Por medio de un decreto, el Gobierno habilitó a las paradas de diarios a prestar servicios de casilla de correo como operador postal a través de una registración ante el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom). A partir de esta medida, un móvil de LN+ conversó con Néstor, un canillita con más de 60 años de experiencia, quien aseguró: “Pasé de vender 300 a 30 diarios por día, pero siempre me acomodé”.
“Todavía no tengo una opinión formada sobre la medida del Gobierno: tengo que estudiarla”, manifestó Néstor. “Nosotros somos parte de un gremio, tenemos un sindicato que siempre nos ayudó y nos guio. Quiero saber qué piensan ellos y voy a hacer lo que me digan», agregó.
Consultado sobre la reinvención del rubro, Néstor dijo: “Ahora vendo muchas colecciones. Autitos, juegos de cubiertos y de repostería”. En su puesto también hay libros. “Lo que más sale es Julio Verne”, detalló.
Respecto al anuncio oficial, cuyo principal objetivo según el documento que se publicó en el Boletín Oficial, es “incentivar la libre competencia”, Néstor aseguró que lo que más le preocupa es la seguridad. “Si me llegan dos celulares o un televisor, y me los roban: ¿quién se hace cargo? Esto son cuatro chapas que están en el medio de la calle», enfatizó.
Lo viejo ya no funciona
Ubicado a metros del Luna Park, el puesto de diarios le dio a Néstor la posibilidad de conocer a muchas figuras. “Entre mis clientes estaban Nicolino Locche, Carlos Monzón o Cacho Castaña”, recordó. “Antes era imposible no ver a la gente caminando por avenida Corrientes con su diario bajo el brazo. Hoy están todos con el celular: ese aparato mató todo”, opinó.
“El papel es lo más grande que hay”, continuó el canillita. Sobre sus inicios en el oficio, recordó: “Venía todos los días a las tres de la mañana y mucha gente se frenaba a compartir un mate. Eso ya no pasa más”.
Para evidenciar la centralidad de su trabajo, Néstor compartió una historia familiar. “Gracias al kiosco mis hijas son profesionales. Una es médica y la otra psicóloga: vendiendo diarios conseguí todo”, subrayó.
Antes de despedirse, refrescó un deseo. “Tengo muchas ganas de seguir trabajando, por lo menos, seis años más. Porque yo soy canilla de alma“, concluyó.