“Sí, es que es eso, son los altavoces”. La compositora y cantante colombiana Andrea Echeverri (Bogotá, 1965) irrumpe en la conversación como si hubiera permanecido agazapada esperando los comentarios frente a su obra, una suerte de instalación hecha en cerámica dedicada a la memoria de Gustavo Cerati. Alta como una torre y portando unas gafas excéntricas que no desentonarían en la colección de Sir Elton John, la voz de Aterciopelados, la cuota colombiana en el rock alternativo que empujó MTV en los 90, se refiere a que la iconografía de “Gus” espeja el arte de tapa que el diseñador gráfico Alejandro Ros pensó para Sueño Stereo, el último álbum del trío que exportó el rock argentino a toda Latinoamérica. Entonces, aquí, en el stand de la galería Salón Comunal, en el espacio Utopía de arteba, bajo la leyenda “Gus” entre dos signos de infinito, abundan parlantitos y espermatozoides tal como en la cubierta del CD original. “La instalación completa vale seis mil dólares, pero los espermatozoides, según el tamaño, arrancan entre cien y doscientos dólares”, explica el galerista que representa a la coautora de “Bolero falaz” o una “ceramista secuestrada por el rock” como ella dice de sí misma.
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Otra voz pop y latinoamericana que se deja ver en la feria porteña es la de la chileno-mexicana Mon Laferte (Viña del Mar, 1983), que exhibe pinturas de formato medio y pequeño en la galería trasandina Isabel Aninat. La galerista que representa a la atormentada solista (en “Tormento” la escuchamos entre Björk y Verónica Castro) decidió incorporarla a su staff después de ver su obra en Guadalajara, en una exposición en la que dialogaba con los textiles y arpilleras de Violeta Parra. Junto a la legendaria “Huelga de los campesinos” (colección del Museo Violeta Parra), Mon había dispuesto su “Huelga de las putas”. En las paredes de Aninat que dan al pasillo se pueden ver en Buenos Aires las pinturas “Rosita” y “Betsa” y una serie de exvotos (forma folclórica mexicana) con escenas de violencia sexual explícita en las que evoca su vida atravesada por el abuso. Así, las protagonistas de estas pinturas informadas (tanto como la tapa de su primer álbum) por el estilo low brow de Mark Ryden son mujeres recluidas en un penal en el norte de México. Aunque, como explica la galerista chilena todo en la obra de Laforte conduce al autorretrato.
La cantante pinta, teje, esculpe, filma y escribe casi sin pausa. En una de estas pinturas se lee la leyenda “sin locura no hay felicidad”. Podría ser un buen resumen de lo que pasó con su reciente exposición en el Parque de Valparaíso que batió el récord de convocatoria (trece mil personas) al tiempo que abrió una polémica en la comunidad artística chilena por la falta de espacios y el lugar que se la daba a una cantante pop que además pinta. Nada de esto sucederá en arteba donde, sin debate alguno, se pueden comprar los retratos por ocho mil dólares y cada uno de los exvotos por mil.
Entre el altar popular que la lunga Echeverri le dedica a Cerati y este debut porteño de la faceta visual de la para nada aterciopelada Mon, la pintura argentina parecía anticipar este cruce. Ir al stand de la galería uruguaya Sur para ver una obra calidad museo como La torre Eiffel en la pampa (1930), de Antonio Berni. Allí en esa tela surrealista, una vitrola yuxtapuesta en la llanura anuncia las dos canciones que Echeverri tocará mañana por la tarde en la feria para completar su celebración de “Gus”.