El fallecimiento de Giorgio Armani a los noventa y un años marca el cierre de una etapa esencial en la moda italiana. Armani, responsable de transformar la elegancia en un lenguaje global, deja un legado que supera los límites de las pasarelas y redefine las bases del estilo contemporáneo. Su vida, marcada por una niñez austera en una Italia atravesada por la guerra, forjó una perspectiva que lo llevó a construir uno de los imperios más sólidos y autónomos del sector.
Nacido en Piacenza en 1934, en una familia modesta, absorbió desde muy pequeño las consecuencias de la escasez. Su madre, figura clave en su formación, se encargó de transmitirle el valor de la discreción, la sobriedad y la importancia de ir siempre impecable.
De ella aprendió que la verdadera elegancia reside en la simplicidad y en eliminar cualquier exceso. Aunque se interesó en un principio por la medicina, su trayectoria dio un giro en los grandes almacenes La Rinascente de Milán, donde comenzó su experiencia directa en el mundo de la moda.
De aprendiz a referencia mundial: el nacimiento de una marca independiente
El encuentro con Nino Cerruti marcó un antes y un después en su vida profesional. Cerruti le propuso aligerar los trajes tradicionales, dándole libertad para experimentar y sentando así las bases de la transformación del vestuario masculino. Armani recordaba con gratitud cada aprendizaje junto a Cerruti, experiencia que sería decisiva para su entrada definitiva en la industria.
En 1975, la casa Giorgio Armani fue fundada en un apartamento de Corso Venezia, con Sergio Galeotti como socio y la colaboración esencial de Irene Pantone. Desde sus inicios, la marca optó por una independencia férrea frente a los grandes grupos del lujo, postura que Armani defendió durante toda su carrera. “Solo mantendré mi autonomía si tengo independencia. Mis decisiones son reflejo genuino de mi creatividad y responden únicamente a mis clientes”, afirmó en declaraciones a TELVA.
Innovación y expansión: de la moda masculina a la cultura global
La firma adoptó el águila como símbolo de libertad y alcance internacional, posicionándose rápidamente como un referente sin perder nunca el control individual de su fundador. La disciplina y la exigencia personal definieron el liderazgo de Armani, según colegas como Adriana Mulassano, quien destacó la coherencia entre sus valores y el funcionamiento interno de la marca.
Armani revolucionó el vestir masculino introduciendo cortes más ligeros y materiales innovadores, abriendo una brecha que continuó en la moda femenina durante los años ochenta. El “power suit” definió una nueva silueta para la mujer profesional y proyectó la estética Armani al cine, vistiendo a personalidades como Richard Gere en “American Gigolo”.
En opinión de Carmen Azpurgua, profesora de Moda y Cine en ISEM Fashion Business School, la impronta de Armani desató una transformación en la percepción de la ropa masculina y femenina, renovando códigos y expandiendo su influencia a nuevas generaciones y ámbitos culturales.
Herencia, liderazgo y mensaje para el futuro
En el entorno profesional, figuras como Sergio Galeotti, Leo Dell’Orco y su sobrina Silvana Armani resultaron determinantes. Silvana, que asumió la dirección creativa femenina, representa el relevo natural de la visión de su tío. Esta continuidad confirma la vigencia de la filosofía Armani más allá de su ausencia física.
Armani defendió la independencia creativa y financiera como pilar de la autenticidad. En una carta abierta durante la pandemia, instó a la industria a repensar el ritmo de la producción y a optar por un consumo responsable: “Nos hemos vuelto adictos al ruido y a la instantaneidad. Es tiempo de buscar durabilidad y conciencia al comprar”, expresó en ese momento a TELVA.
Armani siempre consideró la elegancia y la autenticidad, legados fundamentales, razón por la que expresó hace un tiempo que tituló sus memorias: “Elegancia, las lecciones que mi madre me enseñó”.
El legado de Armani se proyecta hacia el futuro como afirmación de que la moda puede ser un ejercicio de autenticidad y permanencia, invitando a las próximas generaciones a valorar lo esencial y alejarse de la fugacidad.