Gustavo Garzón: de la curiosidad que transformó en documental a la niña que le devolvió la alegría

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El 7 de agosto se estrenó Buscando a Shakespeare, de Gustavo Garzón, en el cine Gaumont. Se trata de un documental que cuenta la historia de una búsqueda: saber quién es el verdadero autor detrás de una de las figuras más importantes de la literatura universal, William Shakespeare. Es la cuarta película de Garzón, que debutó como realizador cinematográfico en el 2013 con Por un tiempo, y luego hizo los documentales Down para arriba (2019) y hace un mes estrenó Danielito, también sobre discapacidad.

En una charla con LA NACION el actor cuenta el origen de su interés por la figura de William Shakespeare y habla de los enigmas que lo rodean. También se explaya sobre la crisis en la industria audiovisual y confiesa que, por primera vez, no tiene ningún trabajo en vista. Pero además habla de cómo su nieta Miranda, de un año y medio, le devolvió la risa.

-¿Por qué elegiste hacer un documental sobre Shakespeare?

-En mi larga trayectoria nunca hice nada de Shakespeare. Me gustaría, pero esas versiones locas que se hacen acá y no el Shakespeare clásico que por distintos motivos no me interesa. Soy de los que piensan que las obras están escritas para ser dichas en el idioma de quien las escribe, y Shakespeare es muy poético y por más bien que se lo traduzca hay algo en el lenguaje original que se pierde. Entonces nosotros luchamos para darle verdad a textos que, con las adaptaciones, no son lo mismo. Me quedo con las transgresiones que se hacen en la Argentina.

-Sos demasiado respetuoso de los textos originales, digamos…

-Me gusta cuando se toma Shakespeare como disparador, como por ejemplo lo que está haciendo Ricardo Bartís con La gesta heroica, o Chame Buendia que hace Shakespeare clownesco, o Pompeyo [Audivert] con Macbeth, que son adaptaciones propias genuinas, donde el lenguaje actúa con el hecho escénico y uno no está obligado a decir cada uno de los versos de Shakespeare. Eso hay que dejárselo a los ingleses, que lo hacen muy bien en el idioma original. Acá cuestan las versiones clásicas, se hacen largas y a veces las metáforas no se traducen bien y no se entienden. Soy más amigo de otro tipo de versiones, pero muy respetuoso de lo que escribió.

-¿Cómo surgió la idea de hacer este documental que plantea muchos misterios sobre Shakespeare?

-Me enteré de que había una argentina, Mariana Sagasti, que se dedicaba a indagar los misterios que rodean a la figura de Shakespeare, y que además va tres veces por año a Inglaterra y se reúne con los pensadores, académicos, investigadores y artistas shakespearianos más importantes del mundo. Y ella me abría la posibilidad de contar con el testimonio de esta gente en una película hecha por un argentino. No dudé y me tiré a la pileta porque pensé que tenía que salir algo interesante, sin saber bien en lo que me metía. La línea principal de la película es la investigación acerca de quién fue Shakespeare, contado desde distintas teorías que hay en Inglaterra y cada una está sostenida por un referente muy importante. Es apasionante ver con qué dedicación ocupan su tiempo en tratar de averiguar quién fue Shakespeare, y convencer a la Academia Británica que el Shakespeare que dice la Academia que fue, no lo es en realidad. Todavía no la han podido convencer porque las pruebas y evidencias que dan no son suficientes. Por otra parte, atrás de la versión oficial de quién fue Shakespeare hay un gran negocio cultural.

-¿En qué sentido?

-Un negocio que hace que, por ejemplo, cientos de miles de turistas vayan a Inglaterra todos los 23 de abril para celebrar el nacimiento de un Shakespeare que no se sabe si fue ese porque está muy puesto en duda, y por gente muy relevante como Charles Chaplin, Orson Welles, Sigmund Freud, Mark Twain. Todos ellos han firmado lo que llaman la Declaración de la duda razonable y pone en duda quién fue este autor tan importante. Entonces los turistas van a una escuela donde supuestamente estudió, a un cementerio donde supuestamente está enterrado, pero no hay pruebas.

-¿Y quién fue William Shakespeare?

-Unos dicen que fue el Conde de Oxford (Edwuard de Vere, decimoséptimo conde de Oxford), otros dicen que fue una mujer, otros dicen que fue (Christopher) Marlowe. Quizá la que tiene más defensores es la que dice que fue Francis Bacon, y la masonería sostiene esa idea porque Bacon era masón. Es un laberinto de intrigas. La película es una mirada latinoamericana de Shakespeare y todo eso está mechado con testimonios de actores y directores argentinos que debaten sobre cómo se actúa Shakespeare. Y otra de las líneas argumentales, su gran obra. No sabemos quién fue, pero hay sí hay una obra inmensa que nos convoca y es la biblia de los teatreros de todo el mundo; nos acercamos a Shakespeare para aprender sobre dramaturgia.

-¿Cómo conociste a Mariana Sagasti?

-Es muy gracioso porque hace muchos años Mariana dirigió a Alicia Zanca, la madre de mis hijos, en Pulgarcito. Yo ya estaba separado de Alicia, pero iba a buscar a los chicos, o a llevarlos. De todas maneras, ahí no hicimos vínculo sino muchos años después, cuando la encontré en Uruguay. Tal como cuenta la película, ella me dijo que estaba buscando un actor para una película basada en textos de Shakespeare y yo le respondí que no me interesaba mucho, pero quería leerla y a partir de ahí supe de su investigación a lo largo de los años y eso me enloqueció de curiosidad.

-Es tu cuarta película. Te has diversificado con los años…

-Y quisiera diversificarme más aún y seguir haciendo películas porque me apasiona.

-Difícil en este momento…

-Muy difícil. Buscando a Shakespeare se hizo durante la otra gestión; en esta no hubiera sido posible. Hoy es una utopía. Hoy solo puede hacer películas una persona millonaria. Yo no puedo ni pensar en eso, pero sigo escribiendo porque esto algún día va a cambiar. Como dijo Diego Maradona “nos cortaron las piernas”. Nos cotaron las piernas, los brazos, los ojos y la boca. O sea, nos mataron. Arruinaron una industria que daba cientos de miles de puestos de trabajo, y levantar las ruinas cuesta. Recurriré a los amigos que quieran trabajar gratis los fines de semana (risas).

-¿Y mientras tanto?

-Yo estoy escribiendo y cuando termine veré qué hago. Por ahí cambió el país, por ahí no está más Milei o consigo un amigo con plata. Pero no le voy a dar el gusto a nadie de que me quiten la posibilidad de expresarme. Sigo proyectando cosas porque es lo que tenemos que hacer y para eso nacimos y nos formamos. No puede ser que nos impidan hacer aquello para lo que nos preparamos, de lo que vivimos y para lo que vivimos. La cultura es la identidad de un pueblo. Ahora se puede ver a los actores argentinos en series en plataformas, pero no son capitales argentinos y falta algo de la identidad propia. Es una pena para un país con tanta tradición audiovisual. Primero murió la televisión y ahora mataron el cine.

-Pero nunca te faltó trabajo, ¿o sí?

-Esta es la primera vez que no tengo nada en vista. Terminé hace poco una obra hermosa que hice con Cecilia Roth, La madre; hace un mes estrené otro documental sobre discapacidad que se llama Danielito. Y ahora retomo la docencia y me estoy inventando un biodrama performático, pero falta el ingreso fijo. Y yo tengo muchos gastos, vivo con dos hijos discapacitados y hay que mantenerlos.

-Y encima vetaron la ley de emergencia a la discapacidad…

-Otra cosa espantosa. Esta semana fui a la marcha. Los prestadores brindan servicios indispensables para nuestros hijos y no les aumentan el sueldo hace seis meses, entonces están dejando de trabajar o haciéndolo lastimosamente porque no les alcanza lo que ganan y tienen otros trabajos. Me tocaron dos de los sectores más golpeados por este gobierno, la discapacidad y la cultura. Igual no pierdo la alegría.

-¿Cómo hacés para sostener la alegría?

-Tengo una vida, tengo hijos, tengo una nieta, tengo amor, una vocación, el arte, mis amigos. Voy a un coro porque me gusta cantar, hago yoga. Sé que estamos en una situación muy grave y que tarde o temprano nos afecta a todos. Me preocupa también lo cotidiano. Cada cual tiene sus herramientas para defenderse, pero se hace difícil.

-¿Cómo te sentó el abuelazgo?

-Ser abuelo es mágico. Con Miranda me volví a reír después de mucho tiempo. No es que no reía, pero ahora lo hago con ganas. No soy de reírme a carcajadas viendo un meme. A mi nieta la veo y ya me nace la sonrisa y el amor. Es una cosa maravillosa. Es como un chiche nuevo para todos. Renovó la energía, unió más a la familia. Es una gran alegría.

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