El plan sin platita de Milei: igual, pero al revés

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En el tramo decisivo hacia el juicio electoral que evaluará su presidencia, Javier Milei es igual y muy diferente al mismo tiempo a la casta que denunció para llegar al poder.

Como ahora lo hace él, todos sus antecesores dijeron que no gobernaban para ganar elecciones, sino para el bienestar de los argentinos. El Presidente tampoco puede sustraerse a la tentación de emprolijar la realidad lo mejor posible e incentivar a los votantes para que se inclinen a su favor. La enorme diferencia está en cómo lo hace, no en porqué lo intenta.

Milei capitalizó en 2023 el recuerdo de las resacas inflacionarias que sufrieron todos los argentinos cuando luego de cada elección los ganadores pagaron la fiesta con el bolsillo de los votantes

El kirchnerismo acostumbró a los votantes a tapizar la campaña electoral con un reparto indiscriminado de plata, en muchos casos dinero contante y sonante, créditos para darse gustos, sorteos de electrodomésticos y una larga lista de dádivas para retener o captar votantes.

Cristina y los suyos no inventaron nada, pero lograron que los imitaran. El macrismo también tuvo su propio plan platita en las elecciones de medio término y de nada le sirvió intentar algo similar en 2019, cuando los argentinos decidieron reponer (¿por última vez?) al populismo que volvía mejor. No se notó.

Muchos gobiernos provinciales, algunos de los cuales construyeron su sello distintivo por oposición a las costumbres kirchneristas, todavía organizan ceremonias en las que entregan dinero en mano de parte de los mismísimos candidatos.

Milei va contra esa corriente pero con una misma lógica: agradar a los votantes. Hay una diferencia notable que habla del Presidente y especialmente de una parte importante del electorado. Aquellos triunfos electorales aceitados por repartos que generaban bienestar circunstancial y efímero también producían la expectativa de que esa fiesta de repartos se prolongaría en el tiempo.

No debería menospreciarse que una parte del electorado valore que un presidente trate de ganar aplicando recetas por dolorosas que resulten para bajar la inflación

Milei capitalizó en 2023 el recuerdo de las resacas inflacionarias que sufrieron todos los argentinos cuando luego de cada elección los ganadores pagaron la fiesta con el bolsillo de los votantes.

Es un cambio que no debería menospreciarse que una parte del electorado valore que un presidente trate de ganar aplicando recetas por dolorosas que resulten para bajar la inflación. Y, no menos importante, que tenga valor político que una administración se ocupe después de más de un cuarto de siglo de tener como eje de su política económica la estabilización de los precios partiendo del equilibrio fiscal.

El 26 de octubre, cuando sea evaluado, el Presidente necesita demostrar que está cumpliendo su gran promesa. Es clave para Milei demostrar que una parte importante del electorado, probablemente por encima del 40 por ciento, aprecie que la raíz de todas las crisis ha sido siempre la inflación y que el motivo de esa desgracia es el descontrol del gasto público.

En el intento de cuadrar esa expectativa social que lo llevó a la Casa Rosada, Milei está forzando la marcha para garantizar que la apuesta al dólar no se convierta en un salto inflacionario.

Los kirchneristas y sus circunstanciales aliados en el Congreso indagan hasta dónde llega la aceptación de la lógica libertaria de que los números del Estado deben cuadrar sin otra consideración que las propias cifras

Su plan es no repartir, sino quitar platita del mercado; es decir, acentuar por unas semanas la sequía para evitar que el consumo caliente los precios ya estimulados por la corrida cambiaria que movió el dólar en julio más que en todo el año.

Algo falló en la ingeniería financiera de Toto Caputo y Santiago Bausili en los dos primeros canjes de la deuda en pesos y el mercado mostró los dientes de su desconfianza. La insistencia, el lunes pasado, con acciones que tienen poco de liberal y bastante de intervencionista, pareció haber forzado una cierta tranquilidad. Todo podrá explicarse después si los resultados son buenos, con o sin recetas austríacas o criollas.

Milei fue sobre los bancos e inmovilizó más pesos en una medida que puede resultar efectiva y habilita el pago de tasas de interés para plazos fijos que superan por lejos la inflación proyectada para el año. Es una receta clásica que genera efectos momentáneos pero tiene consecuencias en la actividad económica, un paciente muy importante para cualquier plan y esencial cuando llega la hora de votar.

A Milei no le preocupa mucho ese efecto eventualmente circunstancial. Necesita mantener la inflación baja en términos argentinos, lo menos irregular posible y entregar una sensación de que irá reduciéndose todavía más. De nuevo, como antes, la instalación de las expectativas es vital.

La pregunta que empieza a generar inquietud es si estas medidas de recorte de la circulación de pesos son sostenibles en el tiempo, no porque este gobierno vaya a emitir sin respaldo, sino porque sin créditos no hay economía que funcione y se reactive en forma consistente.

La sequía de fondos de la economía baja la actividad y Milei corre el riesgo de creer que con el rebote de crecimiento superior al 5 por ciento que se augura para todo el año podrá sostenerse en el futuro.

El miércoles, Milei sufrió una derrota y zafó de otra por la acumulación de votos opositores que le voltearon el veto a la ley de emergencia de la discapacidad y logró evitar el aumento a los jubilados.

El kirchnerismo arrastró a una parte importante de la oposición que, aunque no terminó aliada de Cristina y Kicillof en las listas de candidatos, eligió enfrentar a Milei para defender sus propios territorios.

Al Presidente le puede servir esa coalición parlamentaria en tanto refleja la denuncia que lo llevó al poder de que todo el sistema político antes de su llegada disfrutaba una fiesta en perjuicio del resto.

Las travesuras opositoras al dictar leyes que ponen a prueba la motosierra libertaria tienen el ingenio de usar causas que despiertan cuotas de adhesión. Se sabe desde siempre que los discapacitados (quienes en verdad lo son) y los jubilados han sido invariablemente maltratados y estafados.

Además de la cuestión presupuestaria, kirchneristas y circunstanciales aliados indagan con esos temas de enorme sensibilidad hasta dónde llega la aceptación de que los números del Estado deben cuadrar sin otra consideración que las propias cifras.

Es una apuesta para presentar a Milei al frente de un gobierno cruel. Es también un intento (otro más) de poner en el Presidente responsabilidades y maldades propias que se arrastran desde innumerables gobiernos anteriores. La campaña electoral incluirá todas esas medias verdades y muchas más mentiras.

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