El 7 de junio de 2025, durante un evento político en el barrio Modelia, al occidente de Bogotá, el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay fue víctima de un atentado que dejó al país en alerta. Tres disparos, dos de ellos en la cabeza, lo llevaron a un prolongado tratamiento médico en la Fundación Santa Fe, donde permaneció más de dos meses antes de fallecer el lunes 11 de agosto.
Sin embargo, entre las reacciones y testimonios que surgieron tras el hecho, un relato familiar llamó la atención por su carácter inesperado. María Carolina Hoyos, hermana de Uribe Turbay, narró en una entrevista para Blu Radio un episodio vivido instantes antes de conocerse la noticia del atentado. Según contó, su abuela, Nydia Quintero de Turbay, de 94 años, pidió a su enfermera que colocara un “trapito blanco en la cabeza” de Miguel.
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“No tengo ni idea qué quiere decir eso, pero así fue”, relató Hoyos. La ex primera dama, madre de la periodista Diana Turbay —asesinada en 1991 durante un fallido operativo de rescate tras su secuestro por el cartel de Medellín—, había mantenido en los últimos años una relación cercana con su nieto.
El simbolismo del “trapito blanco” generó interpretaciones en redes y conversaciones privadas. Para algunos, podría tratarse de una expresión de protección, paz o despedida; para otros, un gesto sin explicación aparente. La coincidencia temporal entre la petición y el atentado llevó a que muchos lo describieran como un presagio silencioso.
La violencia política que carga la familia Turbay y que se suma a la historia de Colombia
De esta manera, el ataque de 2025 contra Miguel fue visto como un nuevo golpe a una familia que vivió de cerca episodios de violencia política. La magnitud del hecho recordó otros asesinatos de candidatos presidenciales en las décadas de 1980 y 1990, como los de Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo, todos ocurridos durante procesos electorales.
Tras el atentado, Miguel Uribe fue trasladado de inmediato en una ambulancia que se encontraba cerca del lugar, lo que permitió que recibiera atención médica en pocos minutos. María Carolina Hoyos destacó ese hecho como uno de los elementos que prolongaron la vida de su hermano, aunque las lesiones siempre se mantuvieron en condición crítica.
Mientras la familia permanecía pendiente de su evolución, la salud de Nydia Quintero se deterioró, y en la mañana del lunes 30 de junio de 2025, menos de un mes después del atentado, la ex primera dama falleció en Bogotá a sus 94 años, por lo que su muerte representó un orden natural que, al parecer, ella misma habría deseado.
Se cree que la tristeza acumulada por la pérdida de su hija y, posteriormente, por el atentado contra su nieto, habría influido de manera determinante en el deterioro de su salud. Muchos seguidores de la familia y quienes oraron por la vida del senador consideran que ella no deseaba vivir el momento de despedir a Miguel Uribe, por lo que, como abuela, se aferró a la esperanza y a las oraciones. Según relató Hoyos, esos fueron los últimos días de la viuda del expresidente Julio César Turbay.
El episodio del “trapito blanco en la cabeza” sigue siendo un punto de referencia en las conversaciones sobre lo ocurrido. La petición se convirtió en uno de los relatos más repetidos tras el fallecimiento del líder de la oposición. Para la familia, la coincidencia sigue siendo motivo de reflexión sobre el vínculo afectivo y las intuiciones que pueden surgir en situaciones límite.
Por ahora, mientras la memoria de lo vivido permanece fresca, el cuerpo de Miguel Uribe permanece en cámara ardiente el 12 de agosto, para que amigos, allegados y ciudadanos puedan darle el último adiós. Su padre, Miguel Uribe Londoño, su esposa, María Claudia Tarazona, y el resto de la familia lo acompañan sin apartarse de su ataúd, despidiendo entre lágrimas a otro integrante de su hogar.