Allí está. Sentada en el medio de la platea de una de las salas del Multitabaris. Escenografía en proceso de armado, luz de ensayo, una mesa con libretos desparramados y las butacas de rojo furioso vacías. María Valenzuela percibe la puerta vaivén que se abre y se da vuelta para recibir al equipo de LA NACION. Juega de local. El teatro, así como los estudios de televisión y los sets de cine, le son familiares.
“Llegué antes”, aclara, como si hiciera falta, enfundada en un outfit perfecto y un estilismo que deja entrever peluquería y maquillaje bien estudiados. Se la ve estupenda. Tampoco vale aclarar que se trata de una enorme profesional que se inició de niña en las lides de la actuación.
Desde el 17 de septiembre, la actriz regresará a los escenarios formando parte de Viuda e hijas, hasta que la herencia nos separe, comedia de Alfonso Paso Jr. que contará con la dirección de Héctor Díaz -también adaptador del material- y donde la actriz estará acompañada por Nora Cárpena, Sofía Gala Castiglione, María Fernanda Callejón y Gonzalo Urtizberea. “Disparatada y hasta un poco naif”, define la actriz al nuevo material que la convoca.
A pesar de la buena nueva, la charla irá más allá de lo laboral. María del Carmen Valenzuela, la mujer nacida en Villa Luro hace 69 años, hablará sin tapujos ni prejuicios sobre algunas dolencias que le tocó atravesar en los últimos años.
Depresiones, internaciones en centros de salud mental, una mala praxis en un tratamiento dental que casi le cuesta la vida y hasta la denuncia a un popular actor y director por supuestos malos tratos en el proceso de ensayos de una obra. Sin embargo, la actriz está de pie. “La gente cree que una es una leona, que de las caídas sale enseguida, y no es así”, reconoce.
Estreno
-No está mal en tiempos tan duros una comedia de tono disparatado y naif, como definís a la propuesta que te involucra.
-Es muy bueno, saludable.
-¿Por dónde transita el relato de Viuda e hijas…?
-Son cuatro mujeres contra un difunto. Una viuda y sus hijas llegan al estudio de una abogada, donde, desde una grabación, que se verá a través de una pantalla, el esposo y padre fallecido comenzará a contar algunas cosas.
María Valenzuela es la letrada que mediará entre la virtualidad del hombre que pasó a mejor vida y esa matriarca y sus descendientes que, más que duelar, estarán pendientes de la porción de la torta heredada que les tocará. “El muerto comienza a sacar trapitos al sol y, si bien hay un gran interés de sus herederas por el dinero, lo que conmociona a todas es lo que cuenta este hombre desde una filmación”.
El género del vodevil y la comedia enredada le calza bien a “Mariquita” (así se apodó durante mucho tiempo y como, aún hoy, unas cuantas generaciones la conocen).
Hace un par de años, se lució en Tom, Dick and Harry, efectivo material dirigido por Nicolás Cabré que contaba a Mariano Martínez como cabeza de compañía. En Viuda e hijas… la plastilina de su interpretación la llevará a componer a una mujer algo corrida de eje: “Mi personaje es una friki; muy introvertida, pero que mete bocadillos fuera de lugar y habla de una manera especial. Es una comedia muy difícil de hacer, por la forma en la que está construida y porque los personajes trabajan con un personaje instalado en una pantalla, con lo cual la técnica es muy importante”.
Experiencia tecnoconvivial que, teatro al fin, no excluye el cuerpo presente del actor en convivencia con los espectadores.
-Luego de tanto vivido, es una gran noticia que regreses al teatro.
-Es así, estoy mucho mejor.
-¿Cómo se dio esta vuelta?
-Tengo que agradecerle infinitamente a Juan Manuel Caballé, amigo y productor de esta obra, que me agarró de la mano y me hizo subir al escenario de nuevo para hacer lo que sé hacer: actuar.
-Sos una figura muy instalada en el inconsciente colectivo de unas cuantas generaciones. ¿Cómo vivís la reentré?
-Estoy un poco nerviosa, pero contenta, feliz. La comedia me gusta y mis compañeras son amorosísimas,; nos contenemos entre nosotras.
María Valenzuela y Nora Cárpena se conocen mucho, ya que, junto con Moria Casán, fueron protagonistas de Con pecado concebidas, un éxito de aquel Canal 9 Libertad de Alejandro Romay. Los cruces del espectáculo hicieron que, esta vez, junto a ellas compartirá la escena Sofía Gala Castiglione, hija de la exvedette. “Es divina, solidaria. Es de compartir y apoyar, de las que hacen crecer todo, es un sol de persona”.
Camino al andar
Repasando su vida, se puede concluir que es poco usual. Conoció grandes éxitos, esos que no siempre golpean la puerta de los artistas. Pero también debió sortear dolores insondables a nivel personal, como el episodio de ACV de su hija Malena, quien estuvo en coma farmacológico durante varias semanas cuando tenía solo 19 años. La recuperación de la joven fue una proeza y la dedicación de su madre, digna de toda admiración. “Resiliencia”, un vocablo algo fagocitado por las modas y el snob lingüístico, pero que, en este caso, le calza muy bien.
“Cuesta, somos seres humanos que nos caemos y nos levantamos. Puedo decir que soy una resiliente, he vivido muchas cosas que me han dado fragilidad, miedo, pero lo único que queda es seguir adelante, ¿qué otra cosa se puede hacer?”.
No son pocos los que se ven espejados en las dolencias atravesadas por Valenzuela, quien, con notable valentía, les corrió el velo a sus dolencias emocionales, a los problemas vinculados con la psiquiatría. Cuestiones que fueron -o son- tabúes para buena parte de la sociedad.
-Incide el prejuicio sobre algunas enfermedades.
-Absolutamente, incluso, no son consideradas como tales.
-De a poco, algo se va modificando, pero resta mucho por hacer.
-Lo que pasa es que la gente no toma a la depresión como una enfermedad, cuando sí lo es. Es un tema muy profundo de salud mental.
-Si apeláramos a estadísticas y números, seguramente el porcentaje de la sociedad afectado por estas cuestiones resultaría superior al imaginable.
-Todo está abarrotado, no hay camas en ningún lugar. El año pasado fue un año muy triste para mí, estaba en una obra y me tuve que bajar, porque me estaba enfermando.
-¿Qué obra era?
–La noche de la basura, con la que íbamos a salir de gira con (Rodolfo) Ranni. Me estaba enfermando, por eso me bajé, pero, como los demás elencos estaban todos armados, me quedé sin trabajo. Quemé el ahorro, como tantos argentinos, para seguir viviendo. Me terminé de enfermar. Me internaron en un centro de salud y acá estoy.
-¿Diagnóstico de depresión?
-Sí, depresión.
-Decís “me tuve que bajar, porque me estaba enfermando”. ¿Te enfermó ensayar La noche de la basura?
-Estamos en un momento de conciliación. Ayer tuve una audiencia y él no se presentó.
-¿El inconveniente fue con Rodolfo Ranni?
-Sí.
-¿Por qué?
-No recibí buen trato de parte de él. Su personalidad me estaba haciendo daño. Por eso me bajé de la obra, aún necesitando el trabajo. Sabía que si seguía me iba a terminar enfermando y mucho.
-¿Entablaste un juicio?
-Lo denuncié en Actores (Asociación Argentina de Actores).
-¿Por violencia?
-Abuso de poder, misógino.
“Acá se hace lo que digo yo”, dice la actriz, recordando algunas frases que habrían sido vertidas por su excompañero de trabajo en la pieza escrita por Beto Gianola. “Eran cosas que me sacudían y me hacían daño espiritualmente, me sentía con una fragilidad muy grande, por eso tomé la decisión de irme, no podía trabajar con una persona así. No estaba dispuesta a soportar algo que me hacía daño”.
Rodolfo Ranni, finalmente, continuó el proyecto junto con la actriz Graciela Pal; el material no obtuvo buenas críticas ni repercusión de boletería.
-La Asociación Argentina de Actores, ¿te apoyó?
-Sí, estoy con la abogada de Actores.
El lunes 1° de septiembre fue la fecha para una primera instancia de mediación. “Él no se presentó”.
-Dado que iniciaste tu carrera siendo una niña, te has movido en un ecosistema artístico donde los gritos y el maltrato tenían hasta cierta validación. Hoy eso no es concebible.
-Existía todo eso, se soportaba y no se decía. Se callaba.
-Un fiel reflejo de lo que sucedía en la sociedad con el lugar de la mujer.
-No teníamos derecho a hablar, acusar o decir que se sufría. Hoy todo está más abierto.
En primera persona
-Se suele tener una imagen distorsionada sobre lo que sucede dentro de una institución de salud mental. ¿Cómo ha sido estar allí internada?
–Tuve tres internaciones en dos años. Me interné, porque quise hacerlo. Lo creí necesario. Durante la primera, compartí la habitación con una compañera divina. En ese lugar éramos como amigos. Jugábamos al truco, tomábamos mate, charlábamos. Me conocían todos.
Sin embargo, reconoce que su último paso por una institución de ese tipo fue duro: “No fue un centro de salud, sino un psiquiátrico. Estaba en el patio y veía caminar a la gente al lado mío y veía a la muerte; la muerte caminaba a mi lado”.
-¿Por qué? ¿Eso te devolvía la imagen de los demás pacientes?
-Sí, eran locos de verdad. Me pusieron en el pabellón de los adolescentes, donde los chicos estaban con sus padres. Me ubicaron ahí por resguardo. En el resto de los pabellones se veía lo que se te pudiera ocurrir. Estuve tres semanas y me sacaron.
Extraña dolencia
Otro de los duros reveses que debió atravesar se generó a partir de una mala praxis odontológica. La afectación de su boca le impedía comer alimentos sólidos, con lo cual, en poco tiempo, adelgazó más de lo debido, generando la inquietud de amigos, colegas y del público.
-¿Es cierto que, en las redes sociales, hubo gente que te consultaba qué enfermedad padecías?
-Sí, así sucedió; eso no se pregunta, fue un horror.
Luego de mucho padecimiento, la actriz decidió viajar hasta la ciudad de Ushuaia, donde se radicó su odontólogo histórico y de confianza para poder poner fin a su calvario. “Me banqué casi dos años sin poder comer, llegué a bajar más de 10 kilos, era piel y hueso. Tuve que salir a blanquearlo debido a esas preguntas incómodas que me hacían, incluso, en las redes sociales, me han llegado a decir: ‘¨Pará con la falopa’, cosas horribles”.
-¿En qué aspectos sentís que todo lo vivido modificó tu personalidad?
–No me dejo vencer fácilmente. Había una frase que Alberto Migré utilizaba mucho en sus novelas: “Me caigo y me levanto”. Eso es lo mío. Ser fuerte es parte de mi personalidad, sigo parada, de pie.
-Solemos idealizar a la figura pública, a quien se le atribuye, como adosamiento de la fama, la posesión de dinero, bienestar, felicidad y salud.
-Y no es así. Hoy se habla de lo que nos pasa y la gente se siente identificada. Te voy a mostrar la felicidad…
La actriz descubre la pantalla de su celular donde se puede ver a Filipa, su primera nieta, quien nació hace poco más de un mes. “Estoy embobada, no paro de mirar la foto”.
La beba es hija de Juan, su hijo menor. Julián y Malena, sus otros dos descendientes, completan la postal familiar conformada como fruto de su matrimonio con el recordado periodista Juan Carlos “Pichuqui” Mendizábal.
-¿Cómo se va gestando el vínculo abuela-nieta?
-La alzo, le hablo. El otro día le grabé un audio y le pedí a mi hijo que se lo pusiera en el oído. Le dije que yo era la “babu”, por “babushka”, que significa abuela en ruso; que la amaba y la quería mucho. Me parecía que era una buena forma para que vaya reconociendo mi voz.
Pareja
María Valenzuela se casó en 1977 con Juan Carlos “Pichuqui” Mendizábal. El matrimonio duró 25 años, hasta que se separaron. En enero de 2012, el periodista deportivo falleció a los 61 años, prematuramente, producto de una enfermedad que rápidamente diezmó su vida.
Después de la separación, la actriz no volvió a mostrarse en pareja. “Después de Pichuqui no hubo nadie más”.
-¿Podés esbozar una razón?
–Bajó la libido, no quería saber nada. Solo quería mi soledad, estar en mi casa, trabajar y juntarme con mis amigas a comer.
-Fueron muchos años de matrimonio.
-Y con una muerte dolorosa, pero, ¿quién sabe…?
La actriz no descarta la posibilidad de rehacer su vida afectiva: “Si aparece, me gustaría volver a enamorarme, tener un compañero para compartir lo que queda de vida”.
-Queda mucho de vida.
-No lo sé, tengo 69 años.
-Hoy, esa edad podría asemejarse a los 50 de hace tres décadas.
-Puede ser, pero mis 69 años son medio achacados.
Se ríe con su ocurrencia. Se toma en solfa su propia mirada del pasado. Una buena herramienta para sanar y encarar el futuro. “Nunca hay que perder el humor”.
Una grata sorpresa
-Cuando atravesaste tus dificultades de salud y tus internaciones, ¿cómo se portaron tus colegas?
-Hubo gente que pensé que no iba a estar y estuvo, pero también hubo gente que yo esperaba que estuviera y no estuvo, no voy a dar nombres.
-De aquellas personas que no intuías que se acercarían, ¿quién estuvo presente, se preocupó por vos y te sorprendió?
-Ricardo Darín.
-Fueron muy amigos.
-Pero después estuvimos peleados. Me peleé con él.
-¿Te llamó?
-La llamó a Malena y conversó con ella durante mi última internación.
-Cuando obtuviste tu alta, ¿te comunicaste con él?
-Hablamos y quedamos en tomar un café. En cualquier momento vamos a aclarar los puntos.
-¿Por qué se habían distanciado?
-Consideré que me había soltado la mano. Era muy amiga y sentí que se había apartado de mí, que me había dejado de lado, a pesar de todo lo compartido. Él lo negaba y yo lo afirmaba.
-Un cuento de nunca acabar.
-Me llamó la atención que me llamara, en cambio hubo otros que no lo hicieron.
Enumerar los títulos que protagonizó en su extensa y popular trayectoria sería un incordio. “No puedo contar la cantidad de telenovelas y obras de teatro que hice”. En ese corpus productivo, no faltaron las sorpresas, como aquel llamado para que protagonizara el film Subí que te llevo (1980) junto a Sandro, uno de sus ídolos.
“El Gitano tenía un sentido del humor maravilloso, era muy buen compañero. Todo lo que pedía a la producción, lo compartía con sus compañeros. Era muy cálido y le encantaba contar anécdotas”.
-¿Qué sucedió el día en el que tu marido visitó el rodaje?
-Lo saludó a Pichuqui, se pusieron a conversar y, cuando nos llamaron a rodar, le dijo: “Me llevo a tu mujer, le rompo la boca y te la devuelvo”. Era el único beso que figuraba en el guion de la película.
-¿Sos consciente de todo lo que hiciste?
-Empecé a los siete años, toda una vida dedicada a mi trabajo.
Paradójicamente, la mujer de cara tan instalada por sus roles televisivos, confiesa que “no tengo televisión en mi casa”. Se acaba de mudar de Tortuguitas a Saavedra, “para estar más cerca del teatro” y reconoce que “solo veo algún canal de noticias y Netflix”. Su mayor pasatiempo reside hoy en escuchar música, habitar el silencio con jazz, blues, rock y hasta melodías árabes.
-¿Creés en Dios?
-Creo en un poder superior, se llame Dios o de otra forma. Que el Señor nos proteja.
-Se te ve muy bien.
-Lo estoy, pero sigo trabajando sobre mí.
-¿Te considerás un ejemplo? ¿Te lo dice la gente?
-No creo que sea un ejemplo, hago lo que puedo.