Nuevos modelos familiares: por qué tantos jóvenes proyectan una vida sin hijos

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“Desde muy chica tuve claro que no quería ser madre. Tal vez tuvo que ver mi propia historia familiar: mi mamá se hizo cargo sola de todo y vi de cerca el esfuerzo y la falta de apoyo; esa experiencia marcó mi forma de ver la maternidad. Pero la verdad es que no es solo por eso. Yo valoro profundamente mi tiempo, mi espacio y mi autonomía”, cuenta Lucía, una sommelier de 31 años.

En una época marcada por profundas transformaciones culturales, económicas y políticas, la parentalidad dejó de ser vista como un destino inevitable, o al menos, como el principal camino hacia una vida plena. Así lo confirma un nuevo relevamiento del Centro de Investigaciones Sociales (CIS) de UADE, que actualiza y complementa los hallazgos de un estudio preliminar de 2021. Apenas el 35% de los encuestados considera que la maternidad o la paternidad son fundamentales para sentirse realizados; el 47% lo valora como importante pero no esencial, y un 18% no le asigna relevancia.

A nivel global, el fenómeno se fue acentuando a lo largo del tiempo: tanto en la Argentina como en América Latina la disminución de la tasa de natalidad fue constante en la última década. Pero más allá de este descenso sostenido, la tendencia también responde a cuestiones actuales. Según el estudio de UADE, el factor económico aparece como la principal razón para no tener hijos: en 2025 lo señala el 35%, seguido de quienes ya son padres y no desean ampliar su familia (27%). De allí surge, también, una demanda de políticas públicas: 68% valora guarderías gratuitas en los lugares de trabajo, 67% licencias parentales igualitarias, y 51% beneficios impositivos.

Según el estudio de UADE, el factor económico aparece como la principal razón para no tener hijos

“La idea de tener a alguien completamente dependiente de mí me resulta agobiante. No por falta de amor, sino por una necesidad muy clara de libertad y cuidado personal. Hoy estoy enfocada en mi carrera. Trabajo muchas horas, viajo, y llego a casa con cansancio, ansiedad o preocupaciones. En ese ritmo, no solo no deseo tener hijos, siento que no tendría cómo hacerlo sin dejar de ser yo misma”, agrega Lucía.

Nuevas realidades

Otra encuesta titulada “Generación y Género” que el IDECBA llevó adelante a fines de 2022, buscó conocer cómo van cambiando las dinámicas familiares, los roles de género y las expectativas a través de las generaciones. Las conclusiones van en la misma dirección que el estudio de UADE. “Entre los jóvenes de 18 a 30 años prevalece el deseo de no tener hijos –con mayor intensidad entre los varones–, un dato que evidencia transformaciones culturales en las nuevas generaciones. Además, solo el 41% de la población cree que tener un hijo mejoraría su disfrute y bienestar; entre las mujeres ese porcentaje desciende al 35%. En paralelo, el 47% de ellas anticipa que sus oportunidades laborales podrían empeorar. Las decisiones reproductivas no se explican solo por preferencias individuales: están profundamente atravesadas por las desigualdades de género y por la disponibilidad de políticas de cuidado”, detalla María Eugenia Lago, directora ejecutiva del Instituto de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires.

En este sentido, existe una percepción general de los crecientes desafíos de criar en un tiempo demandante y vertiginoso, con adolescencias hiperestimuladas, expuestas a riesgos que hace décadas eran impensadas: el 75% de los encuestados por UADE percibe que hoy criar hijos es más difícil que en generaciones anteriores.

A su vez, surgen nuevas formas e ideas sobre lo que una “familia ideal” constituye: el 45% la caracterizó con dos hijos; la segunda opción más elegida fue “ninguno” (16%), seguida por tres hijos (15%) y un hijo único (13%), lo que refleja una diversidad de modelos familiares en la actualidad.

El 45% caracterizó la

A esto hay que sumarle la aparición o popularidad de otros formatos como la subrogación de vientres o la adopción, que aunque no generalizados o accesibles a todos los estratos económicos, también marcan diferentes formas de pensar tanto la maternidad como la familia.

En el mismo informe de UADE se detalla, además, que una mayoría significativa (63%) percibe que en la sociedad existe una tendencia creciente a preferir mascotas [los famosos “perrhijos”] en lugar de tener hijos biológicos, como expresión de un modelo vincular en transformación.

De hecho, el mapa poblacional de la ciudad de Buenos Aires arroja un dato curioso ligado a esta tendencia. Mientras la tasa de natalidad cae sostenidamente (descendió un 40% entre 2014 y 2023, y se proyecta una baja del 31% en la matrícula escolar entre 2024 y 2026), los animales domésticos ganan protagonismo en el paisaje y los hogares urbanos. Según el último censo realizado por la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, la cantidad de mascotas que viven en hogares porteños supera a la población de niños y adolescentes hasta los 14 años. En la actualidad, se estima que en CABA residen 460.696 niños de entre 0 a 14 años, mientras que la cifra de mascotas es considerablemente mayor. En esta línea, la consultora KANTAR realizó un nuevo relevamiento a fines de 2024 y reveló no solo que 8 de cada 10 argentinos tienen al menos una mascota en su hogar, sino que para el 75% de los encuestados su animal de compañía es, literalmente, “como un hijo”.

Hoy, la cantidad de mascotas que viven en hogares porteños supera a la población de niños y adolescentes

Por otro lado, la crisis climática también puede traducirse en una crisis de fertilidad, sobre todo si se observa lo que ocurre en los países desarrollados entre las nuevas generaciones con fenómenos recientes como la “eco-ansiedad”, que está replanteando la idea de paternidad entre jóvenes que sienten ansiedad por el futuro ambiental del mundo. “Las personas jóvenes comprometidas con el clima han argumentado que están menos preocupadas por los impactos negativos que sus hijos podrían tener en el planeta y más preocupadas por los impactos negativos que el planeta tendrá en sus hijos”, dijo en esta línea Jade S. Sasser, profesora en la Universidad de California en estudios de género y sexualidad que investiga las opciones reproductivas en el contexto del cambio climático.

Crisis de redes

Existen otras señales que se esconden detrás de este fenómeno, como la conjunción de un ritmo de vida cada vez más exigente con la falta de redes de contención. Esto, sin dudas, desemboca en un desencuentro casi crónico entre varones y mujeres en edad fértil a nivel global. Como se preguntaba la periodista Florencia Alcaraz en una editorial reciente: “¿Con quién quieren que tengamos hijos?”, haciendo referencia a que la maternidad es cada vez más difícil de llevar a cabo, incluso cuando hay deseo.

“El relato fácil dice ‘baja natalidad = falta de recursos económicos’. Pero los datos globales muestran otra cosa: en países con altos ingresos y buenos indicadores, la natalidad también cae. No es solo la economía, es el estilo de vida. Cuando criar se vuelve un lujo de tiempo, energía y red, el problema no está en el deseo de maternar o paternar, sino en las condiciones para que ese deseo se vuelva posible. Vivimos en la sociedad del rendimiento: identidades atadas al trabajo, horarios infinitos, atención colonizada por pantallas y métricas. La pareja, primera infraestructura de la reproducción, se vuelve frágil, intermitente, tardía. Las relaciones se negocian bajo el algoritmo de la eficiencia: si el ‘yo’ y el ‘otro’ valen por su performance, el cuidado aparece como un obstáculo. En este ecosistema, tener hijos dejó de ser un mandato y es una decisión que oscila entre el privilegio y el sacrificio”, reflexiona Agustina Kupsch, mágister en Antropología y fundadora de Panóptico de Género.

“Hace ya varios años yo tenía treinta y pocos, me había casado, estaba todo listo para arrancar con el proyecto de la maternidad, pero no sucedió. Con mi marido, que comparte la misma elección, no nos vemos en ese camino. Tener hijos te ordena un poco la vida en un sentido muy concreto: tenés una tarea que te dura toda la vida, un sentido de para qué estamos acá. Pero yo no siento que abrir un agujero negro de vulnerabilidad infinita (tener un hijo y estar para siempre preocupado de que esté bien) sea, para mí, una forma saludable de sentirme útil en el mundo”, confiesa Mariana, publicista de 42 años, sobre otros “sentidos comunes” que están cada vez más en disputa.

La carrera profesional también aparece como un objetivo que se antepone a la maternidad o paternidad

“Tampoco creo que sea una forma de trascendencia o de ‘dejar un legado’ –agrega Mariana–. Podés ser parte de la vida de los demás y dejar una huella sin tener hijos. Podés afectar el día a día de otra persona sin haberla parido. Podés maternar gente que no salió de tu útero. Elegir no tener hijos es también hacerse esas preguntas de propósito y legado mucho más seguido, porque pasás a ser vos y tu circunstancia. Vos y tu ‘qué estás haciendo y dejando en el mundo’, en un planeta que cada día se siente más hostil para los que ya existimos en él”.

Por otro lado, la realización profesional o vocacional se valora, muchas veces, más que la maternidad: el 51% de las mujeres con estudios superiores no tiene hijos. Pareciera entonces que la parentalidad se redefine un poco por circunstancia y otro por supervivencia: los modelos familiares se diversifican, las prioridades vitales cambian y las decisiones sobre tener o no hijos se inscriben en un entramado más complejo y dinámico donde el deseo personal, las condiciones materiales y las nuevas concepciones de bienestar se entrelazan.

“La baja en la tasa de natalidad no es el problema: es el síntoma. Si recomponemos la trama social, el número de nacimientos dejará de ser un objetivo para convertirse en una consecuencia. El tema no es si hay más mascotas que bebés, sino cuán vivible es el modo de vida actual. Lo ideal sería que criar ya no se sienta como un acto heroico, sino como algo que –simple y profundamente– se puede hacer, para poder, entonces, decidir con tranquilidad”, cierra Kupsch.

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