Supo ser el presidente más votado en la historia de Boca: en 2019 ganó las elecciones con el respaldo de Juan Román Riquelme, que ese año dio el salto a la política del club y pasó a ser la cara visible de la campaña. Durante cuatro años compartieron la gestión, con Jorge Amor Ameal a cargo de la parte institucional y Riquelme al mando del fútbol. Pero tras los comicios de 2023, en los que invirtieron los roles en la fórmula, Ameal quedó completamente corrido. Ya no participa de las decisiones importantes, no tiene funciones dentro del club y casi no se lo ve por la Bombonera. Aunque formó parte de la lista que ganó con comodidad, su lugar terminó siendo decorativo. Hoy está alejado, sin espacio en la nueva estructura, y molesto por cómo se dieron las cosas: varios de los dirigentes que él había sumado a Boca en 2019 trabajan para el grupo de Riquelme, y eso, en parte, le duele.
En la previa de las elecciones que lo consagraron, Ameal tenía buenos números y aparecía como el único con chances de ganarle a la conducción de entonces. En Boca las elecciones coinciden con el calendario nacional, por lo que suelen influir en lo que pasa en el club. En ese marco, y con la colaboración de Sergio Massa, logró cerrar con Riquelme, quien hasta último momento escuchó propuestas de los otros dos candidatos, Daniel Angelici y José Beraldi.
Angelici es para afuera el archienemigo político de Román, aunque también se reunió con él para negociar su lugar y cómo se repartirían el poder. Massa es un personaje cercano a Riquelme, que lo acompañó en Tigre, donde nació, en distintos momentos de su carrera política, y también tenía un vínculo con Ameal, amigo de Fernando “Pato” Galmarini, suegro de Massa. En 2019, como candidato a presidente de la Nación, además de respaldar a los suyos, buscaba evitar que el macrismo defendiera una vez más uno de sus bastiones históricos: la administración del club más popular de la Argentina.
Ameal siempre tuvo claro que el respaldo de Riquelme no era hacia él en particular, sino un trampolín para posicionarse a futuro. Pero sabía, al mismo tiempo, que sin él la elección sería reñida, ya que sus años como presidente del club, entre 2008 y 2011, no habían sido los mejores, con solo dos torneos ganados y una seguidilla de entrenadores que no dieron resultado.
El contexto deportivo también tuvo un peso decisivo: Boca venía de sufrir cinco eliminaciones coperas consecutivas a manos de River, lo que generó un clima de cambio. Así, se sabía que quien llevara a Riquelme en su lista partía como claro favorito. Ameal y Mario Pergolini, como fórmula presidencial y vice, armaron una lista que arrasó en las urnas, con Riquelme como vocal titular y luego designado vice segundo. El efecto del ídolo fue determinante: Ameal, el oficialismo y José Beraldi obtuvieron prácticamente la misma cantidad de votos que en 2015, pero esta vez Ameal sumó diez mil más y superó los 20 mil, una cifra récord, para ganar por más de diez mil de diferencia.
Desde el comienzo, la división de tareas fue clara. Riquelme iba a manejar el fútbol con total libertad, mientras Ameal se ocuparía de lo institucional. El acuerdo también incluía la posibilidad de elegir a su gente de confianza para las divisiones inferiores y también para integrar el Consejo de Fútbol, y todo lo necesario para financiar y completar la construcción del predio de Ezeiza, pensado como lugar de entrenamiento tanto del primer equipo como de las categorías menores. No eran amigos ni tenían una relación cercana, pero cada uno sabía cuál era su rol. Al principio se respetaron esos espacios, aunque con el tiempo el peso de Riquelme fue en aumento, y eso empezó a causar rispideces.
La relación entre Ameal y Riquelme se remonta a más de una década atrás. En 2010, Ameal tuvo un papel clave para que se aprobara la renovación del contrato del 10 hasta 2014. La cifra que pedía Román era alta, y eso generó un debate en la Comisión Directiva, que en ese momento estaba compuesta en gran parte por dirigentes ligados al macrismo.
Ameal había asumido la presidencia tras la muerte de Pedro Pompilio, luego de sellar una alianza con el macrismo antes de las elecciones de 2007. Cuando llegó el momento de decidir sobre la renovación del contrato, la definición quedó dividida: ocho voces a favor, ocho en contra, y una abstención. Finalmente, el voto decisivo fue el del berazateguense, que apoyó la renovación. Daniel Angelici mostró su rechazo renunciando al cargo de tesorero y empezó a forjar su perfil opositor que años más tarde lo llevó a la presidencia.
Riquelme siempre valoró el apoyo de Ameal, aunque el presidente sabía que ese respaldo complicaría su gobernabilidad, porque casi la mitad de la comisión directiva no se alineaba detrás de él y, tras el conflicto por Román, dejó de responderle directamente. Eso terminó debilitando su gestión y acelerando su derrota en las elecciones, aunque el equipo estaba puntero y a punto de salir campeón invicto del Apertura 2011.
Durante el período 2019-2023, las responsabilidades estaban bastante marcadas, pero a medida que Riquelme adquiría experiencia como dirigente, necesitaba cada vez menos del resto y la convivencia se volvió más tensa.
En diciembre de 2022, Ameal acompañó a Román en un acto que inicialmente se planteó como un brindis de fin de año, pero que claramente fue el lanzamiento político de su agrupación, Soy Bostero, y una excusa para juntar firmas. Cristian Riquelme, hermano de Román, que al principio era solo un asesor, fue ganando influencia y empezó a involucrarse en decisiones de diferentes áreas del club. También varios dirigentes del riñón de Ameal comenzaron a trabajar territorialmente para que Riquelme juntara los avales necesarios para que el club validara su agrupación. Algunos lo hicieron por convicción. Otros, porque veían que el poder empezaba a virar hacia ese lado.
El punto de quiebre llegó en 2023. En ese tiempo, la dirigencia solía reunirse antes y después de cada compromiso: primero, para revisar la organización; luego, para evaluar cómo había salido todo. En uno de esos encuentros, se había encargado una gestión puntual a dos integrantes de la Comisión de Estadio. Tras el partido, Ameal les preguntó si la habían hecho y la respuesta lo descolocó: dijeron que no y, al consultar los motivos, contestaron que Cristian Riquelme les había dicho otra cosa. Ameal no tenía relación con Cristian, pero no le gustaba que asumiera el rol de directivo cuando era solamente un empleado, especialmente en algunos temas como el manejo de las entradas.
Ameal se enojó con los dirigentes por no cumplir lo que les había pedido y con Cristian por intervenir en algo que no le correspondía. Días después, Román lo citó en la oficina de Presidencia -el propio despacho de Ameal- y, delante de otras dos personas con cargo, le recriminó haberle faltado el respeto a su hermano. Después de ese cruce, el distanciamiento fue total. Los dirigentes que desobedecieron a Ameal fueron recompensados con puestos destacados en la lista de Riquelme: uno ocupó un cargo de relevancia para la estructura del club y el otro se convirtió en el representante de Boca ante la AFA. En cambio, quienes apoyaron a Ameal en esa disputa, dos personas muy cercanas a él, quedaron fuera de la nueva dirigencia. En agosto de ese año, la justicia allanó las oficinas de la Bombonera y la casa de Cristian Riquelme en el marco de una causa por presunta defraudación al club por reventa de entradas. Riquelme creyó que Ameal estaba detrás de esa maniobra. A ese punto había llegado la desconfianza.
En lo que quedaba de 2023, Ameal fue perdiendo cada vez más protagonismo. A los 75 años, empezó a alejarse del día a día. Hasta su último día en el club siguió sacándose fotos en la presentación de los refuerzos, aunque en un rol completamente secundario. Le resultaba difícil ver cómo, uno a uno, muchos dirigentes que él había incorporado al club pasaban al bando de Riquelme, no como parte de un proyecto consensuado, sino de forma individual, motivados por intereses personales, el deseo de figurar, entradas para los partidos o alguna promesa política. El ciclo al menos dejó títulos: Superliga 2019, Copa Argentina 2020, Copa de la Liga 2020 y 2022 y Supercopa Argentina 2022.
Además, el armado de la nueva lista fue otra señal clara de que su peso político ya no era el mismo. El secretario general del club, Ricardo Rosica, que había sido mano derecha de Ameal, comenzó a jugar abiertamente para Riquelme y se convirtió rápidamente en uno de sus principales laderos, gracias al poder que le da ser uno de los directivos con firma autorizada y titular de un área transversal a todas las demás, que autoriza gastos, contrataciones y tiene control real sobre el resto de los departamentos. Se llegó a hablar, incluso, de que Rosica podría postularse a presidente, no como aliado de Ameal, sino respaldado directamente por Riquelme. Pero cuando Mauricio Macri confirmó que iba a jugar con Andrés Ibarra, Román decidió finalmente encabezar la fórmula y Rosica siguió como secretario.
A pocos días del cierre de listas, Riquelme llamó a Ameal. Le dijo: “Yo lo ayudé a ganar, ahora necesito que usted me ayude a mí”. Fue una acción que Ameal valoró. Pero ya no había tiempo ni espacio para armar nada. Muchas de las personas que lo apoyaban ya no querían ir en la misma lista, y otros se habían cruzado de vereda. Ameal terminó acompañando, pero no puso condiciones. Su nombre estaba en la boleta, pero no tuvo participación real. No pidió lugares ni áreas. Y no se los ofrecieron. En la previa de esas elecciones de 2023, se mostró en la calle en la caravana que encabezó Riquelme desde el Parque Lezama a la Bombonera, aunque más por compromiso que por convicción.
De la Comisión Directiva anterior, solo 13 siguen en la gestión vigente, alrededor del 40%. Pero entre ellos, pocos respondían completamente a Ameal, y justamente esos son los únicos que no presiden departamentos ni dirigen áreas centrales. La excepción es Alejandro Desimone, que fue hombre de Beraldi hasta 2019 y desde entonces maneja el básquet con resultados destacados, aunque no es considerado parte del círculo cercano de Ameal.
Una vez ganadas las elecciones, la distancia se hizo mayor. En febrero de 2024, el club decidió tirar abajo el palco presidencial ubicado en la platea media, donde Ameal se sentaba con sus invitados. La idea era sumar más ubicaciones para los socios y, al mismo tiempo, marcar un cambio de estilo: que el presidente no tenga privilegios. Sin embargo, Riquelme siguió usando el palco doble que la Comisión Directiva de Ameal le regaló tras su partido despedida, el único de ese tamaño en todo el estadio. El expresidente, en cambio, ocupó una platea común, y luego reubicado en un palco alejado de la mitad de la cancha. Su presencia pasa prácticamente inadvertida: algunos hinchas lo saludan, pocos le piden una foto. LA NACION se comunicó con él, pero dijo que no iba a dar declaraciones; aclaró que se encuentra “bien en lo personal” y cerró con un “abrazo xeneize”.
Además de perder su lugar en el palco presidencial, Ameal vio reducido considerablemente su poder de gestión: ahora cuenta con la mitad de entradas que reciben algunos allegados y no tiene incidencia en ningún tema. Con sus íntimos, Ameal cuestiona que las reuniones de Comisión Directiva se hayan vuelto tan espaciadas, cuando antes se convocaban cada 15 días o de forma mensual, aunque evita confrontar con Riquelme y, mucho menos, con su hermano, a quien prefiere no cruzarse. En mayo, los directivos fueron convocados de urgencia una hora antes de un partido contra Lanús y, sin demasiadas explicaciones, firmaron actas de reuniones que en realidad nunca se habían realizado.
En medio de la crisis, no fueron pocos los que se preguntaron cuál es el rol del último presidente campeón con Boca. En los primeros meses del año todavía pasaba de vez en cuando por el club. Tomaba café, charlaba con empleados y se sentaba un rato en su oficina, donde aprovechaba para hacer llamados relacionados con sus otros emprendimientos. Con el tiempo empezó a ir de forma esporádica, la mayoría de las veces para visitar al podólogo del club, ya que estaba realizando un tratamiento. Quienes más lo conocen siempre lo definieron como un animal político y reconocen que les sorprende su pasividad actual.
A nivel personal, Ameal sigue con sus actividades privadas. Tiene salones de eventos en Berazategui y Florencio Varela, y trabaja en el rubro inmobiliario, una tradición familiar. También intenta sostener viva su agrupación, Juntos por Boca, aunque gran parte de los dirigentes de su espacio trabajan hoy en día con Riquelme y, paradójicamente, es presidida por Ricardo Rosica, mientras que Ameal figura como apoderado. De todos modos, en las últimas semanas se lo volvió a ver por su local de la calle Carlos Calvo, en San Telmo, que fue su búnker de campaña y donde mantiene reuniones pensando en el futuro político del club. También fue visto en un café de Puerto Madero compartiendo charla con Carlos Navarro, exdirectivo del Departamento de Obras, impulsor del proyecto #Bombonera360 y uno de sus hombres de mayor confianza.
Ameal ya no forma parte del día a día de Boca. Quedó corrido, sin lugar en la nueva conducción, y afligido por cómo se produjo su desplazamiento. Después de haber sido dos veces presidente y de haber ganado una de las elecciones más significativas de la historia del club, por haber derrotado al macrismo después de 24 años, hoy está fuera de escena, deseando que Boca vuelva a ser aquel club que, comparado con el presente, tiene cada vez mejor imagen, aunque casi nadie se lo reconozca.