Cuando el jardín parece dormido, hay plantas que van contra la corriente: florecen.
No se dejan vencer por las heladas ni por las tardes cortas. Se animan al color cuando todo invita al gris.
En los meses fríos, estas plantas encuentran su mejor momento. Elegir bien permite tener un jardín activo todo el año
Lejos de hibernar, estas especies se convierten en protagonistas de los meses fríos y demuestran que el invierno puede ser tan fértil como cualquier primavera. Solo hay que saber elegirlas.
Consultamos a dos especialistas que entienden el jardín como un sistema vivo en movimiento: el paisajista y viverista Ignacio van Heden, que propone cuatro especies infalibles para llenar de vida los canteros invernales, y la paisajista y Carolina Pell, que reivindica el valor estructural, ecológico y estético de los viburnos, verdaderos aliados del frío.
Flores sin permiso
“Hay plantas que no entienden de estaciones. O, mejor dicho, que no se someten a ellas”, dice Ignacio van Heden, defensor de los jardines con interés visual durante todo el año.
Desde su experiencia, hay cuatro especies que no fallan cuando se trata de aportar floración invernal sin resignar presencia ni estructura.
Prunus mume. Este árbol de mediano porte y copa bien abierta, se cubre de flores perfumadas a mediados de julio. Las hay rosadas o blancas, y son tan sutiles como inesperadas en pleno invierno.
Se propaga por injerto y crece con rapidez. Su floración temprana lo convierte en uno de los árboles más poéticos de la estación.
Camellia sp. Una diva invernal. Puede ser un arbusto imponente o directamente un árbol chico, dependiendo del cultivar.
De hoja persistente y brillo satinado, se llena de flores con forma de roseta en tonos que van del blanco al fucsia.
Prefiere media sombra, suelos húmedos pero bien drenados, y se multiplica por esquejes en verano
Bergenia crassifolia. Con grandes hojas redondeadas y flores rosadas que emergen directamente del suelo, esta herbácea se ganó el apodo de “hortensia de invierno”.
Tolerante a la sombra seca, agradece los rincones sombríos del jardín. Se propaga fácilmente por división y ofrece una textura llamativa incluso sin flores.
Aloe arborescens. En invierno, sus inflorescencias naranjas en forma de antorchas no solo aportan calor visual, sino que atraen picaflores hambrientos. Se multiplica por esquejes y acepta podas para controlar su tamaño. Ideal para bordes cálidos y contrastes esculturales.
Estructura viva
Para la paisajista Carolina Pell, el jardín invernal no es solo una cuestión de flores, sino también de estructura, refugio y continuidad ecológica. Por eso destaca el rol de los viburnos.
Viburnum tinus es el más popular en climas templados: compacto, de hojas verde oscuro y floración prolongada desde fines del otoño hasta principios de la primavera.
Sus ramilletes blanco rosados funcionan como pequeños focos de luz en el jardín. Además, es resistente, adaptable a la poda, y funciona como excelente cerco vivo.
Para regiones más cálidas, Viburnum odoratissimum y Viburnum suspensum ofrecen versiones más robustas y con menor exigencia hídrica. Ambos florecen a fines del invierno y pueden adelantarse si el clima es benigno. La fragancia de sus flores es un plus inesperado.
Más allá del valor ornamental, los viburnos cumplen un rol ecológico: florecen cuando escasea el alimento para insectos, manteniendo activa la biodiversidad urbana. Y su versatilidad los vuelve excelentes para diseñar cercos, setos escalonados o pantallas de protección que además embellecen.
La clave de un jardín invernal está en orquestar una sinfonía visual y ecológica. Se puede jugar con alturas, texturas contrastantes y tiempos de floración escalonados para lograr continuidad visual.