SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Un grupo de emprendedores del Alto Valle desarrolló, a partir de la planta de cáñamo, un producto que permitiría construir casas ecológicas y especialmente preparadas para las inclemencias climáticas de la Patagonia. Se trata de una placa que reúne los requisitos de aislación térmica, resistencia mecánica y durabilidad, y ya está lista para su fase de escalado.
“La idea comenzó en 2023 en Modo Domo, empresa que hemos conformado junto a mi amigo, el arquitecto Leandro Suárez. Buscamos desarrollar construcciones que sean más amigables con el medio ambiente, y con la menor huella de carbono posible. Combinando esa visión con mi trabajo en Fundación GEN con el cultivo de cáñamo industrial, encontramos la oportunidad de crear una línea de productos con aplicaciones en la construcción. Entre ellos, está la placa de cáñamo industrial, que desarrollamos con el acompañamiento técnico del INTI”, contó a LA NACION Martín Ancaten Ureta, referente de Fundación GEN, una ONG con base en General Roca que lidera el desarrollo del cáñamo industrial en la Patagonia.
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La alianza entre esa institución, la empresa Modo Domo y el INTI dio paso a una placa de construcción de fibra de cáñamo. Tal como explicaron los jóvenes emprendedores, entre las grandes ventajas está su origen vegetal renovable, a partir de cultivos anuales de cáñamo industrial, cuya biomasa útil se obtiene en solo 4 o 5 meses desde la siembra, a diferencia de los paneles derivados de madera, que dependen de ciclos forestales de 15 a 20 años. El material ofrece propiedades termoacústicas, resistencia, ligereza y biodegradabilidad.
“Estamos convencidos de que podemos desarrollar una nueva matriz productiva. Decimos que sembramos casas, porque imaginamos un futuro en el que buena parte de las viviendas de la Patagonia se construyan con materiales de cáñamo industrial cultivado localmente. Eso generaría una cadena productiva totalmente local, empezando desde el cultivo en la chacra pasando por industrias locales y dando como resultado hogares más eficientes y saludables. Este modelo, además, se puede replicar de manera regional en diferentes partes del país”, sumó Ancaten Ureta.
Suárez agregó que “trabajar con fibras de cáñamo es un desafío apasionante que nos conecta con las raíces de la construcción sustentable y la economía circular”. Desde el equipo subrayaron que esta alternativa no solo permitiría sustituir importaciones de materiales de construcción y reducir la huella de carbono que genera su transporte, sino también crear empleo, valor agregado en origen y circuitos económicos regionales.
“Para nosotros, esta placa representa un antes y un después. Es ecológica, de bajo impacto ambiental, está hecha 100% en la Argentina y su potencial es enorme, en especial para zonas con desafíos climáticos como la Patagonia”, afirmó Ancaten Ureta, socio de Modo Domo.
La versatilidad del cáñamo permite pensar incluso en múltiples posibilidades para la industria: a partir de su fibra se pueden fabricar placas, ladrillos ecológicos, revestimientos interiores y exteriores, aislantes térmicos y acústicos, entre otros.
Si bien no se trata de una novedad –ya que en los años 60, en pleno auge de la industria cañamera, ya se fabricaban tableros de esa fibra en la localidad bonaerense de Jáuregui–, la iniciativa patagónica rescata y actualiza esa experiencia con recursos locales y una mirada de triple impacto.
“Nos gusta decir que ‘sembrar cáñamo es sembrar casas’. La placa es mucho más que un producto: es una propuesta concreta para construir de otro modo, con raíces locales y visión de futuro”, puntualizaron los emprendedores. Según dijeron, la producción a escala comercial podría comenzar en dos o tres temporadas agrícolas, una vez que se consolide el abastecimiento de materia prima.
El primer paso, actualmente en marcha, es la multiplicación local de semillas por parte del equipo de la Fundación GEN. “Con volúmenes significativos disponibles, en el lapso indicado sería viable la fabricación continua de placas y derivados, desde la Patagonia para la Patagonia”, explicaron.
Y aunque todavía no es posible establecer un valor comercial final de la placa, los responsables del desarrollo comentan que, por cada hectárea sembrada, es posible obtener entre 3 y 10 toneladas de “hurds”, la parte leñosa del tallo de cáñamo (materia prima para realizar el producto). A su vez, para fabricar una placa de 1,20 x 2,40 metros se requieren aproximadamente 30 kilos de fibra procesada.
Añadieron que el procesamiento del material se realiza con maquinaria convencional empleada en la industria de tableros de madera, lo que evita la necesidad de incorporar tecnología especializada.
El proyecto resuena en un contexto de creciente interés por diversificar la matriz productiva en Río Negro y Neuquén con cultivos de alto valor agregado, así como para regenerar suelos (otra de las bondades del cáñamo), incluyendo áreas afectadas por la explotación hidrocarburífera.
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“Estamos convencidos de que el cultivo de cáñamo con fines industriales es clave para el desarrollo sostenible, y un gran aliado para apuntar al equilibrio productivo y ambiental que estamos necesitando. Además, el hecho de que ya contemos con manufacturas tangibles con demanda en el mercado es un paso ganado para quienes estén en la búsqueda de alternativas”, destacó Luciano Rivera, presidente de Fundación GEN.
En tanto, Alejandro Bacigalupe, jefe del Departamento de Materiales Compuestos del INTI, indicó: “Apostar por proyectos así es una necesidad para diversificar economías regionales, generar empleo calificado y construir soberanía tecnológica”.
Los integrantes de Fundación GEN, que vienen realizando ensayos agronómicos con cáñamo industrial en Neuquén y Río Negro, trabajan ahora en la adaptación de genéticas y la multiplicación de semillas, paso clave para garantizar la escala productiva en el futuro. También desarrollan productos para la industria medicinal y cosmética, y en 2024 llevaron a cabo la primera extracción de aceite y harina comestibles de cáñamo, en fase de análisis para su aprobación comercial.