Hacia 1495, Leonardo da Vinci presentó el primer diseño del paracaídas de forma tronco-piramidal y, recién en 1617, el italiano Fausto Venancio Niceno saltó en Venecia desde una torre con un paracaídas de su invención y llegó ileso para contarlo.
Se sabe que lanzarse por primera vez al vacío desde un avión en movimiento es una de esas experiencias intensas difíciles de olvidar. El bautismo en paracaídas se presenta como la puerta de entrada a un mundo de emociones fuertes y permite a los novatos experimentar la caída libre y el vuelo en tándem junto a un instructor certificado.
Ahora bien, ¿en qué consiste exactamente un bautismo en paracaídas? Al interior de la provincia de Buenos Aires, las localidades de Lobos y Chascomús son el marco para dar ese primer salto bajo estrictas medidas de seguridad.
“El salto en tándem consiste en saltar enganchado con un arnés a un instructor, con un paracaídas de gran superficie que soporta el peso de ambos. Además del paracaídas principal, saltamos con un paracaídas de emergencia y un abridor automático”, sintetiza Marcelo Ioras, instructor de Paracaidismo Lobos.
En todo caso, el instructor es quien se encarga de controlar todo: la salida del avión, la caída libre, la apertura del paracaídas y el aterrizaje.
Los vuelos se realizan en un avión Cessna 205, con un motor de 300 HP, que demora aproximadamente unos 20 minutos en llegar a los 10.000 pies de altura (3048 metros). Antes de subir al avión, se ofrece una charla previa donde se esclarecen algunas cuestiones técnicas y de seguridad, como la posición que “el pasajero” deberá adoptar al momento de saltar en caída libre.
“El pasajero debe tomarse con ambas manos del arnés que lleva colocado y poner los pies flexionados entre medio de las piernas del instructor, como queriendo apoyar sus talones en sus muslos. Eso se muestra y se practica en tierra. Luego nos colocamos los arneses y vamos caminando hasta el avión, donde nos sentamos espalda con espalda. Al alcanzar los 8500 pies (2590,8 metros), se procede a ajustar el arnés que fija el pasajero al piloto, nos colocamos el casco, las antiparras, los guantes y se produce la apertura de la puerta”, sigue el relato del instructor de Paracaidismo Lobos.
Listos, preparados… ¡fuera!
Así las cosas, la puerta del avión se corre de un tirón y un abismo se abre bajo los pies. De a poco, piloto y pasajero se deslizan hacia la apertura sentados sobre el piso, apoyan los pies en el pedal externo y proceden a la cuenta regresiva para realizar el salto, a la cuenta de Ready, set… ¡gooooooo!
Una vez afuera del avión, el piloto libera un pequeño paracaídas para estabilizar la caída libre, denominado drogue, durante unos 40 segundos aproximadamente, hasta llegar a la altura de la apertura del paracaídas. Una vez abierto, siguen otros cinco minutos de vuelo, la etapa más suave de descenso, hasta aterrizar.
“Siempre uno va tachando cosas pendientes, y tirarme en paracaídas era una de esas. La experiencia del salto fue única, y puedo decir que tuve cero miedo al hacerlo, porque realmente las medidas de seguridad que te brindan antes de saltar me dejaron supertranquilo. He visto gente que solo fue a ver, tal vez con un poco de miedo al comienzo, y después de escuchar la charla y ver el profesionalismo con el que se trabaja, finalmente se animaron a hacerlo”, cuenta Hernán Chapitel, de 52 años, que recientemente se animó a dar su primer salto en la Escuela de Paracaidismo Lobos.
En cualquier caso, para dar el salto es requisito ser mayor de 16 años, no superar los 90 kilos de peso y tener muchas ganas de vivir una experiencia a pura adrenalina. Con más de 5500 saltos, Juan Pablo Huttiger es instructor de paracaidismo en Chascomús. Su primer salto lo dio a los 17 años, y poco después decidió dedicarse profesionalmente a la actividad, al igual que su tío y su hermano, que también son paracaidistas experimentados.
“Muchas personas se acercan al paracaidismo buscando superar miedos, salir de la rutina o cumplir un sueño pendiente. Es una experiencia que genera una mezcla única de adrenalina, libertad y conexión con el presente. También hay quienes llegan motivados por un acontecimiento especial (cumpleaños, aniversarios, despedidas) o simplemente por curiosidad”, apunta Huttiger.
Entre sus anécdotas favoritas, recuerda una mujer de 85 años que un día llegó muy convencida de dar el salto, un sueño pendiente a lo largo de su vida. “Vino acompañada de su familia, todos negados a la idea que tenía esta señora, pero ella fue y saltó contra todo pronóstico. Al aterrizar, era la mujer más feliz del mundo. Ese es un buen ejemplo de que los sueños hay que cumplirlos y no posponerlos por miedo o inseguridad”, reflexiona el instructor de Paracaidismo Chascomús.
Y concluye: “Lo importante es saber que el paracaidismo moderno es una actividad altamente regulada y con protocolos de seguridad muy estrictos. Los equipos que utilizamos están diseñados con tecnología de última generación y cuentan con dos paracaídas: uno principal y otro de reserva. Además, incorporan un dispositivo automático de apertura que funciona como respaldo adicional. Antes de cada vuelo se hace una revisión completa del equipo y se siguen procedimientos estandarizados, pensados para minimizar cualquier riesgo. A quienes tienen miedo, les diría que saltar en paracaídas es una de las experiencias más transformadoras que se pueden vivir”.