Un método sencillo permite saber qué edad tienen tus arterias: por qué es tan importante

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No es algo que se vea a simple vista, pero tampoco es difícil llegar a saberlo. Y, aseguran los expertos en cardiología, es un factor de riesgo poco y nada tenido en cuenta pero tan predictor de enfermedades cardiovasculares como los habituales “malos de la película”, el colesterol y la hipertensión. ¿De qué se trata? De la edad de nuestras arterias.

Para conocer este dato que parece tan valioso se utiliza un indicador preciso: la velocidad de onda de pulso (VOP), un método no invasivo e indoloro, que se registra en el consultorio del médico con un aparato similar al que testea la presión arterial.

“Las arterias jóvenes son elásticas; a medida que envejecen se van haciendo más rígidas. Y cuando se endurecen las grandes arterias, como por ejemplo la aorta, el corazón debe trabajar más exigido y se daña también la microcirculación de órganos como el riñón, el cerebro o el páncreas. Una rigidez arterial elevada se asocia con mayor riesgo de hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, deterioro cognitivo y enfermedad renal crónica”, explica Ezequiel Forte, presidente del Comité Científico del Congreso de Cardiometabolismo de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), que se realizará el 13 y 14 de agosto en esta ciudad.

Y Forte añade que conocer la edad de nuestras arterias tiene un plus: como no siempre la elasticidad arterial coincide con la edad cronológica y empieza años antes de cualquier otro indicador de riesgo cardiovascular, permite detectar personas más expuestas a enfermar en el futuro y anticiparse, prevenir. “La rigidez arterial -enfatiza el especialista- predice en forma independiente el riesgo cardiovascular. Hay personas que a los 45 años ya tienen daño acumulado en sus arterias, aunque no presenten síntomas”.

“Cuando una persona de 45 años entiende que sus arterias tienen en realidad 60 o 65, suele tomar conciencia para hacer cambios y prevenir la aparición de complicaciones”, afirma Guido Damianich, vicepresidente del Comité Científico del Congreso y director del Consejo Argentino de Hipertensión Arterial de la SAC.

La obesidad, el tabaquismo, el sedentarismo, el colesterol alto, una dieta rica en alimentos ultraprocesados y la hipertensión contribuyen ciertamente a envejecer las arterias, “el envejecimiento arterial no es un proceso homogéneo ni ocurre en todas las personas igual –agrega Sergio Baratta, presidente electo de la SAC-. Existen fenotipos que predisponen genéticamente a un menor envejecimiento y que, acompañados de una vida libre de factores de riesgo, se traducen en un bajo riesgo cardiovascular. Pero aquellos que tienen una edad vascular aumentada siendo todavía jóvenes, deben ser consideradas personas en riesgo, aunque sus análisis clínicos estén dentro de parámetros normales”.

Un método reflotado

Según la Asociación Americana del Corazón (AHA, por su sigla en inglés), inicialmente la medición de la VOP, hace unas tres décadas, consistía en una técnica invasiva y por eso su uso no se extendió. “La incorporación de mejor tecnología, que permite mediciones repetidas y reproducibles de este aspecto de la fisiología circulatoria condujo a incorporarlo como prueba en pacientes de alto riesgo (por ejemplo, dializados), con enfermedades como diabetes, en personas añosas y también en población sana”.

¿Y qué hacer si se encuentran arterias envejecidas, especialmente la aorta, que es la “estrella” de la circulación? “Intervenir farmacológicamente sin dilaciones -asegura Pablo Stutzbach, presidente de la SAC-. Es que si se consigue reducir esa rigidez disminuimos también el daño al corazón y a otros órganos. Hay que poner en marcha distintas estrategias, tanto farmacológicas como cambio de estilo de vida y controles periódicos. Existen numerosos trabajos que demuestran que la rigidez de las grandes arterias predice en forma independiente el daño cardiovascular y reducirlo representa un objetivo terapéutico prioritario”.

“Es un método similar a la toma de presión con un tensiómetro no automático -describe Guido Damianich-. No duele ni molesta. Dura lo mismo que la toma de presión tres veces seguidas separadas por un minuto. Se va dibujando en la pantalla una curva que mide por un algoritmo de IA con datos del paciente (altura, peso, edad, género) una onda de pulso que es la que viaja por la arteria. Si es más empinada, más puntiaguda, la velocidad es mayor porque la arteria está rígida, está más dura. Si la arteria en cambio está distendida es más ancha, más extensible, y la sangre viaja mejor. El método permite calcular la presión aórtica central en forma directa; esa es una presión más pura aún que la que se mide en el brazo, porque sale del corazón”.

Damianich, que dirige el Consejo Argentino de Hipertensión Arterial de la SAC, puntualiza que “realizan esta medición la mayoría de los centros de salud que tienen servicios de Hipertensión Arterial: los hospitales Italiano, Alemán, Británico y Austral, el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA), los centros DIM de Ramos Mejía y Morón, Fundación Favaloro, Cardio Arenales. Algunas prepagas y obras sociales lo reconocen, pero falta extender su cobertura, algo que ocurre también con los fármacos para tratar hipertensión arterial: las guías científicas indican 2, pero a veces se reconoce sólo uno. Actualmente, medir la VOP y sobre esa base el envejecimiento vascular en forma privada puede costar entre 40 y 50.000 pesos. Pero no todos los centros de salud pueden comprar el equipo, que hoy en día es caro para nuestra economía”.

Los especialistas de la SAC coinciden en que falta crear programas de atención primaria que pongan el foco en evaluar la rigidez arterial como un factor de riesgo predictor de daño cardiovascular y que se están redactando guías clínicas que estandaricen los testeos para que médicos de atención primaria puedan utilizarlo como método de prevención. “Y pueden tomar la VOP no sólo cardiólogos sino médicos de otras especialidades y también enfermeros”, recalca Damianich.

Cuando un paciente entiende qué le ocurre y cómo puede mejorar “es más propenso a cumplir con las indicaciones médicas -asegura Stutzbach-. Y si le comunicamos que sus arterias están envejecidas y que podrá reducir su edad vascular, tendrá una meta tangible y motivadora”.

“Estamos pasando de una medicina centrada en tratar las enfermedades agudas, como el infarto o el ACV que hoy tienen mayor sobrevida precisamente porque existen esos tratamientos, a una medicina preventiva, que nos permita adelantarnos a esas situaciones. Por eso no llama la atención que un método como éste hoy sea recomendado para anticiparse al riesgo. No es un estudio que vaya a revolucionar la medicina pero que sí contribuye en forma significativa a la estratificación de ese riesgo y a prevenir daños mayores”, concluye Damianich.

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