Qué se juegan Trump y Putin en la cumbre de Alaska

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El poderoso terremoto que sacudió a Kamchatka hace dos semanas preparó el terreno para que la cumbre de Alaska entre Donald Trump y Vladimir Putin de hoy se parezca a una partida de TEG: dos hombres duros jugándose mano a mano el tablero del mundo sin que nadie más pueda participar.

La expectativa es tan alta que el propio Trump se encargó de bajarla en las horas previas. El optimismo que expresaron los países europeos de conseguir un alto el fuego se diluyó en las últimas horas. Trump ayer dijo que el objetivo de la cumbre será preparar el terreno para una segunda reunión que incluya a Ucrania. Pero Putin parece tener otros objetivos en mente.

¿Quién saldrá mejor parado de la cumbre? ¿Podrá Trump mostrarse como el pacificador que quiere ser y anunciar un acuerdo? ¿O, como temen en Ucrania, será manipulado por el jefe del Kremlin? La sensación generalizada en la previa de la cumbre de Alaska es que Putin ya se anotó algunos triunfos incluso antes de atravesar el estrecho de Bering, y que Trump eligió correr un riesgo demasiado alto, aunque tratándose de él siempre puede haber una sorpresa.

Putin y Trump en el G20 de Osaka, en 2019

“Toda la cumbre se basa en un malentendido fundamental: Trump cree que Putin quiere terminar la guerra. Lo que Putin realmente quiere es ganar la guerra”, sintetizó el columnista de The Washington Post Max Boot.

La apuesta de Putin

¿Qué puede ganar Putin con esta cumbre? La respuesta corta es tiempo. Uno de los temores de Ucrania es que esta cumbre puede ser simplemente una táctica dilatoria del presidente ruso para consolidar sus objetivos.

Apenas en mayo pasado, Putin logró dilatar la presión por un alto el fuego convocando a un diálogo de paz en Estambul que no llevó a ningún lado. Ahora, con su economía atravesando un momento crítico, uno de los objetivos de Rusia es evitar nuevas sanciones económicas de Estados Unidos y conseguir que se levanten las ya impuestas. La cumbre en Alaska se arregló después de que Trump, en un intento de aumentar la presión para frenar la guerra, adelantara el plazo para imponer nuevas sanciones a Rusia. La reunión desactivó, al menos por ahora, la amenaza.

Todos estos movimientos se suceden mientras Rusia no da ninguna señal de frenar su avance en el frente ucraniano. Putin siente que su ejército está más fuerte que nunca desde que ordenó la invasión y el tiempo juega de su lado para ganar la guerra, por eso no muestra ninguna disposición a hacer concesiones en el terreno.

   

¿Qué le va a llevar Putin a Trump a Alaska si no tiene ninguna intención de ceder a un alto el fuego? Un acuerdo de armas nucleares para “crear condiciones a largo plazo para la paz” en el mundo, dijo ayer el presidente ruso. Para los observadores, es una manera de mostrarle a Trump su compromiso con la paz sin tener que hacer concesiones específicas en Ucrania, y convencerlo de que no es momento de nuevas sanciones. También se espera que saque el foco de Ucrania y busque sentar las bases para negociar acuerdos comerciales con Washington, una de las obsesiones del magnate.

En otras palabras, Putin busca volver a sentarse de igual a igual con Trump, y ahí entra la respuesta larga sobre qué puede ganar con esta cumbre.

Una visión compartida

Para Putin, la guerra de Ucrania no es un fin en sí mismo, sino parte de una visión más amplia del mundo en la que Rusia es vista como una gran potencia que merece respeto internacional. La obsesión de Putin no se detiene en Ucrania, sino en instalar una nueva “arquitectura de seguridad” en Europa que reconozca la antigua esfera de influencia soviética.

El entrenamiento de reclutas ucranianos

Putin cree en un orden global en el que las potencias tienen el derecho de determinar sus áreas de influencia y tomar las grandes decisiones, muchas veces ignorando los intereses de otro países. Y en ningún otro presidente norteamericano Putin encontró un interlocutor que comparta esta visión como en Trump.

En ese sentido, para Putin la cumbre ya es en sí misma un triunfo, porque lo rehabilita internacionalmente y avala su visión del mundo. Trump lo vuelve a sentar en la mesa de las grandes potencias. Para el Kremlin es una demostración cabal de que el aislamiento occidental de Rusia ha fracasado.

Con la marginación de Europa y Ucrania de la cumbre, Trump y Putin les están diciendo: que los chicos esperen afuera mientras los grandes resolvemos los problemas. Viktor Orbán, el líder europeo más cercano a Putin, lo manifestó de la manera más cruda posible esta semana: “La UE no fue invitada a las negociaciones, lo cual es triste, pero es aún peor que intente dar lecciones desde el banco de suplentes”. Las alusiones a la cumbre de Yalta de 1945, cuando Roosevelt, Stalin y Churchill se juntaron para repartir la Europa de posguerra, se multiplicaron esta semana en los medios internacionales.

Churchill, Roosevelt y Stalin en la Conferencia de Yalta en 1945

La elección de Alaska, un territorio ruso que fue comprado por Estados Unidos hace dos siglos, como sede del encuentro también fue señalado como una victoria personal para Putin por los medios rusos. No solo porque el presidente ruso, que tiene un pedido de captura internacional, logró evitar sobrevolar países hostiles. También porque Alaska es un ejemplo de que las fronteras pueden cambiar, los territorios pueden cambiar de dueño y el mundo sigue girando. Los europeos tienen pánico de que Putin y Trump negocien en secreto algún intercambio de territorio en Ucrania, un escenario inaceptable para Zelensky.

Trump asume riesgos

“Habrá un intercambio” de territorio, repitió ayer Trump, que dijo estar seguro de que Putin va a aceptar un acuerdo. Los incentivos que trascendieron ayer en varios medios que ofrecerá el presidente norteamericano incluyen el levantamiento de sanciones y hasta habilitarle a Rusia la explotación de tierras raras en los territorios ocupados de Ucrania.

La entrada de la base Elmendorf-Richardson en Anchorage, Alaska

Pero en nada confía más Trump que en su capacidad de negociar mano a mano. Trump cree en su conexión personal para convencer a Putin de que ponga fin a la guerra. Por eso el primer encuentro será a ellos dos solos, apenas con sus intérpretes. Un escenario que genera inquietud porque Trump ha demostrado que puede ser capaz de ofrecer cosas sorpresivas si no está acompañado de sus asesores.

“Sabré en los primeros dos minutos, tres minutos, cuatro minutos o cinco minutos si vamos a tener una buena reunión o una mala. Si es una mala reunión, terminará muy rápido, y si es una buena reunión, vamos a terminar logrando la paz en un futuro bastante cercano”, dijo ayer Trump.

Esta debilidad de Trump por la “diplomacia personal” va en sintonía con la visión del mundo en el que los problemas los arreglan los “hombres duros”. Trump prometió el día que asumió que podía terminar la guerra en cuestión de horas. Su sueño es mostrarse como un pacificador que merece el Nobel. Tal vez nunca asumió un riesgo tan grande como el de hoy. Tal vez esta partida de TEG no se gana en una mano y se convierte en una de esas interminables que se extienden por toda una larga noche de verano.

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