Efecto Chocolate o fiesta de Olivos, la clave detrás del nuevo escándalo

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La Argentina de los dos próximos años se juega en una disyuntiva clave sobre el resultado de octubre. Ya no kirchnerismo vs antikirchnerismo o casta vs anticasta, los dos nortes del GPS libertario. La realidad acaba de alterar los polos de la brújula electoral. Ahora la puja es entre dos modelos de decisión electoral con eje en la corrupción y su percepción por parte de la opinión pública. ¿A qué modelo responderá el resultado electoral después de las sospechas de corrupción que acaban de inaugurarse con el affaire Andis? ¿El modelo Yategate de Insaurralde y Chocolate Rigau o el modelo Fiesta de Olivos? Es decir, la cuestión es si 2025 se parece a 2023, cuando el escándalo de corrupción en la Legislatura bonaerense no acarreó impacto electoral negativo para el kirchnerismo en la primera vuelta bonaerense. O al contrario, si se parece a 2021, cuando la foto de Olivos dejó su huella en un achicamiento histórico del kirchnerismo en las legislativas de aquel año.

Desde ayer, Milei y su círculo rojo enfrentan la presión del caso Andis con una reacción básica: negarlo todo, tanto la sospecha de corrupción como el impacto electoral negativo de esas sospechas. “Absolutamente falso”, dijo Eduardo “Lule” Menem sobre el contenido de los audios atribuidos a Diego Spagnuolo. “¿Creen que me preocupa lo que puedan hacer de acá a dos meses?”, planteó Milei, seguro de que las urnas confirmarán el apoyo popular a su gestión a pesar de las sospechas de corrupción. “Opereta” es la palabra elegida por los libertarios para negar la veracidad de esas acusaciones.

Negación directa o hacer como si nada pasa y mirar para otro lado: por eso el viaje de Milei a Rosario en medio del estallido de la denuncia contra su hermana y Menem, la semana pasada. O el de ayer a Junín: la épica de la campaña electoral por sobre el descrédito de las denuncias de corrupción. Una movida central para el espíritu mileísta: saltar por encima de la casta y sus conversaciones y seguir en contacto directo con la gente.

“Desconcierto y decepción”

Del lado de la gente, no hay nada claro. Faltan semanas, las que quedan hasta el 7 de septiembre y la elección bonaerense y hasta el 26 de octubre y la nacional, para tener certezas sobre el impacto del caso Andis en la sensibilidad del votante.

“Desconcierto y decepción”: así sintetiza su estado de ánimo un joven votante de Milei, leal pero no fanático. El affaire Andis lo enfrenta a un espejo que hubiera preferido que no se materializara. Pero todavía más: la actual crisis lo lleva a reconocer hitos preocupantes pero silenciados del año y casi diez meses de gobierno mileísta. Sin embargo, no encuentra alternativa: cree que votará a Milei a pesar de todo. “Todavía es el único que defiende ideas económicas racionales”, explica.

Es un esquema de decisión electoral que quedó sellado en 2023: la elección entre el mal menor o el miedo menor, que en el balotaje quedó establecido entre Milei o Massa. Para la oposición más dura, el miedo Milei quedó confirmado: los desafíos del plan económico, con las tasas altas, la suba del dólar y el parate económico son interpretados sin vueltas como la incapacidad de la macro mileísta de traducirse en actividad económica sostenida y mejora consistente de los ingresos.

La oposición más dialoguista también demanda cambios en ese sentido. Y la opinión pública empieza a alinearse detrás de un mayor cuestionamiento al Gobierno. Ayer, el Índice de Confianza en el Gobierno que elabora la Universidad Di Tella con la consultora Poliarquía mostró una caída preocupante del 13,6% (ver aparte). Esa medición se hizo antes de conocerse el affaire Andis: los audios llevan a la gestión Milei a otro terreno, el de las sospechas de corrupción. El mes próximo, cuando se publique el nuevo índice, podrá tener una idea más cabal del nivel de impacto en la opinión pública.

Los análisis más benévolos limitan la serie de casos comprometedores para el Gobierno a $LIBRA y a la Andis. Pero el caso del fentanilo contaminado también tiene chances de integrar la serie y con la misma lógica por parte de la política: retornos a cambio de mirar para otro lado en la producción de un bien delicadísimo. La Justicia investiga la responsabilidad del Ministerio de Salud, a cargo de Mario Lugones, y de la Anmat.

El análisis más crítico de la relación entre el mileísmo y las sospechas de corrupción va hacia atrás en el tiempo: el caso Lijo, la caída de ficha limpia y el rol opaco del oficialismo en esa votación y antes de que Milei llegara a la presidencia, su carácter de “denunciado” en las investigaciones judiciales por su papel en la promoción de la criptomoneda CoinX.

El kirchnerismo juega su papel en medio de la crisis que enfrenta el Gobierno. Como fuerza política, desde el menemismo al kirchnerismo, con la prisión de Cristina Kirchner, la corrupción es un problema endémico. Pero nunca fue una bandera electoral, ni siquiera enunciada desde el cinismo político. La purificación anticorrupción contra sus enemigos políticos tampoco fue parte de su menú: no lograron avanzar con causas contra Mauricio Macri cuando recuperaron la presidencia. Pero ahora le presta atención a las sospechas en torno a Milei. Es una oportunidad de enrostrarles lo que el mileísmo dijo venir a combatir.

Para las huestes kirchneristas, llegó la hora de la venganza política: los audios de Spagnuolo le dieron la munición perfecta para su lema “Frenar a Milei”. Para el mileísmo, es una oportunidad para plantear su hipótesis electoral: ser víctimas de una opereta del kirchnerismo que quiere volver a poner palos en las ruedas del progreso argentino. No está claro si esos polos opuestos del mismo nivel de intensidad interpretan el sentir de la gente. El riesgo es estar hablando dentro de la cámara de eco.

Surgen dudas de si la micro militancia mileísta o antimileísta interpreta algo de la demanda social subterránea. En Junín, las redes viralizaron el momento Donald Trump de José Luis Espert, con los puños en alto, rodeado de sus militantes, para protegerlo de un ataque abierto, con cosas arrojadas contra el diputado, de sectores opositores duros. ¿Ese nivel de intensidad le dice algo al argentino de a pie? Dudoso. En esa escalada de combate, cada sector político puede estar generando la respuesta más temida: el desinterés electoral de los votantes.

La utopía Perú, todavía lejos

Detrás de la disyuntiva Chocolate versus Fiesta de Olivos no sólo está la pregunta política sobre el impacto electoral. También hay una pregunta institucional: ambas ordenan los dilemas cruciales que enfrenta la presidencia de Milei. Las sospechas de corrupción que penden sobre el Gobierno lo condicionan todo: más allá de la elección, ¿cuánto golpean en la credibilidad de la gobernabilidad mileísta y de la sostenibilidad del plan económico? Milei y Luis Caputo tienen como arquetipo el modelo peruano: la racionalidad macroeconomía como escudo resistente a cualquier tsunami político. Pero la Argentina de Milei todavía está lejos de esa meseta aspiracional: macro y política siguen yendo peligrosamente de la mano. La crisis de una impacta en la otra.

Desde hace tres meses, el universo político se desordena cada vez más y el planeta macro todavía no logra convertirse en el ancla imprescindible para mantener el rumbo en medio del caos. Falta mucho para que la normalidad macroeconómica sea el telón de fondo estable y vuelto naturaleza, libre de la incertidumbre de cualquier crisis política.

Hay otra pregunta política que toma cuerpo: ¿Dónde está Victoria Villarruel? La escalada del desgobierno político es tal que la vicepresidenta volvió a asomar la nariz para recuperar algo de oxígeno en medio del oleaje que embate contra Milei y su hermana. Hasta el caso Andis, la vida política de Villarruel venía reducida a una gestión de efemérides. Pero la vida trae sorpresas. Uno de los enfrentamientos más claros con Milei fue el caso Lijo, cuya nominación Villarruel resistió. ¿Aprovechará este momento del Gobierno para recuperar músculo político?

Si Milei quiere cumplir con las misiones históricas que se autoimpuso, tendrá que sortear dos crisis complicadas. Por un lado, desacoplar en la mentalidad argentina el objetivo de una macro ordenada y un Estado eficiente del estigma “neoliberal”: es decir, mostrar que una macroeconomía racional lleva al crecimiento genuino con bienestar para la ciudadanía.

Por otro lado, desacoplar esa transformación conceptual macroeconómica de las sospechas de corrupción. Es decir, Milei tiene que demostrar que la experiencia histórica que representa no se parece al menemismo en su peor cara, la de inauguración de una matriz estructural de capitalismo de amigos que luego los Kirchner elevaron a la enésima potencia. ¿Está a tiempo o ya es demasiado tarde? Del caso $LIBRA al affaire Andis y el caso del fentanilo contaminado, crece la posibilidad de que el modelo Milei encuentre su lugar en esa saga inquietante.

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