El pasado domingo, mientras muchas familias celebraban el Día de la Niñez en sus hogares, millones de niños y niñas a nivel global cruzaban escombros para llegar a un lugar seguro, exponiéndose a múltiples escenarios de violencia y atrocidades que genera la guerra. Parece inverosímil, pero es la realidad de más de 473 millones de niños y niñas que viven en zonas de conflicto armado, según las últimas estimaciones del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO), en 2023.
En otras palabras, 1 de cada 6 niños en el mundo crece entre bombas, desplazamientos forzados y violencia. Infancias que deberían transcurrir entre plazas y aulas, hoy lo hacen entre alarmas antiaéreas y la incertidumbre constante del próximo ataque. Vivir y jugar en paz es un derecho fundamental que se les niega sistemáticamente.
En 2024, la violencia contra la niñez en contextos de guerra alcanzó un récord histórico: las violaciones graves contra menores aumentaron un 25% respecto al año anterior, de acuerdo con el más reciente informe de Naciones Unidas sobre Niños y Conflictos Armados publicado en junio 2025. No hacemos alusión a estadísticas abstractas, sino a asesinatos, mutilaciones, reclutamiento forzoso, abuso sexual y denegación de ayuda humanitaria. La infancia está siendo atacada, usada, silenciada.
Sudán, con la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo; la guerra en Ucrania, con más de 5 millones de niños y niñas forzados a huir de sus hogares y tantas otras crisis humanitarias nos muestran una y otra vez cómo la infancia se convierte en víctima colateral de decisiones políticas y estrategias militares.
El último informe de Tendencias Globales publicado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en junio 2025, revela que a abril del corriente año había más de 122 millones de personas desplazadas por la fuerza, de las cuales 49 millones eran niños y niñas: una cifra que supera la población total de la Argentina. Aunque los menores son el 29% de la población mundial, representan el 40% de quienes se ven obligados a dejarlo todo. La infancia está sobrerrepresentada en el mapa de la huida y la pérdida.
Detrás de cada número hay un nombre, un rostro, historias y sueños: chicos asesinados o mutilados, niñas secuestradas para ser abusadas sexualmente, niños de tan solo 8 o 9 años reclutados a la fuerza para empuñar armas en vez de lápices. Una realidad tan atroz que a veces se diluye entre las noticias diarias, como si crecer en medio del horror fuese inevitable.
No lo es. No puede serlo. Y no debemos aceptarlo.
Por eso, desde Fundación ACNUR Argentina impulsamos La Guerra NO es un Juego, una iniciativa que busca visibilizar y actuar frente a esta emergencia mundial. Nuestro objetivo es reunir más de un millón de firmas en LaGuerraNoEsUnJuego.org, para presentarlas en septiembre en la Asamblea General de Naciones Unidas y exigir a los líderes mundiales medidas urgentes para que la infancia pueda vivir y jugar en paz.
Firmar es un gesto simple, pero poderoso. Es alzar la voz por quienes no pueden hacerlo. Este mes de la niñez, hagámoslo por quienes no tienen infancia que celebrar. No miremos para otro lado. Ellos nos necesitan.
* Paula Martínez Álvarez es Directora de Comunicaciones de Fundación ACNUR Argentina