Guillermo Francella: del gen argentino a las consecuencias de la fama y el trabajo del que lo echaron

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A los 70 años, un premio Oscar, incontables protagónicos televisivos y más de 30 películas estrenadas en cine, Guillermo Francella se atreve a seguir soñando, siempre en la búsqueda de un nuevo desafío por cumplir. Es uno de los actores más queridos y aclamados del país, el que representa como nadie el gen argentino, y por lo tanto el protagonista perfecto para Homo Argentum, el film de Gastón Duprat y Mariano Cohn que estrena este jueves 14, donde interpreta a 16 personajes diferentes que reflejan con humor, sátira e ironía eso que nos hace tan argentinos.

Homo Argentum fue una idea tuya que le llevaste a Gastón Duprat y Mariano Cohn, los creadores de El encargado.

-Sí, en un momento me preguntaron “¿qué tenés ganas de hacer?”. Y a mí siempre me marcó la era dorada del cine italiano, del neorrealismo, de Dino Risi, De Sica, Monicelli, Ettore Scola, Fellini, todo ese grupete de intérpretes. Y hubo una puntual de Dino Risi que se llamaba Los monstruos, que tuvo una segunda parte, Los nuevos monstruos, donde el formato eran episodios, viñetas que hablaban del gen italiano. Me marcó tanto porque había mucho humor, yo carcajeaba, pero paralelamente había una crítica social. Se los conté y cuando las vieron quedaron muy impactados y empezaron a escribir. Llegó a haber como 40 historias, de las cuales se eligieron 16, y pudimos mostrar ese formato que yo amaba pero hablando de nuestro gen, el argentino.

-¿Cómo es ese gen argentino que tenías ganas de mostrar?

-Pensaba en algo que nos represente. ¿Cómo somos? Generosos, solidarios, familieros, chantas. Entonces, quería mostrarlo en episodios con humor y con bajada de línea, que te invite a la reflexión. También hay dilemas morales, como en la viñeta uno, donde decís: “¿Cómo reaccionarías si te pasa eso?”. Es muy impactante.

En la primera viñeta de Homo Argentum, titulada

-¿Hay rasgos tuyos, buenos o malos, que encontraste en estos 16 personajes?

-Más o menos. De picardía, puede ser, de formas de envolver una situación. No tengo tanta identificación con ninguno de ellos, soy bastante distinto.

-Si tuvieras que definirte dentro del arquetipo argentino, ¿qué dirías de vos?

-Soy como estas características que te mencionaba, muy familiero, muy amigo de mis amigos, solidario cuando corresponde, cercano a la gente, a mi familia, tengo respeto por mi lugar de pertenencia y soy pasional en todo lo que hago, no solamente en el fútbol.

-¿Qué te hace enojar?

-La falta de palabra, la impuntualidad, la hipocresía me saca de quicio y los mitómanos por naturaleza me sacan de mi eje.

-¿Y qué te hace reír?

-Me rio mucho con mis hijos, son dos personajitos. Hasta su ira me hace carcajear y me veo en ellos. A veces, tienen reacciones o contestaciones por WhatsApp que me hacen brotar una risa espontánea.

En

-¿Te gustó el resultado final de la película?

-Quedé muy feliz cuando la vi plasmada por todo lo que costó, fue un desafío y un esfuerzo muy grande para mí con esas 16 caracterizaciones. Tenía muchos reparos de llevarlas todas a cabo, creía que podía protagonizar solo algunas, pero ellos me dijeron: “Si hacemos la película, hacemos todas las historias con vos”. Sin embargo, valió la pena, me gustó. Hay momentos de mucho humor y otros de mucha emoción, que es lo que yo también quería mostrar.

-Con las 40 historias que escribieron Cohn y Duprat, ¿creés que pueden hacer Homo Argentum 2?

-No sé, veremos qué pasa cuando se estrena. Yo estoy muy ilusionado con la película. Primero y fundamental porque no va a ir plataformas por ahora. Si la querés ver, tenés que ir al cine. Y está bueno recuperar eso perdido, que es la concurrencia de los espectadores al cine. Van los chicos a ver las de Marvel, pero no va el público en general. El advenimiento de las plataformas fue maravilloso, nos hizo conocidos en el mundo, pero conspiró a que la gente no vaya al cine.

-Mencionaste que sos familiero y quiero llevarte a tus orígenes, al gen italiano. ¿Cómo fue tu infancia, qué valores te inculcaron tus padres?

-Tuve a los papás más hermosos. Nací en Villa del Parque, a los 2 años de vida nos fuimos a vivir con ellos y mi hermano Ricardo a Beccar, partido de San Isidro, a un chalet de dos dormitorios que tenía un patio trasero, y detrás estaba la casa de mis abuelitos paternos, Don Domingo y Zaída, y un gallinero. Tuve la mejor infancia del mundo, fui muy feliz. Estudié en el colegio 20 de junio en San Isidro; iba a los clubes de Beccar, el social y el atlético, donde hacía natación y fútbol. Tenía una barra de amigos hermosa, que a algunos de ellos los conservo, el paso del tiempo no me los hizo perder y siempre me han acompañado. Tengo los mejores recuerdos de mi vida, mis padres me han apoyado mucho en el inicio de esta carrera tan difícil. Cuando yo les decía que lo único que me gustaba era esto, me decían “hacelo, pero buscá algo paralelo para poder vivir”. Y les hice caso, hice otras cosas hasta que pude vivir de lo que amo.

-En esos primeros trabajos fuiste vendedor de ropa… ¿y qué más?

-Vendedor de seguros y por muchos años tuve una inmobiliaria con mi hermano [Ricardo] y un amigo. A raíz de una película italiana famosa que se llamaba Amici miei, a la inmobiliaria le puse Amici Propiedades. Cuando ya estaba haciendo algo de televisión e iba a tasar una casa o iba a mostrarla, los clientes se quedaban un poco duros. Me decían: “Disculpe, ¿usted puede ser?”. “Bueno, sí, soy yo”, les respondía. Después, se me hacía un poco a contramano porque tenía que grabar más horas y elegí la actuación sin saber si iba a poder vivir de mi carrera. Mi hermano sigue en la inmobiliaria hasta el día de la fecha.

-¿Tu hermano, como buen hermano mayor, es protector y compañero?

-Sí, ambos lo somos, nos cuidamos mucho. Somos muy distintos, pero con mucho afecto, mucha unión en todo. Nos amamos y es uno de mis mejores amigos.

A Guillermo Francella se le ilumina el rostro a la hora de hablar de su infancia y sus días felices en Beccar, pero no puede evitar la nostalgia al recordar a sus padres

-¿Te gustaría tener una última charla con tus padres?

-Sería extraordinario. Con mi papá, que hace tanto lo perdí [Guillermo tenía 26 años]. Hubiera sido hermoso que estuviera al lado mío en todo este proceso, me hubiese gustado compartir con él toda mi vida. Con mi madre lo pude hacer [vivió hasta los 98 años], con él, no. Se me fue tan jovencito, cuando empezaba a devolverle algo a nivel afecto y amor. Siempre se lo di, pero, tal vez, de pibes no somos tan efusivos, y qué efusivo sería con él ahora.

-¿Hubo algún proyecto en particular que te haya hecho pensar mucho en él?

-Lo pienso siempre, no pasa por un proyecto. A los dos los pienso siempre, y cada vez más. No he sido una persona de fe, de creer, como dicen a veces, que te van a dar señales. Hay gente que cree mucho en eso y yo siempre fui reticente, pero las señales las espero, las busco. Y empecé a creer más en eso, pude estar en contacto con personas que me hicieron ver otras cosas que me generaron más seguridad de que están en otro plano y están muy bien. Me han hecho cambiar un poco mi manera de pensar.

Guillermo Francella sobre la «deuda emocional» con su padre

-Antes de trabajar como actor probaste suerte en el periodismo. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Sí, cuando terminé el colegio empecé a estudiar en la Escuela Superior de Periodismo. Me recibí y trabajé un poco para la revista Gente. Me tomaron para los meses de verano y después me echaron. Hoy me cargan y me dicen: “Te salvamos la vida”. Y yo les digo: “¿Qué me salvaron la vida? En aquel momento sufrí como un condenado”. Era un mocoso de 20 años caminando por Paseo Colón, llamando por teléfono público a mi madre para decirle que me habían echado. “¿Cómo que te echaron?”, me preguntaba ella. “Qué se yo, no hice nada”, le explicaba.

-¿Qué había pasado?

-No había un motivo. Lo que pasó fue que me tomaron por pedido de un periodista muy importante de la editorial, Alfredo Serra, un hombre cariñoso y talentoso. Mi tío conocía a su papá y me hicieron la gamba de entrar, pero después cuando llegó el personal estable me dijeron: “Chau, pibe”. Me arruinaron anímicamente, fue terrible. Pero eso me dio más impulso y, después, cuando fui tapa de Gente, fui muy feliz.

-¿Qué te había llevado a estudiar esa carrera? Porque a vos te gustaba el teatro.

-Me gustaba el periodismo oral, sentía que era lo más cercano al teatro. El escrito no me lo fumaba mucho, me divertía eso de estar frente a una cámara y pensé “¿por qué no?”.

Guillermo Francella y su relación con el periodismo

-Cuando estudiabas teatro con Alejandra Boero, ¿te visualizabas como un actor de drama?

-Lo que yo deseaba con el alma era actuar, no pensaba en un género. Amaba la interpretación, las muestras que hacíamos y lo tomé con mucho rigor y con mucha disciplina. Después, me presenté en audiciones hasta que logré la oportunidad de hacer un personaje en el teatro off, era una comedia dramática que se llamaba Proceso interior, de Rodolfo Ledo. Pero, como el productor era muy conocido, Jorge Lozano Soriano, de Canal 13, tuve la oportunidad de que muchos actores, autores y directores de programación de los canales vieran la obra. Entonces, cuando iba a los canales era una carta de presentación para mí. Y buscaba el bolo como la vida, mataba por ese bolo.

-Así empezaste y no paraste.

-Ahí empecé a trabajar y la comedia fue una anécdota, no es que yo me preparé para hacer drama o comedia. Salió, resulté efectivo en esa línea y me empezaron a llamar y a llamar. Después, yo tenía ganas de cambiar y me decían “No toquemos nada, hay un público cautivo”. Y bueno, me quedé hasta que me hicieron caso y empecé a tomar otros compromisos, otros desafíos, hasta llegar al día de hoy.

Con Rudo y Cursi (2008) y El secreto de sus ojos (2009), el actor logró el salto a las películas de drama que tanto anhelaba

-¿Hubo alguna etapa de frustración o de tener temor a estancarte en la comedia?

-Y, mirá, a mí me costó mucho entrar. Después, gracias a Dios, una vez que empecé a hacer bolos y personajes con un poquito de más continuidad, la frustración no estaba porque el trabajo no mermaba. Nunca mermó. Fui creciendo, tuve personajes cada vez más importantes hasta que me dieron el protagónico en De carne somos, en 1988. Pero sí tuve etapas en las que pedía que creyeran en mí para hacer otras cosas. Sabía que muchos autores y directores hablaban muy bien de mí porque me lo decían mis amigos productores, pero no me llamaban para trabajar.

-Hasta que llegó un llamado del exterior…

-Sí, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu me hicieron audicionar en 2006 para una película que se llamó Rudo y Cursi, Fue un fenómeno en México y en el mundo, trabajé con Gael García Bernal y Diego Luna. Ahí tuve la oportunidad de audicionar como cuando era jovencito, porque en esa época yo ya era muy conocido.

-Claro, ya no hacías audiciones.

-No, cómo iba a audicionar, si yo protagonizaba, pero me gustó el desafío. Fui elegido y para mí fue maravilloso porque ellos hablaban muy bien de mí en todos los medios. Luego, me llamó Juan Campanella para El secreto de sus ojos, y así empezó este camino hermoso.

Guillermo Francella en El secreto de sus ojos, la película de 2009 dirigida por Juan José Campanella y el despegue del actor como intérprete de drama

-¿Alguna vez te cansaste de Pepe Argento?

-¿Sabés que no? Y es un programa que ha envejecido bien. Los programas, a veces los ves y pasó el tiempo, hay otro humor. Ahí también hay otro humor, pero tiene algo de una vigencia… El comportamiento, la conducta de ese matrimonio tan incorrecto por donde se lo mire, esos hijos, esa pareja de vecinos. Netflix compró los capítulos y es un éxito en la plataforma, me lo dicen ellos mismos. Es algo importantísimo lo que ha sucedido y lo corroboré. La verdad es que fue un gran proyecto, lo amé.

-Sos un actor transgeneracional, te quieren grandes y chicos y tenés frases que hasta la actualidad son virales.

-Sí, es increíble. Creo que tiene que ver con las redes, y yo no tengo redes, no comunico mis contenidos de esa forma. Pero los ven, están todo el tiempo en TikTok o esta cosa de los reels y yo aparezco en los memes o en las frases o donde sea. Lo llevo conmigo en el alma, es hermoso recibir el amor de tu propia gente, de tu propio país.

Una experiencia “inolvidable”

-Te lo han preguntado muchas veces, pero, ¿qué recordás de los Oscar? ¿Estabas nervioso? ¿Cómo fue ese día?

-Inolvidable. Ya cuando nos nominaron fue increíble. Era algo tan fuerte, habíamos quedado entre las cinco películas elegidas. Después, no sabía si podía viajar o no porque solo les daban cuatro entradas para el director, el productor y sus acompañantes. Pero Juan [Campanella] quería que fuera, yo también quería ir, y un día me dijo que me había conseguido dos entradas. Fue maravilloso estar ahí, algo indescriptible, hermoso, emotivo. Nos lo entregó Quentin Tarantino y Pedro Almodóvar. Dios mío, fue muy movilizante estar con Campa ahí arriba del escenario.

-¿Lloraste?

-Me emocionó, sí. Estaba en los hombros del teatro, a punto de entrar, y cuando escuché “And the winner is…” fue hermoso.

-¿Sos muy emocional?

-Sí, lo soy. Bien italiano, muy emotivo. Últimamente, más llorón que otras veces porque todo me pega. Me generan emoción pequeños momentos de mi vida. Recuerdo mucho, soy muy nostálgico, medio melanco. Pero también son emociones con felicidad.

-¿Dejás aflorar esas emociones?

-Sí, no me guardo nada. Soy llorón si lo amerita, obvio, pero me gusta ser así, pasional. Tal vez, adquirí cierta serenidad que siempre anhelé tener. Siempre fui muy impulsivo, hiperquinético, todo el tiempo a 20 centímetros del piso, no me gustaba verme así. Ahora, disfruto más el poder verme en otro color, y también los demás lo ven en mí porque me lo exteriorizan.

-¿En qué momento sentís que se dio ese cambio?

-En estos últimos años. No hubo algo puntual, pero estoy reencontrándome conmigo. Tengo la mitad de mi vida de un anonimato absoluto y la otra mitad, o más de la mitad, de una popularidad muy masiva. Ser anónimo hoy es imposible, pero esa frescura y esa desfachatez del anónimo la extraño mucho, y por momentos me la permito y me hace volver a lo que siempre fui. Mi esencia nunca la perdí, pero la popularidad y el ser observado y expuesto modifican tu comportamiento.

-¿Qué fue lo que más te modificó?

-Esto de no poder ser yo, de estar con un freno de mano todo el tiempo, volverme un poquito más introvertido. Por ejemplo, trato de no ir a lugares muy públicos, de organizar comidas en casa, más allá de que todo lo que recibo es amor. Te cambia la vida, pero, igual, soy feliz.

-En el ámbito privado, ¿recuperás un poco de esa frescura?

-Maso, todavía me cuesta, pero estoy mejor. Hay algo en mí que estoy recuperando, que fue un poco mi búsqueda de lograr que vuelva el Guillermo de siempre. No es que haya desaparecido, pero me convertí en otro tipo, en otra cosa. No en cuanto a mis valores, no en las cosas de mi esencia, pero sí en mi conducta. En determinadas cosas, no he sido más aquel Guillermo y lo extraño. Por momentos viene y estoy con esta madurez y este paso del tiempo que me ha mejorado como hombre.

El actor se sinceró sobre su búsqueda personal, sus ganas de reencontrarse consigo mismo y su deseo de recuperar la frescura y desfachatez que tenía antes de ser famoso

-¿Cómo fue criar a tus hijos, Nicolás y Yoyi, con tanta exposición?

-Primero quiero decir que son dos personitas morfables, me llenan de orgullo. No se las compliqué tanto. Yo era muy, muy famoso y ellos me conocieron así, pero les hice hacer y vivir una vida normal, ellos mismos lo dicen. Solo, a veces, cuando venía una revista a sacar fotos en casa y tenían que posar, no entendían por qué. Y tenían que estar al lado de un piano… esa vida que tuvimos en los 90, que teníamos que estar mostrando todo. Dios mío, creo que hoy sería objeto de suicidio para mí. Pero en aquella época lo hacíamos. En definitiva, los chicos se criaron en un set de televisión, o sea, no es que ignoraban que yo era un hombre conocido, pero no fue dramático. Con el paso de tiempo y ambos actores, un poco padecieron el apellido porque tienen ese mochilón que, bueno, no puedo decir otra cosa que “bánquensela”. Pero no se las compliqué en la escuela ni en ningún lugar, y nunca fui un papá ausente por mi trabajo.

-Contaste que te gustaría ser abuelo.

-¡Sí!

-¿Cómo te imaginás como abuelo?

-Creo que sería un abuelo muy divertido.

-¿Malcriador?

-Y no sé porque ahora cambió todo, te bajan línea hasta con un perro, que te dicen: “Ojo con lo que le das de comer”. Así que no, intentaría no cambiar la tónica, pero si pudiera trasgredir algo que a él o a ella le divierta sería fantástico.

Francella asegura que le encantaría tener nietos y que sería un abuelo muy divertido

Nuevos desafíos y un merecido descanso

-El año que viene vas a volver al teatro con una adaptación de la película Desde el jardín.

-Sí, tengo la oportunidad de plasmar otro sueño. Siempre amé esa película, tiene una poesía, una profundidad y una composición de Peter Sellers, otro artista al que admiro profundamente. Esa película me marcó toda mi vida y siempre la quise hacer, pero no había una versión teatral en ninguna parte del mundo. Finalmente, se compraron los derechos y le estamos dando forma para estrenar en abril de 2026, si Dios quiere. Va a dirigir Marquitos Carnevale, que hizo una adaptación hermosa con un diseño de puesta en escena bien particular, y voy a protagonizar con Andrea Frigerio.

-¿Te imaginás ese reencuentro con el público en el teatro?

-Es maravillosa esa inmediatez que hay con el público, esa cosa que pasa ahí y es única e intransferible. Lo viví a nivel cancha de fútbol con Casado con hijos en 2023, en el Gran Rex. Metíamos tanta gente y recibíamos tanto amor, fue hermoso.

-Entre todos estos proyectos, además de El encargado y Playa de lobos, la película que filmaste en España, ¿descansás en algún momento?

-Ahora no voy a hacer nada por varios meses. Voy a acompañar la promoción de Homo Argentum porque estoy muy ilusionado con que la gente la vea, y después empezaremos con los ensayos de Desde el jardín.

-¿Qué te gusta hacer en tu tiempo de ocio?

-Hago ejercicios aeróbicos y camino mucho. Me pongo los airpods, gorrita, anteojos y arranco por el Rosedal. Salgo día por medio o todos los días, ni hablar cuando el clima está lindo. Me veo con amigos. También hago golf, me divierte e intento todos los días jugar un poquito mejor. Veo pelis, leo y duermo bastante.

Guillermo Francella como Eliseo en la tercera temporada de El encargado (Star+)

-¿Cómo estás hoy?

-Profesionalmente pleno, me da mucho placer lo que transito. Me encuentro en un momento muy pleno en lo laboral y en lo personal, feliz, más allá de que uno tiene el privilegio de vivir de lo que ama. Me siento muy bien tocando contenidos en mi profesión bien heterogéneos entre sí, lo que me hace explorar cosas nuevas desde lo interpretativo, y eso me renueva, me genera madurez.

-¿Te quedan sueños profesionales por cumplir?

-No, la verdad es que estoy muy feliz con todo el proceso llevado a cabo en mi profesión.

-¿Cómo te gustaría ser recordado a la posteridad?

-En vida trato de ser lo más transparente posible y me han querido de este modo que soy. Me gustaría que me sigan recordando con esta espontaneidad; con esta verdadera, porque no es fingida, frescura que yo tengo para vivir, para decir, para hacer y para brindarme, y que me recuerden con una sonrisa.

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