de mi patrimonio. Puse US$ 1 millón y compré el 10% del Banco francés que a valor libro valía US$ 40 millones por bolsa y valía US$ 10 y ganaba US$ 5 millones cada doce meses.

-Y Terrabusi…

-Tenía US$ 10 millones de caja, la fábrica, la red distribución, las marcas y valía US$ 10 millones sin deuda. Y yo compré el 12% de Terrabusi y era el segundo accionista más importante. Pero el Banco Francés me recibió mejor.

Me comí la hiper de Alfonsín. Hasta quería haber vendido las acciones pero no tenía liquidez. Viene Cavallo y entonces la Argentina empieza a subir los valores de las acciones. Ya el banco igual se había defendido muy bien y en el comienzo del año 91 el banco valía US$ 154 millones de dólares que le equiparó al valor de Bolsa.

Con los Otero Monsegur quedamos que compre acciones a valor equivalente de US$ 154 millones y subí mi tenencia al 20% del banco. Me convertí en vicepresidente del banco, que era el mejor banco administrado de la Argentina, y me acuerdo que el Pibe Otero, que era el padre de Luis Roque, tenía como 80 años me preguntó por qué compras a este valor el Banco.

-¿Qué le respondiste?

-Le dije. Yo creo que este banco tal vez en cuatro o cinco años puede llegar a valer US$ 500 millones. Y aparte, yo quiero ser banquero por vocación y al año siguiente el banco llegó US$ 1300 millones. Yo vendí en 1994 antes del Efecto Tequila.

O sea, lo vendí a un equivalente de US$ 1000 millones y cobré US$ 200 millones-

-¿Cómo te administras?

-Yo llevo mi patrimonio todos los días. Me acuerdo que mi padre que invertía en la bolsa no muy bien hacía los fines de semana las cuentas con multiplicación manual. Pero para mí la plata sin duda me sirve como una forma de vida. Por ejemplo, todo el programa de arte o todo el programa de desarrollo inmobiliario, todo lo que uno hace el capital es un medio, es como la sangre que permite que el cuerpo funcione porque circula, o sea, no es un fin en sí mismo.

La prueba está que yo he donado más del 20% de mi patrimonio al Malba toda la colección de arte, el edificio, y el déficit.

-Hay negocios que salen bien, negocios que a veces no salen como uno espera. ¿Qué experiencia te dio Tower Records?

-Bueno, sí, yo tuve distintos proyectos que no funcionaron bien. Tower en definitiva me pude desprender y sin ninguna pérdida significativa del capital porque era un local alquilado. Pero no se dio el plan original y me salí.

Me pasó lo mismo con un edificio en la calle Parera, que vino la suba de tasas, la baja de ventas y me asusté. No me gustaba tampoco el plano como era y logré vender en el pozo y salir empatado. Tuve una agencia de publicidad, por ejemplo, que me enseñó mucho.

-¿Quién te baja en los éxitos y quién te sube en los fracasos?

-No, no me cambia mucho sinceramente. No me afectan tanto, a no ser que haya un problema serio. Yo he tenido un problema serio en Key Biscayne, por ejemplo, un problema grave. O sea, yo siempre cuando hay un problema lo dimensionas siempre proporcional al todo. Entonces siempre he sido conservador entre comillas y siempre he diversificado mis riesgos. Yo en esa época compré el 15% de mi patrimonio en acciones. Imagínate si hubiera comprado el 50 o el 70 como hizo Carlos Slim en México. Lo peor es tener un problema y que el problema lo sigas teniendo a través del tiempo y que te angustie y te preocupe que eventualmente pueda agrandarse.

-Mirando en retrospectiva. ¿Cómo fue el origen del modo desarrollador?

-Bueno, eso fue básicamente en el 91, que fue primero la inversión que hice en el banco y tenían sus riesgos. Además, ahí compré un terreno grande en Catalinas, le ofrecí al Banco francés si me quería acompañar. Me acompañaron con un 50% en la primera torre de Catalinas. Era un terreno de US$18 millones y terminamos con una torre que valía más o menos US$ 45 millones. El negocio máximo era tener liquidez. La Argentina es cíclica y a veces ciclotímica. Siempre es igual. Yo lo que sabía bastante bien era el diagnóstico de la Argentina, era como muy científico en calibrar el riesgo país.

Entonces vos veías como un programa económico empezaba a tener debilidades y fracasos, entonces yo empezaba a disminuir mi posición a punto tal que me pasaba todo a dólares. Era como un inversor extranjero, de ahí que parte de mí odiaba eso, entendés. Después venía la crisis, cambiaba por el gobierno, venía un nuevo ministro de Economía, subía todo, o sea, caía el dólar, subía las propiedades, subía la bolsa, subía los bonos, invertía todo y entonces empezaba a juntar de nuevo. Y bueno, yo dije quiero salirme de eso. No quiero ser una cuenta corriente. Quiero ser una persona que hace cosas, que está en la economía real. Y ahí fue cuando el Banco francés, como desarrollador, en la década del 90, conocí a Julián Astolfoni. En el 98 empezamos Nordelta y en el 2000 nos pegaron un cachetazo con la crisis del fin del 2001. No me arrepiento. O sea, yo soy un hacedor. Como ves, compro cosas y armo empresas. Y eso es lo que lo que me mueve hoy, poder expresar mi creatividad en todo lo que hago.

-¿Eso es lo que te divierte?

-Totalmente. Tener una mirada de largo plazo sobre un proyecto, construirlo, tratar de darle valor, continuidad, sentido, coherencia, consistencia. O sea Malba. Yo empecé a coleccionar arte hace 50 años. Conocí a Ricardo Esteves, que fue mi mentor hace 40 años.

-Las finanzas te atravesaron toda la vida…

-De chico sigo la macro mundial, la Argentina y las finanzas y siempre invertí el capital. Ahora mismo hemos fusionado dos empresas: Consultatio Asset Management y TPCG, son dos empresas que tienen el mismo tamaño. Ahora somos unas 170 personas y la hemos denominado One618. También tenemos operaciones en Uruguay y aparte tenemos una administradora de fondos que es la cuarta no bancaria en tamaño.

-¿Por qué ese nombre?

-Porque es una secuencia de Fibonacci que habla de la regla de oro que hay en la proporción de oro que hay en la naturaleza y que los artistas también siguen y nosotros vinculamos como el arte de las finanzas. Después de un brainstorming surgió ese nombre.

-¿Cómo elegís a tus equipos de confianza?

-Es ver la actuación de esa persona en el tiempo. En realidad también intuitivamente vos ves una persona y te das cuenta en general si es una buena persona. Nosotros nos fijamos mucho primero que sea una buena persona y luego que sea una persona apta y que tenga la visión y tenga también el interés y la vocación para formar equipo.

-¿Nordelta superó tu sueño inicial?

-Ahora tengo la vivencia en Nordelta cuando voy. Antes era una idea, un proyecto. Incluso nosotros pensábamos que podíamos llegar a unas 100.000 personas. O sea, en abstracto teníamos la envergadura de Nordelta, la visualizábamos. En realidad, Nordelta tiene menos densidad de lo que habíamos pensado.

Yo siempre fui más propicio de tener menos densidad. Julián quería más densidad, digamos más departamento, más edificios. De manera que la ambicionamos de esa forma.

– ¿Y Puertos cómo surge?

-Se acercó un señor con 1300 hectáreas a diez kilómetros de Nordelta pegados a la Panamericana y me había ido tan bien Nordelta que era como patear al arco un penal sin arquero. Son proyectos gigantes que siempre tienen inconvenientes a 30 40 años pero conceptualmente era lo mismo.

-¿Mito o realidad que Estados Unidos fue más rentable que Nordelta como negocio?

-Bueno, por unidad de tiempo sí. Lo que pasa es que Nordelta la tasa de retorno es baja porque ya tiene 27 años. Habrá sido algo parecido al 10% compuesto. Está muy bien. En Estados Unidos Key Biscayne fue un golazo. Calcula que nosotros vendimos 450 millones de dólares más o menos en 90 días. Éramos tres personas, una secretaria, el CEO y una persona de venta. Planeamos el sail center durante horas y horas. Nunca lo llegamos a hacer. Hicimos el brochure acá en Buenos Aires con el equipo de acá y con un simple brochure, nuestro primer proyecto vendimos por ese valor y en total eran 650 millones de dólares. En cambio, el de Bal Harbour un edificio US$ 1250 millones.

-Dos últimas, si vos tuvieras que iniciar el cuento de tu vida, ¿cómo arranca?

-Tuve una conducta, tuve una pasión y una aspiración.

-Esa es la primera página. La página final, como la escribimos en…

-Continuarías haciendo cosas y dándole consistencia a mi vida.

-Y si hay que ponerle un título a ese libro, ¿cuál es?

-Mi vida.

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