Durante décadas se nos vendió la idea del jardín como una maqueta verde perfecta: bordes nítidos, colores coordinados, especies dóciles, siluetas recortadas.
Pero en el fondo, la naturaleza no quiere obedecer. Se desborda, se mueve, se transforma. Y eso no es un problema: es un principio vital.
La jardinería contemporánea está volviendo a mirar el “error” como una parte esencial del proceso.
Ya no se trata de imponer un diseño, sino de acompañar un ecosistema: el yuyo puede ser un aliado; el caos, una forma de belleza
En la naturaleza no hay líneas rectas. El paisajismo que replica esa fluidez no solo es más bello, sino también más resiliente. Un jardín que se deja llevar por las dinámicas de suelo, sombra y viento es un jardín que evoluciona.
La botánica ya lo sabe: una planta que escapa del diseño preestablecido puede estar buscando mejores condiciones de vida.
Cambia de lugar para sobrevivir, se asocia con otras especies, negocia con el entorno. Lo mismo pasa con los jardines: cuanto más margen de maniobra les damos, más nos devuelven en biodiversidad, estructura y armonía.
En palabras de Piet Oudolf, referente a nivel internacional de la corriente del paisajismo naturalista, los beneficios no son solamente menos mantenimiento: “Crea una conexión con el entorno, suele ser más sensible y, si se hace bien, uno no tiene que reponer muchas plantas”.
Según Oudolf, existe una tendencia mundial de diseño de jardines menos decorativos: “En el contexto de los problemas ambientales, la naturaleza se ha convertido en una nueva fuente de inspiración para usar en el jardín privado”.
Consejos para soltar (sin abandonar)
- Aceptar los rebrotes inesperados: a veces lo que aparece solo es justo lo que hacía falta.
- Dejar zonas sin intervención: un rincón silvestre puede atraer fauna, retener humedad y aportar contraste.
- Observar antes de actuar: si algo no está funcionando, conviene esperar una estación antes de arrancarlo.
- Usar el error como guía: lo que no funcionó dice mucho sobre el suelo, la luz, el clima.
- Documentar los cambios: llevar un diario de jardín ayuda a ver la evolución y entender patrones.
La jardinería naturalista se apoya en especies que no solo toleran el desorden, sino que lo convierten en sistema.
Muchas son nativas, adaptadas a suelos pobres, vientos, alternancia de humedad y sequía. Algunas aliadas:
- Poa ligularis (pasto llorón): gramínea rústica, de bajo mantenimiento. Da estructura, movimiento y refugio a insectos.
- Salvia guaranitica: floración intensa, atrayente de picaflores. Soporta poda fuerte y se resiembra sola.
- Verbena bonariensis: vertical, etérea, espontánea. Aparece y desaparece según la temporada, con floraciones que cruzan estaciones.
- Margyricarpus pinnatus (uña de gato rastrera): cubresuelo noble, resistente al pisoteo y muy útil en bordes degradados.
- Senecio bonariensis: floración desprolija y encantadora, forma parte del gremio de pioneras que reconstruyen suelos.
En los jardines naturalistas, no se trata de romantizar el abandono, sino de diseñar con humildad. Dejar que el jardín diga algo también.
El nuevo fenómeno que conquistó a la jardinería y está cambiando nuestra manera de pensar
En tiempos de crisis ecológica, abrazar la imperfección es también una forma de resistencia: permite incluir a la fauna, reducir insumos, cultivar con menos recursos y más intuición.
El jardín imperfecto es más verdadero. Tiene historia, errores, lecciones. Y como todo lo que vive, sigue cambiando.