Como en tiempos que parecían olvidados en las copas continentales, la violencia salvaje de algunos grupos de hinchas obligó a cancelar el partido que Independiente y Universidad de Chile empataban 1 a 1 en la revancha por los octavos de final de la Sudamericana.
Un pésimo operativo de seguridad diagramado por el Aprevide, que no tuvo en cuenta la ubicación de los hinchas visitantes -unos 3.000 coparon la tribuna Pavoni alta, sin ninguna protección que impidiera el lanzamiento de proyectiles hacia los simpatizantes locales que ocupaban la bandeja inferior-, propició una serie de gravísimos incidentes que acabó con un alto número de personas heridas. Los de Independiente que fueron impactados por los elementos que caían desde arriba; y varios del grupo más belicoso de la parcialidad trasandina, atacado por un núcleo numeroso de la barra brava local que más de una hora más tarde, y ante la inacción absoluta de los 800 efectivos de las fuerzas de seguridad que estaban presentes, ingresó a hacer justicia por su propia mano contra la treintena de hinchas chilenos que permanecían en la tribuna. Se concretaba, cuando ya el partido llevaba casi una hora detenido -desde el inicio del segundo tiempo- lo que cualquiera podía imaginar al ingresar al estadio y ver la disposición de los hinchas visitantes en ese sector del estadio: algo malo iba a suceder.
En esos momentos se vieron golpizas muy violentas contra los hinchas chilenos, y personas que se tiraban desde la bandeja alta para intentar salvarse de los ataques de sus pares locales. Solo cuando la situación se tranquilizó, personal de salud pudo ascender a la tribuna a quienes habían quedado tendidos sobre el cemento y trasladar a los que presentaban las lesiones más graves al cercano hospital Fiorito. Se especula que hay alrededor de 90 heridos, algunos en grave estado
Todo se inició durante el primer tiempo. Mientras la atención se centraba en el juego, desde el sector superior de la grada sur comenzaron a caer trozos de mampostería, butacas de plástico y cuanto elemento encontraban en los baños hacia la gente que era blanco fácil unos metros más abajo. Los hechos recrudecieron cuando iba a iniciarse la segunda parte. El árbitro uruguayo Gustavo Tejera -el mismo que dirigió el partido Colo Colo-Fortaleza que acabó con gravísimos incidentes y dos personas fallecidas en Santiago de Chile, unos meses atrás- quiso iniciar la misma, pero a los dos minutos debió suspenderlo porque la situación comenzó a hacerse insostenible.
Los propios jugadores chilenos se acercaron varias veces a pedirle a su gente que detuviera su accionar sin resultado alguno. La barra brava de la U chilena tiene varios antecedentes de incidentes de este tipo, y el club suma un buen número de sanciones por este motivo.
En los primeros momentos, se sucedieron las reuniones en el campo de juego, entre las autoridades de Conmebol, los integrantes de ambos equipos y los representantes de las fuerzas de seguridad, que nunca subieron a la tribuna y ni siquiera se acercaron a la tribuna donde se sucedían las agresiones. Entretanto, un alto número de heridos de la bandeja baja comenzaba a ser trasladada a través de las plateas laterales para ser atendidas en el interior del estadio.
Cuando la situación se hizo insostenible, desde los altavoces del estadio comenzó a pedirse el desalojo de la tribuna, pero esto no sucedió. Por el contrario, el lanzamiento de objetos continuó sin interrupciones. Tras más de media hora, el reclamo incluyó la amenaza de sanciones al club trasandino y el árbitro decidió enviar a los futbolistas a los vestuarios hasta que la tribuna ocupada por los hinchas chilenos quedara vacía. Poco a poco, la mayoría de los simpatizantes de la U fueron abandonando la tribuna, aunque una treintena de personas, que pareció pertenecer al núcleo de los más violentos, se mantuvo en su sitio, sin que ningún efectivo policial se hiciera presente para acabar de desalojarlos.
Antes de que la barbarie se hiciera presente, hubo 45 minutos de fútbol en los que el equipo de Julio Vaccari mostró varias de las carencias que viene enseñando desde el inicio del semestre, en este caso agravado por una dosis de nerviosismo y prisas que durante muchos minutos le nubló las ideas y desdibujó cualquier tipo de planteo previo.
Empujado por la gente que colmó el Bochini desafiando el viento y el frío de la noche, el Rey de Copas quiso hacer sentir el peso de la historia y la camiseta -finalmente usó la roja tradicional, pese a que se había especulado que vestiría una negra alternativa-, pero eligió un camino equivocado y el error le costó duplicar su angustia y su sufrimiento.
A los 10 minutos, en la primera contra, la espalda de Sebastián Valdez habilitó a Lucas Di Yorio por derecha y su centro fue empujado a la red por Lucas Assadi. La desventaja incrementó las dudas del Rojo, incapaz de darle sentido al movimiento de la pelota y a su intención atacante. Hasta que a los 27, cuando los murmullos y el malestar empezaba a invadir las tribunas, un centro largo de Facundo Zabala fue bajado con un toque de calidad de Gabriel Ávalos y Santiago Montiel clavó el zurdazo del empate. en la ida, La U había ganado 1-0, así que a Independiente le faltaba un gol para forzar los penales. Quedaba mucho tiempo por delante. Al menos, eso parecía. Pero no.
Después, simplemente comenzó el desastre y fue imposible seguir pensando en fútbol.