Una premonición previa a la cabalgata, ¿se cumpliría el anuncio? “No sentí ganas de darle un beso”

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Luis llegó a sus vacaciones en Salta agobiado del trabajo, la multinacional era muy exigente y el estrés le pedía un descanso. Ganaba el pedido de relax y se fue a la provincia norteña con dos amigos durante dos semanas. Los primeros días conoció a Clara y su grupo de amigas. Hoy diríamos que hicieron match, en 1998 sintieron que pegaron onda. La segunda semana de las vacaciones Luis y sus amigos tenían planificada una cabalgata en grupo, una propuesta que estaba de moda en aquella época, pero no quería irse sin antes pedirle a Clara su número de teléfono. Lo hizo, pero ella le contestó: “No me vas a llamar porque en la cabalgata vas a conocer a alguien”, ¿sería cierto?

Una cabalgata diferente

Mariana con sus 22 años recibió la invitación para la cabalgata a Salta por medio de un conocido y no dudó en ir. Convenció a dos amigas para que la acompañaran en la aventura. Había grupos para las cabalgatas todas las semanas y Mariana pidió al coordinador que las pusieran en un grupo que fuera mixto, no es que quisiera necesariamente conocer a alguien, pero sí le divertía más ir con un grupo diverso.

Mariana fue con sus amigas a la cabalgata

Así que se tomó, junto a sus amigas, un ómnibus desde Punta del Este donde estaban de vacaciones rumbo a Salta. En el hotel donde vivían todos vieron a Jonás, un amigo de Luis, “a pesar de que es de mi edad tenía cara de bebé, entonces no me dio vergüenza acercarme, aunque igual siempre fui caradura”, admite Mariana. Le preguntó dónde podía afilar el cuchillo, es que ella y sus amigas tuvieron que ir a la feria de la ciudad a comprar sombreros, cuchillos, polainas y demás accesorios que en Buenos Aires no conseguían. Jonás las ayudó, su amigo Luis estaba por ahí cerca pero no se vieron, Cupido sabía que todavía no era el momento.

A la noche, fueron todos los participantes del viaje a comer, Mariana recuerda que lo vio a Luis pero no le gustó su vestimenta y enseguida lo consideró uno más del grupo, no tenía intenciones de ir a enamorarse de él ni de nadie, ella estaba divertida con la idea de pasar seis días de cabalgata durmiendo en parajes de pueblos donde no había mucho más que eso.

“¿Me das la mano?”

La primera parte del recorrido a caballo era en una zona selvática, hacía mucho frío, y como estaba lluvioso decidieron ir en fila, uno detrás de otro, porque era más seguro ir así por la montaña.

“Yo estaba muy pispireta, charlaba con todos los grupitos”, recuerda Mariana. Pero parece que Luis era muy diferente: el iba en “slow motion”, cuenta ahora.

En una de esas noches cerradas y alrededor de un fogón Luis y Mariana empezaron a hablar. Se contaron de sus vidas y charlaron hasta tarde. Luis la acompañó al lugar donde dormían las mujeres, al llegar sus amigas querían saber qué había sucedido entre ellos dos.

“No sé, siento que tenemos muchas cosas en común”, esa fue su primera sensación al charlar con él, sintió que la conversación fluía sin ningún problema y que en muchos temas coincidían.

Los días fueron pasando y ambos buscaban la excusa para compartir cada vez más tiempo juntos. Cabalgaban y charlaban, a la noche Mariana tocaba la guitarra, durante el día disfrutaban de los imponentes paisajes de Salta, la linda.

En octubre Mariana había tenido un accidente de auto que le dejó los meniscos de una rodilla rotos, la última parte del viaje requería de hacer más fuerzas con las piernas porque era subir y bajar montañas, pero uno de los guías le llevó tranquilidad: ambos irían por el valle. Luis no lo dudó, él iría por el valle también.

Luis la quiso besar pero ella se negó

Se avecinaba una tormenta, hacía muchísimo frío y entre los tres se pasaban una petaca de licor de chocolate. Luis y Mariana iban juntos, el guía era el chaperón.

El grupo ya había llegado. Por el valle, mientras tanto, llegó la noche sin luna, no se veía nada, ni siquiera la cabeza del caballo, pero confiaban en que el animal sabía cómo volver a su lugar. Así y todo Mariana sintió mucho miedo, “¿me das la mano?”, le pidió a Luis, necesitaba sentir seguridad, él se la dio.

Empezó a diluviar, llegaron a destino, Mariana se quedó afónica así que ya mucho no podía hablar.

“No sentí ganas de darle un beso”

Al día siguiente iban caminando a una cascada donde había que subir un tramo, Mariana con su rodilla mal necesitaba ayuda y Luis la acompañaba, era su lazarillo. A comparación del resto del grupo ellos iban a su ritmo mientras el resto de los compañeros les cantaban la canción “Amor salvaje”. Incluso, sin que lo notaran, Jonás les sacó una foto entre los juncos.

Al llegar a la cascada Mariana no pudo resistirse a las ganas de meterse al agua junto a los demás, le daba mucha vergüenza que Luis, que recién la conocía, la viera en bikini, pero enseguida pensó que si a él le gustaba tendría que gustarle en cualquier aspecto, y se metió al agua.

A la noche todos dijeron de ir a bailar, se fueron en taxi. Cuando pasaron algunos lentos hubo un mayor acercamiento. Luis seguía en un modo tranquilo y Mariana, sin voz, susurraba o tan solo gesticulaba. Al volver a la hostería Luis le quiso dar un beso, pero ella le dio vuelta la cara y le puso la mejilla. “No sentí ganas en ese momento de darle un beso, después me arrepentí pero fue todo muy natural, en ese momento sentí darle mi mejilla”, se sincera Mariana.

Al día siguiente fueron al cuarto de los chicos para organizar el día y Luis, sentado en su catre ni la miraba. “¿No me saludás?”, le preguntó Mariana, “Me podés saludar”, agregó. Luis estaba ofendido, Mariana le había corrido la cara la noche anterior.

“La tuve que remar un poco”, se ríe Mariana, y volvieron a conversar. Aquel día fueron a revelar las fotos, Luis le imprimió y regaló aquella fotografía que le había sacado Jonás entre los juncos, en tamaño 18×21. “Wow, esto es mucho”, pensó Mariana.

Ninguno buscaba una pareja

“Lo importante es el contenido, no el cómo”

Mariana regresó a Buenos Aires en ómnibus y Luis en avión. Previo a la salida intercambiaron números de teléfono. Mariana siempre había dicho que no le iba a gustar un chico que la llevara a comer a un tenedor libre. Tres días después recibió el llamado de Luis con una invitación para salir a comer, ¿A dónde fueron? A un tenedor libre, por supuesto. Es que a cupido le gusta demostrar que para el verdadero amor los preconceptos no existen.

Luis la llevó en auto a su casa, “yo en el auto moría porque me diera ese primer beso que no nos habíamos dado, pero no me lo dio y yo no lo iba a encarar así que me la aguanté”, se ríe Mariana al recordar.

A los dos días la invitó de nuevo a tomar algo y ahí sí que se dieron su primero beso y oficializaron su noviazgo.

En ese entonces Mariana estudiaba medicina y sus días transcurrían estudiando. A los 11 meses de novios, en diciembre del mismo año en que se conocieron, Luis volvió de Tandil, de visitar a un amigo, y de regreso a su casa frenó en la de Mariana para saludarla. Sentados en el auto, un domingo a la noche en el que ella debía dormir temprano porque al día siguiente tenía examen de Anatomía Patológica, Luis le dijo que quería poner fecha de casamiento. Mariana esquivó la conversación, le dijo que si le quería pedir casamiento lo tenía que hacer como corresponde: con anillo y propuesta formal. “Él me dijo lo importante es el contenido de lo que te estoy diciendo y no el cómo, si es con anillo o con comida romántica, lo importante es lo que te quiero decir. Y ahí me derretí y le dije que sí, que quería casarme”, cuenta Mariana. A la mañana siguiente llegó media hora tarde al examen, se sentía en Narnia.

A los 11 meses Luis le propuso casamiento

“Si tiene que ser que sea”

Les contaron a sus familias, no podían creerlo. “Yo estaba feliz, hacía lista de los motivos por los que no me casaría, era mi manera de reafirmarme en el sí, y no había nada importante por lo cual no me quería casar”, cuenta Mariana.

El 11 de noviembre de hace 25 años se casaron en la Iglesia de Santo Domingo. “Para mí el momento más feliz de mi vida fue estar en el altar, tener hijos es maravilloso y alucinante, pero está unido al miedo y a la responsabilidad que uno tiene, el momento pleno fue en el altar”, admite Mariana. Aquel día cada uno se dijo unas palabras al oído: “Tengo un buen presentimiento”, coincidieron ambos, el mismo buen presentimiento que ya habían sentido y se habían dicho casi un año atrás.

Aquel día en una capilla de Salta se celebró una misa por los chicos, ¿por qué? Porque en el viaje en que se conocieron entraron a una capilla en Cafayate y rezaron por separado, tiempo después y ya de novios, pusieron en común lo que habían pedido aquel día y los dos habían dicho lo mismo: “Si tiene que ser que sea, lo dejo en tus manos”.

Los primeros años de matrimonio no fueron fáciles, en plena crisis de 2001 Luis se quedó sin trabajo, le llevó varios meses encontrar uno hasta que consiguió, pero en Ushuaia, Mariana tenía que terminar la carrera de Medicina. Luis se fue, ella volvió a vivir a la casa de sus padres y se veían cuando alguno de los dos podía viajar, incluso han pasado un mes entero sin verse. En el medio ella se quedó embarazada, se recibió de médica un viernes y al lunes siguiente nació su primer hijo.

Se fueron los tres a vivir en Ushuaia durante 15 años y tuvieron dos hijos más.

“Hemos pasado 500 crisis, no te puedo decir que no. Pero la receta creo que es trabajar la comunicación entre los dos. En la comunicación, todos estamos llamados a hacerlo de corazón a corazón, y más aún en el matrimonio. No juzgar al otro, cuando lo hace es para despelote, en el matrimonio cada uno tiene que crecer de forma individual para que el matrimonio también crezca”, aseguran Luis y Mariana con sus 25 años de casados, y concluyen con que el humor es clave en su pareja, “nos divertimos mucho juntos, él dice que yo le saco siempre una sonrisa y él a mí cuando yo estoy malhumorada, creo que el humor es nuestro mejor lenguaje”.

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