Parece un tramo de la pista del Rally Dakar pero es la intersección de las calles Palmar y Mariano Acosta, en Merlo, provincia de Buenos Aires. Lo que pasa en esa esquina es una postal que se repite en varios rincones del Conurbano bonaerense, donde las calles llenas de pozos, agua y basura acumulada forman parte de la cotidianeidad de millones de vecinos. Móviles de LN+ recorrieron esas zonas signadas por la desidia y el abandono.
“No son pozos, son cráteres”. Esa es la definición que los vecinos de Merlo utilizan para referirse al estado de las calles del municipio. Por esos corredores pasan a diario autos, camiones y colectivos que, lejos de sortearlos con facilidad, los esquivan con maniobras dignas de pilotos de carrera.
Debido a los desniveles que se forman entre el asfalto y el agua, al pasar, muchos vehículos quedan arruinados. En muchos casos, el mantenimiento que se hace de estas vías es escueto: arreglos que consisten en volcar un poco de brea que, con la primera lluvia, desaparece.
Sobre la ruta 1001, en Rafael Castillo, se identifican dos cosas con facilidad. Por un lado, los empalmes que llevan a González Catán y La Matanza. Por el otro, más de dos kilómetros de basura acumulada a la vera del camino.
Animales muertos, residuos plásticos, material cortante, zapatillas y aparatos electrónicos configuran un paisaje que hace las veces, al mismo tiempo, de foco infeccioso. En la zona, la sarna no concierne únicamente a los perros, sino también a sus dueños.
En ese rincón del Conurbano, la ecuación es sencilla. Los recolectores de basura hacen su trabajo, pero no dan abasto. Por lo que en más de una ocasión, vecinos se organizan para limpiar por cuenta propia la acumulación de basura.
El panorama se complica aún más cuando el clima no acompaña. Por la lluvia, muchos barrios que no cuentan con bocas de tormenta para facilitar la circulación de agua se anegan rápidamente.